Misericordia para todos, menos para los hijos obedientes


(...)Pero estas son sólo palabras. Pasando a los hechos, hay que prestar atención a lo que escribe Melloni: (
Alberto Melloni es el secretario  de la Fundación para las ciencias religiosas Juan XXIII, con sede en Bolonia):

"Francisco dice a esos sacerdotes que han administrado la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar sabiendo lo que hacían que no han actuado contra la norma, sino según el Evangelio".

De hecho, en varias regiones de la catolicidad ya se administra sin problemas la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. Y ahora esta praxis encuentra en la "Amoris lætitia" la aprobación que se esperaba por parte de la máxima autoridad de la Iglesia:

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Mucho más preocupante será en cambio la posición de esos fieles y pastores que han recorrido hasta aquí el camino trazado por el magisterio de la Iglesia.

A este propósito, he aquí una breve nota publicada el 8 de abril en el blog Settimo Cielo:


El capítulo ocho de la exhortación "Amoris lætitia", que concierne a los divorciados que se han vuelto a casar y similares, es el que más asombra.

Es una inundación de misericordia. Pero es también un triunfo de la casuística, aunque haya sido tan vituperada verbalmente. Con la sensación,  una vez se ha acabado de leerlo, de que se disculpa cualquier pecado, pues son muchos los atenuantes; por lo tanto, ése desaparece, dejando espacio a praderas de gracia también en el ámbito de "irregularidades" objetivamente graves. No hace falta decir que se admite el acceso a la eucaristia; no es ni siquiera necesario que el Papa lo proclame desde los tejados. Bastan un par de notas alusivas a pie de página.

¿Y qué pasa con todas aquellas personas que hasta ahora han obedecido a la Iglesia y se han reconocido en la sabiduría de su magisterio? ¿Y con esos divorciados que se han vuelto a casar y que con tan buena voluntad y humildad, durante años y decenios no han comulgado pero han rezado, ido a misa, educado cristianamente a sus hijos, hecho obras de caridad, aunque en una unión distinta a la sacramental? ¿Y con los que han aceptado vivir con el nuevo cónyuge "como hermano y hermana" y no en contradicción con el precedente matrimonio indisoluble, pudiendo así acceder a la eucaristia? ¿Qué pasa con todos ellos, después del "libres todos" que muchos han leído en la "Amoris lætitia"?

Hay en la exhortación una nota a pie de página –otra, no las dos citadísimas que han hecho centellear la comunión para los divorciados que se han vuelto a casar– que reserva a los que han elegido vivir "como hermano y hermana" no una palabra de consuelo, sino una bofetada.

Se les dice, de hecho, que actuando de este modo pueden dañar a la nueva familia, porque "si faltan algunas expresiones de intimidad 'pueden poner en peligro no raras veces el bien de la fidelidad y el bien de la prole'". Lo que implica que es mejor lo que hacen los otros, que llevan una vida llena de cónyuges en segundas nupcias civiles y que incluso reciben la comunión.

Leer para creer. Es la nota número 329, que de manera inadecuada cita como apoyo a su reprimenda nada menos que el n. 51 de la constitución conciliar "Gaudium et spes".
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Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.
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