Preguntad siempre a Jesús, ¿qué quieres que haga?

17 de Julio, 2004 San Mateo

Direction for our Times, Ireland

Hermanos y hermanas: he venido para darles a todos palabras de aliento. Las palabras y los pensamientos de estos mensajes son un testimonio de la gran misericordia de nuestro Dios que está en el cielo. Cuando sean llamados para venir a casa, se sentirán muy agradecidos de que se les haya brindado la oportunidad de servir. No tendrán remordimientos, a menos que se nieguen servir a Jesús durante este tiempo. Conocemos a Jesús, tanto en su humanidad como en su divinidad, y todo en Él es amor, todo en Él es ternura; no se cansa de alentar, levantar, animar. Jesús nunca deja a nadie sumido en la tristeza, salvo que alguien se aleje decidiendo no servirlo. Siempre dediquen tiempo para estar con Él; se sentirán renovados y firmes. Yo obtuve toda mi fortaleza del mismo Jesucristo en persona, estando o no en su presencia. Ciertamente me sentía unido a Él porque le permití estar unido a mí. Ustedes también lo pueden hacer, y esa es una de las oportunidades que tienen, especialmente durante estos tiempos. Jesús quiere obrar a través de ustedes, y para lograrlo, es preciso que Él siempre esté con ustedes.

¿Les gustaría caminar de continuo con Cristo, estar unidos a Él, sentir su presencia todo el tiempo? Lo pueden hacer. Simplemente tomen la decisión y pídanlo. Pero una vez que lo hagan, no lo ignoren ni lo traten con tanta familiaridad que hasta olviden su presencia. Él es su amigo más cercano, el Asesor que en toda ocasión está presente. Piensen en sus problemas actuales: ¿qué dice Jesús de estos problemas? ¿Cuál es su opinión? ¿Qué es lo que Él quiere que hagan con estas luchas o conflictos? Si no saben la respuesta, no están haciendo lo correcto. Dediquen tiempo para estar con Él en silencio y pregúntenle. Yo viví de esta forma: durante todo el día le preguntaba: “Jesús, ¿qué quieres que haga? Jesús, ¿cómo vas a manejar este asunto?” Él te dará la respuesta y podrás alcanzar su meta de comportarte como otro Cristo en el mundo. 

Hermanos y hermanas, no deseamos aburrirlos repitiéndoles lecciones, pero en virtud de que nosotros también fuimos humanos, sabemos que muchas veces las mismas lecciones se tienen que aprender una y otra vez. Con la repetición y práctica se consigue la perfección; eso ya lo sabemos. Lo aprendimos de la manera convencional: cometiendo los mismos errores y volviendo a asimilar las lecciones importantes. Jesús está con ustedes y jamás los abandonará. No tengan miedo y no tomen ninguna decisión sin su consejo. Si sienten temor, están haciendo algo mal; si sienten pánico, están haciendo algo mal; si sien-ten antipatía por la mayoría de sus hermanos y hermanas, están haciendo algo mal; y si se sienten superiores a la mayoría de
sus compañeros apóstoles, están en problemas. . . . 


Bueno, esto fue una broma, no se pongan tan serios, pero les digo cosas de tanta seriedad, que siento la necesidad de aligerar un poco su estado de ánimo. En resumidas cuentas, y en medio de todo esto, y a pesar de ello, deberán sentir una sensación liberadora, porque cuando Jesús guía la vida, viene la libertad. ¿Pueden imaginarse el gran peso si uno mismo tuviera que hacer todas las cosas? Imagínense el miedo de cometer algún error si uno estuviese al frente de todo; además, no cabe duda de que una vez que se comienza a caminar con Cristo, resulta traumático separarse de Él y tener que volver a caminar solos; el mundo nuevamente se con- vierte en el lugar temible que es para los que no creen. 

Los amo apasionadamente, queridos amigos míos. Todos los amamos y ardemos en deseos por ayudarlos. Podemos darles los consejos más bellos. Establezcan constante comunicación con nosotros y encontraremos formas de ayudarlos obteniendo los dones de gracia más excelsos de parte de nuestro Dios. La paz sea con ustedes, queridos compañeros apóstoles. Se quedan en la mejor de las compañías.