El apóstata cae en el ateísmo

Los Patriarcas del Antiguo Testamento respetaban a Dios Altísimo y temían Su nombre, si bien, hubo quienes lo ofendieron, pagaron en esta vida sus ofensas. Quien a Dios no le da lo que por Su dignidad y por ser Dios le corresponde, deberían pagar con creces su indiferencia y sus ofensas, pero ved, hijos de Dios, que el Cielo tarda en castigar porque ama entrañablemente a Sus criaturas. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Es el primero de los Mandamientos: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. Pero no sólo no se le ama sino que se le desprecia, se le ataca y se le ofende sin miramiento alguno, sin temor a Su justicia, porque al mal de la apostasía, está hermanado el mal del ateísmo, puesto que para el pecador empedernido es más fácil vivir sin Dios alguno que le lleve a tener obligaciones para con El. De esta forma, sin creer en Dios y negando toda existencia divina, le es más fácil vivir y no tener moral alguna, convirtiéndose en un animal con inteligencia, pero con costumbres y deseos animalizados, que nada le hagan recordar que Dios existe y que un día le pedirá cuentas. Yo, Espíritu de Dios, os hablo. 
Pero todo lo que el hombre que se aparta de Dios piensa y decide, no le durará mucho, pues el tiempo pasa lo mismo para el bueno que para el malo y negar a Dios o ignorarlo, no alargarán sus días, ni le prevendrá de enfermedades, ved hijos de Dios ¡cuanta necedad!
Ni aunque los Ángeles del Cielo bajaran por miríadas ante ellos, no creerían y pensarían que todo son inventos de los curas, porque si admitiesen a Dios en sus vidas, tendrían que cambiarlas de tal forma, que nada tendría que ver la nueva vida con la que actualmente tienen, pues tendrían que ser justos en sus salarios, honestos en los negocios, fieles a sus cónyuges, dulces con su prole, y así en todos los aspectos. 
Hijos de Dios, qué dolor ver que por unos cuantos años de disolución, comodidad, solvencia, y demás, vendéis vuestra alma que es INMORTAL, INMORTAL, con palabras mayúsculas INMORTAL. ¿De que le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? (Mt. 16, 26)
¿No dejó el Redentor su Trono Eterno por venir a vuestro tiempo caduco para demostraos la grandeza de la eternidad y la inmortalidad del alma?
Hijos de Dios, responded a los toques que os doy una y otra vez para que os convirtáis, ¡no malogréis Mis gracias! porque aunque respondáis débilmente, Yo no os dejaré. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo. La paz de la Santísima Trinidad esté con todos vosotros
Del LIBRO: "DADME DE BEBER".