XI Estación: Jesús es clavado en la cruz.

Del Via Crucis dictado a Agustín del Divino Corazón



Estoy en el momento de ofrendar mi vida para redimiros, redimiros de vuestras miserias, de vuestros pecados.
Estoy en el momento de poneros sello de salvación, salvación que os doy con mi sacrificio, con mi propiciación.


Ved como me acuestan en el burdo madero de la cruz, estiran tan fuertemente mis brazos y mis piernas que descoyuntan mis huesos.

Mis manos son bruscamente machacadas y perforadas por los clavos, manos que un día bendijeron a los niños que se acercaron a Mí, manos que curaron dolencias físicas y espirituales, manos que se extendieron al cielo pidiendo perdón y misericordia por los pecadores, manos que multiplicaron cinco panes y dos peces para calmar el hambre de mis seguidores, manos que acabaron con la mercadería del templo, manos que escribieron en el suelo mientras una mujer pecadora era juzgada severamente; y hoy son perforadas en la cruz.


Mis pies sufren heridas indecibles por la furia de cada martillazo, pies que anduvieron en búsqueda de la oveja perdida, pies que nunca se cansaron en anunciar un Nuevo Reino; pies que recorrerían comarcas, veredas y pueblos circunvecinos buscando a quien predicar, buscando a quien evangelizar; pies que corrían al encuentro de mi Madre, Madre que me daba hospitalidad, calidez. 

Pies que iban detrás del pecador para perdonarlo, para liberarlo de sus esclavitudes. Pies que fueron besados y ungidos con un costoso perfume, perfume que dio santidad a aquella mujer pecadora, perfume que se llevó la podredumbre de su corazón para darle olor de santidad. Pies que se adentraron en el huerto de los olivos a orar como preparación a mi cruento sufrimiento. Pies que hoy son triturados, demolidos porque ya casi consumiré mi sufrimiento en un éxtasis de amor.

Mi Madre también fue taladrada por el dolor, dolor de sentirse impotente y no poder hacer nada para menguar mi sufrimiento.

Nuestros Corazones unidos y traspasados os piden que crucifiquéis vuestra vida de perdición y os unáis a nuestro sufrimiento para que expiéis vuestros pecados aferrados a la cruz, cruz que os absolverá

restituyéndoos vuestro estado de Gracia.

Alabada sea la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre, triste y afligida al pie de la Santa Cruz.