Müller, ninguneado por Francisco

Sale Müller, entra Schönborn. El Papa ha cambiado de maestro de doctrina

Para Francisco la justa interpretación de la “Amoris laetitia” no es la del prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, sino la del cardenal austriaco. He aquí por primera vez el texto íntegro

por Sandro Magister
ROMA, 30 de mayo de 2016 – El prefecto de la congregación para la doctrina de la fe sigue siendo él, el cardenal alemán Gerhard L. Müller.
El cual sigue llevando adelante con compromiso su tarea; la última ocasión fue con el monumental discurso que pronunció en Oviedo el 4 de mayo para una correcta comprensión de la “Amoris laetitia”, en sintonía con el magisterio precedente de la Iglesia sobre la familia:
Pero es cada vez más evidente que para el Papa Francisco no es Müller, sino otro cardenal el maestro de doctrina autorizado para iluminar la exhortación post-sinodal: el cardenal Christoph Schönborn.
El 19 de mayo, cuando se reunió en el Vaticano con los dos cardenales y los tres obispos que forman la presidencia del consejo episcopal latinoamericano, Francisco, preguntado por ellos acerca de la “Amoris laetitia”, respondió de este modo, según cuanto refiere el sitio internet del CELAM:
“El Papa responde que el corazón de la Exhortación es el capítulo 4: el amor en la vida familiar, fundamentado en el capítulo trece de la primera carta de San Pablo a los Corintios. El más difícil de leer es el capítulo 8. Algunos, dice el Papa, se han dejado aprisionar por este capítulo. El Santo Padre es muy consciente de las críticas de algunos, incluidos Cardenales, que no han logrado entender el significado evangélico de sus afirmaciones. Y dice que la mejor manera de entender ese capítulo es bajo el marco de la presentación que hizo el cardenal Christoph Schönborn OP, arzobispo de Viena, Austria, un gran teólogo, miembro de la congregación para la doctrina de la fe, muy familiarizado con la doctrina de la Iglesia”.
El 16 de abril, preguntado por los periodistas en el vuelo de vuelta a Roma desde la isla de Lesbos, Francisco ya había indicado a Schönborn como el intérprete justo del documento, recomendando leer su presentación y gratificándolo también en esa ocasión con halagos; es más, incluso lo promovió, por error, al cargo de ex “secretario” de la congregación para la doctrina de la fe.
Pero después de esto Müller pronunció su discurso de Oviedo, con la intención de arrojar luz en el tiovivo de interpretaciones y aplicaciones contrastantes de la “Amoris laetitia”que ya se han abierto camino. Pero para el Papa este discurso no ha tenido la más mínima importancia. Como tampoco la ha tenido para “L’Osservatore Romano”, que lo ha ignorado por completo.
De hecho, para Francisco la única interpretación que vale de la “Amoris laetitia” es la que hizo Schönborn en la presentación oficial del documento, en la sala de prensa vaticana, el 8 de abril, día de su publicación.
Entonces es necesario leer íntegra, por fin, esta presentación, tanto el texto escrito como los añadidos improvisados por el cardenal. Como deben leerse también las preguntas y respuestas de la rueda de prensa tras la presentación.
A continuación se publica, por primera vez, la transcripción íntegra y fiel de la presentación, basada en la videograbación hecha por el Centro Televisivo Vaticano:
Se observará que hacia el final de la presentación, el cardenal Schönborn indica en el libre “discernimiento” de cada caso individual la vía para admitir a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar.
Y más adelante, al responder a una pregunta de Francis Rocca del Wall Street Journal, plantea precisamente uno de estos casos, afirmando que Juan Pablo II y Benedicto XVI ya habían presentado esa hipótesis.
De hecho, a este propósito hace referencia al párrafo 84 de la “Familiaris consortio” de 1981 en la que, efectivamente, el Papa Karol Wojtyla habla de “los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido”.
