La Virgen de Fátima y el matrimonio que ya no quería tener más hijos

Por dos veces el marido suministró a su esposa productos con el propósito de que ella abortara ¡No lo consiguió!

PÍLDORAS DE FE 16 MARZO, 2016 


El primer hijo se hizo querer y nació a los dos años de casados. Ambos se sintieron muy felices, pero el padre sobre todo. Eran los tiempos en que los varones eran más esperados. Al poco tiempo la mujer se volvió a quedar embarazada y aquello originó el primer gran disgusto del matrimonio. Él venía de casa grande y no quería hijos porque no los iba a poder tener “cómo él había vivido en casa de sus padres”.

A pesar de todo y cumplido el tiempo nació un segundo varón. Pasaron los años y era una familia normal, como tantas otras. El padre trabajaba en el hospital y luego tenía una consulta en su casa. Ella era maestra y organizaba en su casa clases para preparar oposiciones y para administrativos de empresas.

Después de ocho años la mujer se volvió a quedar embarazada. Por lo visto la situación llegó a extremos indescriptibles y el marido suministró a su esposa productos, a los que tenía acceso por su profesión, con el propósito de que ella abortara. ¡No lo consiguió!. Eran los tiempos en que las mujeres no contaban y, aunque ella se resistiera y protestara, no servía para nada.

El marido lo intentó una segunda vez y tampoco lo consiguió. Al tercer intento la mujer se plantó y le dijo que no le consentía que lo intentara más, que estaba visto que Dios no quería que él se saliera con la suya y que ella no le iba a dejar. Aquello supuso un tremendo disgusto entre ambos, hasta el punto de que ella pensaba en la separación, aunque por entonces no estuviera bien vista.

El Milagro que aguardaba en la plaza

Con aquellos intentos en su cuerpo y su inmenso dolor en el alma, la mujer seguía su gestación.

Por aquellos días la imagen peregrina de la Virgen de Fátima vino a Sevilla. Y a la señora no se le ocurrió otra cosa que irse a la plaza de España, donde estaba la imagen, en pleno mes de Abril, a pedirle a su Madre que, con todo lo que había pasado, aquella criatura que ella llevaba en su seno fuera por lo menos normal. Ella narra que perdió la noción del tiempo y del lugar, que solamente estaban ellas dos hablando y que la multitud que se movía a su alrededor había desaparecido. 

No sabe cuánto tiempo estuvo allí, ni si se cantó o se rezó en voz alta, ella sólo sabía de su dolor y que la Virgen la podía ayudar.

Volvió a su casa reconfortada y siguió con su vida normal. Cuando llegó el momento dio a luz a una criatura. Fue una niña, normal (quien es ahora la que escribe estas líneas), con sus brazos y sus piernas y con todo lo demás en condiciones. La mujer no se lo creía, la alegría la embargaba. 

Sabía que era domingo porque sus hijos habían ido a su colegio para la Misa, pero cuando se dio cuenta de la fecha que era por poco no le da algo. Aquella niña normal, gracias a la intervención de la Virgen, había nacido un trece de Mayo, fiesta de la Virgen de Fátima. ¿Alguien se atreve a decir que fue casualidad?.

Cada día estamos más convencidos de la grandeza de Dios todos los que conocemos esta historia. Aquel hombre, con su visión recortada, sirvió de instrumento para demostrar que por encima de nosotros y siempre, está Dios