Jesucristo. No hay otro nombre dado a los hombres. Punto final

Ni Buda, ni Mahoma, ni Sai Baba, ni Moisés, ni San Pedro o San Pablo (1ª Cor 1,13), ni cualquier otro
Hch 4,10-12
…quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros.  Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».
Y
Fil 2,5-11
Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 
Y por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre; para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: «¡Jesucristo es el Señor!», para gloria de Dios Padre.
No le den ustedes más vueltas. No hay otro Salvador aparte de Cristo. La razón es obvia. Solo Dios puede salvarnos. Y ningún otro ser humano, ningún otro fundador de religión, es Dios encarnado. Solo Jesucristo es el Verbo de Dios hecho carne. Puede que haya, de hecho hay, semillas de la verdad en algunas religiones no cristianas. Pero solo en la fe cristiana, y más concretamente en la fe católica, tenemos la semilla germinada, la vid que nos salva. Y es por ello que Cristo mismo ordena a su Iglesia:
Mc 16,15-16
 Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
Predicar el evangelio no es una opción. Es una obligación:
1 Co 9,16-17
Porque si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, pues es un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no evangelizara! Si lo hiciera por propia iniciativa, tendría recompensa; pero si lo hago por mandato, cumplo una misión encomendada.
Sin embargo, llevamos décadas escuchando que los católicos no debemos hacer proselitismo. Según el diccionario de la RAE, proselitismo es el “celo de ganar prosélitos". Y prosélito se define en ese mismo diccionario como “Persona incorporada a una religión” y “Partidario que se gana para una facciónparcialidad o doctrina". Por alguna extraña razón -o no tan extraña- ese verbo y ese sustantivo se ven como algo negativo. Como si se tratara de imponer la fe que nos salva por la fuerza. Lo cual es absurdo. Nadie puede convertirse si Dios no lo concede. No hay ejército, no hay violencia humana alguna, del tipo que sea, capaz de suscitar en el corazón de los hombres el amor por Cristo crucificado y resucitado.
No todos los cristianos somos llamados a ser predicadores, a ser misioneros evangelistas a tiempo completo:
Efe 4,11
Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores.
Pero todos, sin excepción, estamos llamados a ser sal de la tierra (Mt 5,13), luz del mundo (Mt 5,14).
Una Iglesia que renuncie a evangelizar, a llevar el evangelio a quienes no lo conocen o incluso a quienes lo han desechado, está traicionando a Cristo. No es simplemente que le desobedezca, que también. Es que le traiciona, porque Él murió por todos los hombres para que todos los hombres puedan salvarse por medio de la fe, y la fe viene por el oír (Rom 10,17). Si, las buenas obras tienen un componente evangelizador evidente (Mt 5,16). Pero, ¿en serio nos creemos tan santos, tan llenos de buenas obras, como para pensar que el evangelio no necesita ser predicado de palabra?
Basta ya de retener el brazo evangelizador de la Iglesia. Basta ya de dar alas al secularismo interno que, en nombre del respeto por el resto de religiones, convierte la fe católica en un páramo estéril incapaz de cumplir la misión encargada por nuestro Señor. Necesitamos fieles como los que acaban de ser enviados a predicar el evangelio a toda criatura. A los musulmanes también.
Luis Fernando Pérez Bustamante