Pues bien, Schönborn afirma que “ni el Papa Juan Pablo ni el Papa Benedicto han puesto nunca explícitamente en duda” la admisión de éstos (divorciados recasados) a los  sacramentos, que “ya era una práctica desde hace mucho tiempo”.
Más adelante, respondiendo a Diane Montagna de Aleteia, vuelve a insistir sobre cómo en la “Familiaris consortio” estaba ya “implícito” lo que el Papa Francisco ahora “dice clara y explícitamente”, en la trayectoria “del desarrollo orgánico de la doctrina”.
En realidad, ni Juan Pablo II ni Benedicto XVI han admitido nunca a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, ni siquiera “implícitamente”, salvo en el caso de que en la segunda unión – a causa de “motivos serios como por ejemplo la educación de los hijos” – ellos “asuman el compromiso de vivir en plena continencia”.
Para confirmar esto basta releer entero -y no frases extrapoladas deliberadamente- precisamente ese párrafo 84 de la “Familiaris consortio” al que alude Schönborn en apoyo de las innovaciones de la “Amoris laetitia”.
También es útil volver a leer lo que escribió Joseph Ratzinger sobre la misma cuestión, como cardenal y como Papa:
Por este motivo, más abajo, después de la presentación y del sucesivo turno de preguntas y respuesta del cardenal Schönborn con los periodistas, se reproduce como elemento necesario de comparación el párrafo 84 de la exhortación apostólica “Familiaris consortio” de Juan Pablo II.
Sigue la crítica de un teólogo tomista sobre el modo impropio con el que la “Amoris laetitia” cita a Santo Tomás de Aquino.
Y, para terminar, un juicio del cardenal Carlo Caffarra –que ha participado en ambos sínodos por invitación directa de Francisco, pero que es también uno de los trece purpurados que han firmado la carta al Papa contra los riesgos de manipulación de la asamblea– sobre la “objetiva falta de claridad” del capítulo ocho de la “Amoris laetitia” y, por lo tanto, sobre el deber de interpretarlo “en continuidad con el magisterio precedente”.
¡Buena lectura!
__________
1. Schönborn: la presentación oficial de la “Amoris laetitia”
(Sala de prensa de la Santa Sede, 8 de abril de 2016. Entre paréntesis cuadrados las frases añadidas por el cardenal verbalmente al texto escrito. Lengua original: italiano).
[...].
En la enseñanza eclesial sobre el matrimonio y la familia a menudo hay una tendencia, tal vez inconsciente, a abordar con dos enfoques estas dos realidades de la vida. Por un lado están los matrimonios y las familias “normales”, que obedecen a la regla, en los que todo está “bien”, y está “en orden”, y luego están las situaciones “irregulares” que plantean un problema. Ya el mismo término “irregular” sugiere que hay una clara distinción.
Por lo tanto, el que se encuentra en el lado de los “irregulares” tiene que dar por sentado que los “regulares” están en la otra parte. Sé personalmente, debido a mi propia familia, lo difícil que es esto para los que vienen de una familia “patchwork”. En estas situaciones las enseñanzas de la Iglesia pueden hacer daño, pueden dar la sensación de estar excluidos.
El Papa Francisco ha puesto su exhortación bajo el lema: “Se trata de integrar a todos” (AL 297), porque se trata de una comprensión fundamental del Evangelio: ¡todos necesitamos misericordia! “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra” (Juan 8, 7). Todos nosotros, independientemente del matrimonio y la situación familiar en la que nos encontramos, estamos en camino. Incluso un matrimonio en el que todo “va bien” está en camino. Debe crecer, aprender, superar nuevas etapas. Conoce el pecado y el fracaso, necesita reconciliación y nuevos comienzos, y esto hasta edad avanzada (AL 297).
