Mi pequeña oración le salvó de condenarse


¿Puede darme un ejemplo de una pequeña oración que haya marcado una gran diferencia?


—Sí, toda oración, por más pequeña que sea, es escuchada. Déjeme pensar. ¡Oh, sí!, y en este caso también se trata de un alma que vino a mí hace algunos años.
Una noche se me presentó un hombre, y tras haberme dicho lo que necesitaba para ser liberado se quedó parado delante de mí y me preguntó: "¿Me conoces? ". Tuve que contestarle que no. Entonces me recordó que muchos años atrás, en 1932, cuando yo tenía solamente diecisiete años, había viajado conmigo durante un breve tiempo en el mismo compartimiento de un tren en dirección a Hall. 


Entonces lo recordé. Este hombre se había quejado amargamente de la Iglesia y de la religión, y yo respondí a sus quejas diciéndole que no era una buena persona por criticar cosas tan sagradas. Mi respuesta le sorprendió, le enfadó y me dijo: "Todavía es muy joven para que puedas echarme un sermón". Entonces simplemente no pude resistir ser un poco grosera y le grité: "¡Aun así soy más inteligente que usted! ". Eso fue todo, se puso a leer el diario y no dijo una palabra más. Cuando llegó a su estación y se bajó del tren, lo único que hice fue rezar por lo bajo: "Jesús, no permitas que esta alma se pierda". Y cuando se me presentó, me dijo que esa pequeña oración lo había salvado de perderse. 


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