Hoy me quité el DIU



Durante ocho años mi esposa estuvo involucrada en la industria del aborto y control de natalidad, trabajando en la Planned Parenthood.


Está claro que yo estaba molesto por no tener más hijos, pero en ese momento, la carrera de ella parecía ser más importante. Nosotros teníamos un hijo y eso parecía ser suficiente.


Con la salida de la Planned Parenthood, ambos dejamos de defender el aborto para volvernos provida de carnet. Entonces, yo pensaba que cualquier cosa era posible.

Todo empieza con nuestro recién descubrimiento de la religión.

Personas de varias confesiones e ideas llegan de diferentes formas a la Planificación Familiar Natural (NFP, en inglés). Muchos lo usan porque es saludable y respeta el funcionamiento natural del cuerpo de la mujer. 

Abby y yo conocimos la NFP en la iglesia, y nuestras razones para usarlo incluían razones religiosas, además de las relativas a la salud.
Considerando que casi todos los nuevos amigos que hicimos después de la conversión de Abby eran católicos, no tardó mucho en que comenzáramos a frecuentar regularmente las misas dominicales. Y fue exactamente ahí donde necesitábamos estar.

¿Quién imaginaría que podríamos aprender sobre la anticoncepción y un poco de biología reproductiva yendo a la iglesia?

Tras algunos meses de asistir regularmente a misa, decidimos comenzar el rito de iniciación cristiano para adultos (RCIA, en inglés). Queríamos al menos aprender sobre la Iglesia católica y descubrir si formar parte de ella era lo mejor para nosotros.

En nuestra primera clase nos dieron una Biblia, una copia del catecismo y una edición del libro Teología del Cuerpo para Principiantes, de Christopher West.
Para mí, todo comenzó con ese libro. Y no tengo la costumbre de simplemente coger un libro y empezar a leer. Pero, esta vez, por alguna razón, lo hice.

No voy a entrar en detalle sobre el libro, que abarca un vasto material. Sin embargo, en el momento en que lo terminé de leer, yo sabía que quería volverme católico y estaba 100% de acuerdo con la enseñanza católica sobre la anticoncepción.

Todo lo que la Iglesia enseñaba simplemente tenía total sentido para mí. No fueron sólo los aspectos religiosos que me llamaron la atención. Yo estaba más impresionado en mirar el diseño natural de nuestros cuerpos y lo que ellos significaban. Nosotros fuimos hechos para la reproducción. Esto requiere a un hombre y a una mujer juntos en el acto sexual.

Es verdad que el sexo da placer y todas esas cosas buenas, pero si quitas su propósito y lo reduces todo al orgasmo, se vuelve un acto muy egoísta, en vez de ser un acto de amor del cual puede surgir una nueva vida.
A fin de que nuestros cuerpos y de que el sexo cumplan su propósito natural, la relación sexual debe tener, al mismo tiempo, el placer y la apertura a la reproducción





Dejo que Christopher West lo diga mejor:


“Cuando divorciamos el sexo de su orientación natural a una nueva vida, ¿qué queda para evitar que se justifiquen todos y cualquier medio para alcanzar el clímax sexual? Cuando esterilizamos el sexo, desorientamos esencialmente el acto. Deja de enfocarse en la necesidad del matrimonio y el crecimiento de una familia. El nombre del juego se vuelve buscar la libido para la propia satisfacción y, entonces, la relación natural y vaginal es tratada como una entre un millón de formas de conseguir placer sexual.

 Cuando separamos el sexo de su consecuencia más natural, inevitablemente perdemos nuestra brújula moral”.


Entonces, ahí estaba yo, con una perspectiva completamente nueva sobre el sexo, matrimonio, Iglesia y vida en general. Estaba muy animado en desentrañar la enseñanza católica y aprender más, pero mi siguiente desafío era hacer salir a Abby a bordo del mismo tren conmigo. Esa era la prioridad número 1…

Pero a fin de cuentas, ese no fue un gran desafío. El primer domingo después de terminada la lectura del libro estábamos en misa.


Yo no lo sabía en ese momento, pero Abby pasó toda la misa mirando a las familias, todas con hijos sentados a su alrededor. Ella entendió, entonces, que quería que nuestra familia creciera, y la única cosa que ella podía pensar era: “Necesito quitarme este DIU dentro de mí”.


Cuando Abby dejó de tener el DIU, todas las conversaciones que teníamos sobre aumentar la familia eran emocionantes y una gran inyección de ánimo en nuestro matrimonio.

Sólo la idea de tener más hijos nos acercó el uno al otro. El sexo se llenó de significado. Nuestra fe se volvió más profunda.
No hubo fuegos artificiales o una fiesta para celebrar nuestra decisión de abandonar los anticonceptivos, pero puedo decir que eso puso nuestro matrimonio en un buen camino, en una dirección completamente nueva.

Lo que sucedió a partir de eso…
Las cosas no se volvieron más fáciles después de que decidimos tener más hijos. Una vez retirado el DIU, pasamos por un año de infertilidad, menos de lo que muchas parejas que sabíamos que usaban anticonceptivos hormonales y de otros tipos.
Nosotros aceptamos que tal vez no tendríamos más hijos, aunque fuera algo difícil de digerir. Pero, tras mucho trabajo entre Abby y su médico, logramos concebir a nuestro segundo bebé… el primero de 3 hermosos niños.

Alex, Luke y Carter vinieron uno detrás del otro, en tres años consecutivos. Estos chicos son la prueba para nosotros de que estar en el plan de Dios y abiertos a la vida es la mejor vida para vivir. Ahora, usamos la NFP (Planificación Familiar Natural) y nos funciona muy bien.

Si no hubiéramos pasado por ese año de infertilidad, no se si hubiéramos recurrido a la NFP. No sé si hubiéramos aprendido tanto sobre fertilidad y el orden natural del sexo.

Durante ese periodo, también aprendimos mucho más sobre otros efectos colaterales del control hormonal de natalidad.
Ahora, en nuestro matrimonio, nosotros no usamos ningún producto químico o de látex. Nosotros tenemos una relación sexual saludable, natural y abierta a la vida. Ambos entendemos que la fertilidad es nuestra y nosotros trabajamos en ello juntos.
La buena noticia es que la NFP nos acercó como pareja. Nunca más nada se entrometerá entre mi esposa y yo en nuestra cama. Tal vez nuestros hijos de 2 años y 1 año y medio, pero nadie más.



Artículo original de  publicado originalmente por The Guiding Star Project, traducido al español y publicado por Aleteia con permiso expreso de su autor