El Papa Francisco ha conseguido hablar de todas las situaciones s(también las irregulares  sin catalogar, sin categorizar, con esa mirada fundamental de benevolencia que tiene algo que ver con el corazón de Dios, con los ojos de Jesús, que no excluyen a nadie (AL 297), que acogen a todos, y a todos conceden la “alegría del Evangelio”. Por eso la lectura de la “Amoris laetitia” es tan reconfortante. Nadie debe sentirse condenado, nadie despreciado. En este clima de acogida, la enseñanza de la visión cristiana del matrimonio y de la familia se convierte en invitación, estímulo, alegría del amor en la que podemos creer y que no excluye, verdadera y sinceramente, a nadie.
Por eso, para mí, la “Amoris laetitia” es sobre todo y en primer lugar un “acontecimiento lingüístico”, como lo fue la “Evangelii gaudium”. Algo ha cambiado en la enseñanza eclesial. Este cambio de lenguaje se percibía ya durante el camino sinodal. Entre las dos sesiones sinodales de octubre de 2014 y octubre de 2015 se puede ver claramente cómo el tono se ha enriquecido en estima, como se han aceptado sencillamente las diversas situaciones de la vida, sin juzgarlas ni condenarlas inmediatamente. En la “Amoris laetitia” ha pasado a ser el tono lingüístico constante. Detrás de esto no hay, por supuesto, solamente una opción lingüística, sino un profundo respeto ante cada persona que nunca es, en primer lugar, un “caso problemático” , una “categoría”, sino un ser humano inconfundible, con su historia y su camino con y hacia Dios. En la “Evangelii gaudium” el Papa Francisco decía que deberíamos quitarnos los zapatos ante la tierra sagrada del otro (EG 36).
Esta actitud fundamental atraviesa la entera exhortación. Y es, también, la razón más profunda para las otras dos palabras clave: discernir y acompañar. Estas palabras no se aplican únicamente a las “situaciones llamadas irregulares” (Francisco hace hincapié en este ¡”las llamadas”!), sino que valen para todas las personas, para cada matrimonio, para cada familia. Todas, de hecho, están en camino y todas necesitan “discernimiento” y “acompañamiento”.
Mi gran alegría ante este documento reside en el hecho de que supera, coherentemente, la artificiosa, externa y neta división entre “regular” e “irregular” y pone a todos bajo la instancia común del Evangelio, siguiendo las palabras de San Pablo: “Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos misericordia” (Rom 11, 32).
Obviamente, este principio continuo de “inclusión” preocupa a algunos. ¿No se habla aquí a favor del relativismo? ¿No se convierte en permisivismo la tan evocada misericordia? ¿ Se ha acabado la claridad de los límites que no se deben superar, de las situaciones que -objetivamente- se definen como irregulares, pecaminosas? Esta exhortación ¿no favorece una cierta laxitud, un “todo vale”? La misericordia propia de Jesús ¿no es, a menudo en cambio, una misericordia severa, exigente?
Para aclarar esto el Papa Francisco no deja duda alguna sobre sus intenciones y nuestra tarea: “Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar. Es verdad que no tiene sentido quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso pudiéramos cambiar algo. Tampoco sirve pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad. Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la gracia que Dios les ofrece” (AL 35).
[Bien, pienso que este es el punto nodal, la motivación. El Papa Francisco es un pedagogo y sabe que sólo la motivación puede hacer amar el propósito cristiano del matrimonio y de la familia].
El Papa Francisco está convencido de que la visión cristiana del matrimonio y de la familia tiene, también hoy en día, una fuerza de atracción inmutable. Pero exige “una saludable reacción autocrítica”: “Tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos” (AL 36).  Hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales, tal como son.
[Subrayo: ¡tal como son!].
Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario” (AL 36).
[¡Autocrítica necesaria!].
Permítanme relatarles una experiencia del Sínodo de octubre pasado: que yo sepa, dos de los trece “circuli minores” comenzaron su trabajo haciendo que cada participante contase su propia situación familiar. Pronto se descubrió que casi todos los obispos o los otros participantes del “circulus minor” se enfrentaban en sus familias con los temas, las preocupaciones, las “irregularidades” de las cuales, nosotros en el Sínodo, habíamos hablado de forma algo abstracta. El Papa Francisco nos invita a hablar de nuestras familias “tal cual son” .Y ahora, lo magnífico del camino sinodal y de su proseguimiento con el Papa Francisco: este sobrio realismo sobre las familias “tal cual son” ¡no nos aleja para nada del ideal! Al contrario: el Papa Francisco consigue con el trabajo de ambos Sínodos situar a las familias en una perspectiva positiva, profundamente rica de esperanzas.
