El falso mito de la educación


La 'economía del conocimiento': ¿existirá un concepto
más falaz e idiota?     

Sin duda, el tópico más tópico de todos los tópicos a cuenta de la globalización económica es el que apela a la supuesta importancia crítica de la educación y el conocimiento en el mundo laboral contemporáneo. Ese discurso al que tan aficionados se muestran los políticos de todo pelaje, igual a diestra que a siniestra, y que, pese a sonar tan bien, resulta ser más falso que los duros sevillanos. Porque, simplemente, no es verdad que el sistema productivo actual requiera niveles de capacitación académica cada vez más y más altos por parte de los trabajadores. 

Tan ubicua, tan cargante, tan ful, la charlatanería sobre la llamada sociedad del conocimiento y los pretendidos requerimientos de capacidades formativas extraordinarias para poder desenvolverse en ella no tiene más solvencia empírica ni soporte científico que los libros de autoayuda y otros cuentos por el estilo. La tan cacareada sociedad del conocimiento es una leyenda urbana, no existe tal cosa.

En realidad, ocurre justo al revés. La inmensa mayoría de los nuevos empleos que se crean, tanto en Madrid o en Barcelona como en Londres o Nueva York, no requieren de licenciaturas universitarias en absoluto. En concreto, apenas el 20% de los puestos de trabajo que genera la economía norteamericana exigen para su desempeño que se posea formación universitaria. Todos los demás, el 80% restante, pueden ejecutarse a la perfección con el bachillerato o ni siquiera eso. Sin embargo, el 40% de los jóvenes norteamericanos se endeuda hasta las cejas para cursar una licenciatura que, una vez terminada, nunca podrá ejercer en el mundo laboral por la muy cruda razón de que nadie se la demandará. En Estados Unidos, pues, están de suerte: solo la mitad de los jóvenes que estudian una carrera se pasarán el resto de sus vidas frustrados, ocupando hasta la jubilación empleos muy por debajo de sus expectativas. Aquí, en cambio, no serán la mitad sino el 80 o el 90%.


Nunca la educación superior había sido más cara, con toda esa miríada infinita de masters, posgrados inútiles y estancias en el extranjero que esquilman hasta el último céntimo de las familias a base de generar fantasías irrealizables entre su clientela. Y nunca los consumidores de estatus académico habían estado dispuestos a pagar tanto a cambio de tan poco. En Estados Unidos, por seguir con el ejemplo, el coste promedio de realizar una carrera universitaria ha aumentado un 500% desde 1985. Bien, pues la demanda de las matrículas, lejos de disminuir, ha subido desde entonces. Un fenómeno, el de la hiperinflación de carísimos titulados universitarios llamados a nunca ejercer profesionalmente, que en España ya adquiere dimensiones de auténtica pandemia. Y, pese a la clamorosa evidencia de ese despilfarro colectivo, políticos y expertos siguen con la estafa intelectual de siempre, ese cuento chino de la economía del conocimiento. La economía del conocimiento: ¿existirá un concepto más falaz e idiota?      


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