Pero esta perspectiva alentadora sobre las familias exige esa “conversión pastoral” de la que hablaba la “Evangelii gaudium” de una manera tan emocionante. El siguiente párrafo de la “Amoris laetitia” recalca las líneas directrices de esa “conversión pastoral”: “Durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y llenábamos de sentido sus vidas compartidas. Tenemos dificultad para presentar al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a soportar toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas” (AL 37).
El Papa Francisco habla de una profunda confianza en los corazones y en la nostalgia de los seres humanos. Se percibe aquí la gran tradición educacional de la Compañía de Jesús
[¡Lo digo como dominico!]
a la responsabilidad personal. Habla de dos peligros contrarios : El “laissez-faire” y la obsesión de querer controlar y dominar todo. Por un lado es cierto que ” la familia no puede renunciar a ser lugar de sostén, de acompañamiento, de guía…Siempre hace falta una vigilancia. El abandono nunca es sano” (AL 260).
Pero la vigilancia puede volverse también exagerada: “Pero la obsesión no es educativa, y no se puede tener un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo (…). Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos. Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía”(AL 261).
Encuentro muy iluminante poner en conexión este pensamiento sobre la educación con aquellos relacionados con la praxis pastoral de la Iglesia. De hecho, en este sentido el Papa Francisco habla de la confianza en la conciencia de los fieles: “Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas” (AL 37). Obviamente, la gran cuestión es: ¿cómo se forma la conciencia?
[Tema que ha preocupado mucho tanto al Papa Juan Pablo como al Papa Benedicto].
¿Cómo llegar a aquello que es el concepto clave de todo este gran documento, la clave para comprender correctamente la intención del Papa Francisco: “el discernimiento personal”, sobre todo en situaciones difíciles, complejas? El discernimiento es un concepto central de los ejercicios ignacianos. Estos, de hecho, deben ayudar a discernir la voluntad de Dios en las situaciones concretas de la vida. Es el discernimiento el que hace de la persona una personalidad madura, y el camino cristiano quiere ser de ayuda al logro de esta madurez personal: “no para formar autómatas condicionados por el exterior, teledirigidos, sino personas maduras en la amistad con Cristo”.
[¡Gran tema del Papa Benedicto!]
Solo allí donde ha madurado este “discernimiento” personal es también posible alcanzar un “discernimiento pastoral”, el cual es importante sobre todo ante “situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone” (AL 6). De este “discernimiento pastoral” habla el capítulo ocho, un capítulo probablemente de gran interés para la opinión pública eclesial, pero también para los medios.
(...)
Es importante notar un aspecto: el Papa Francisco habla aquí con una rara claridad del papel que también tienen las pasiones, las emociones, el eros, la sexualidad en la vida matrimonial y familiar. No es casual que el Papa Francisco cite aquí de modo particular a Santo Tomás de Aquino.
[Debo expresar mi alegría por la lectura de este documento que es profundamente tomístico. Es verdad, puedo demostrarlo sistemáticamente. Es la gran visión de Santo Tomás de la felicidad como meta de la vida. Y todo el camino humano, el ser en camino, es el caminar hacia esta bienaventuranza que nos ha sido prometida y nos atrae. Sólo el bien atrae y Santo Tomás ha desarrollado mucho este método pedagógico. Por esto Santo Tomás habla tanto de la importancia de las pasiones en la educación y en el camino hacia un matrimonio feliz. El de las pasiones es un tema muy olvidado en la teología moral moderna, casi ya no existe. El cardenal Ratzinger, en el Catecismo de la Iglesia Católica, insistía mucho que se hablara de manera explícita de la importancia de las pasiones para la vida moral. Y encontrarán ustedes páginas bellísimas sobre esto del Papa Francisco].
(...)
El Papa Francisco hace explícitamente suyas las declaraciones que ambos Sínodos le han presentado: “Los Padres sinodales alcanzaron un consenso general, que sostengo” (AL 297). En lo que respecta a los divorciados vueltos a casar con rito civil sostiene: “Acojo las consideraciones de muchos Padres sinodales, quienes quisieron expresar que (…) la lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral (…) Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que les acoge siempre” (AL 299).
(...)
El Papa Francisco menciona dos posiciones erróneas. Una es aquella del rigorismo: “un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran piedras que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que a menudo se esconden aún detrás de las enseñanzas de la Iglesia” (AL 305). Por otra parte la Iglesia no debe absolutamente “renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza” (AL 307).
Se plantea, naturalmente, la pregunta: ¿qué dice el Papa respecto al acceso a los sacramentos de las personas que viven en situaciones “irregulares”?
[Nos hemos centrado demasiado sobre esta cuestión. El Papa lo decía: se puede convertir en una trampa fijarse sólo en esta cuestión].
El Papa Benedicto ya había dicho que no existen “simples recetas” (AL 298, Nota 333).[Lo dijo en Milán, en el congreso para la familia].
Y el Papa Francisco vuelve a recordar la necesidad de discernir bien las situaciones, siguiendo la línea de la “Familiaris consortio” (84) de San Juan Pablo II (AL 298).
[Del n. 84, famoso texto en el cual el Papa Juan Pablo dice: por amor de la verdad los pastores están obligados a discernir las situaciones. Y enumera tres situaciones muy distintas].
“El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios” (AL 305). El Papa Francisco nos recuerda una frase importante que había escrito en la “Evangelii Gaudium” n. 44: “Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades” (AL 304).
[No lo he puesto en mi texto, pero diría  una cosa: para mí una clave de lectura de la “Amoris laetitia” es la experiencia de los pobres, porque en la vida de los pobres, de las familias pobres, se experimenta exactamente esto, esos pequeños pasos en el camino de la virtud que pueden ser mucho más grandes que el éxito “virtuoso” de quien vive en una situación confortable. Y detrás de este texto se siente toda la experiencia de vida del Papa Francisco, que ha caminado con tantas familias que han sufrido, que son pobres. Para nosotros es también una llamada a la conversión].
En el sentido de esta “via caritatis” (AL 306), el Papa afirma de manera humilde y simple en una nota (351) que se puede dar también la ayuda de los sacramentos “en ciertos casos”. Pero a este propósito él no nos ofrece una casuística de recetas, sino que simplemente nos recuerda dos de sus frases famosas: “a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de tortura, sino el lugar de la misericordia del Señor” (EG 44) y la Eucaristía “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles” (EG 47).
[Aquí no nos es de ayuda la casuística para alcanzar la claridad. Nos ayuda el discernimiento, el acompañamiento].
¿No es un desafío excesivo para los pastores, para los guías espirituales, para las comunidades, si el “discernimiento de las situaciones” no está regulado de modo más preciso? El Papa Francisco conoce esta preocupación: “Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna” (AL 308), a lo que objeta diciendo: “Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio” (AL 311).
El Papa Francisco confía en la “alegría del amor”. El amor debe encontrar el camino.
[No ha citado a San Agustín, pero se podría citar su famosa frase: “Dilige et fac quod vis”. ¡Verdaderamente! Ama y sabes qué debes hacer].
Es la brújula que nos indica el camino. Es la meta y el camino mismo. Porque Dios es amor y porque el amor es de Dios. Nada es tan exigente como el amor. El amor no se puede comprar. Por esto nadie debe temer que el Papa Francisco nos invite, con la “Amoris Laetitia”, a un camino demasiado fácil. El camino no es fácil, pero está lleno de alegría.
[¡Gracias al Papa Francisco por este hermoso documento!].