El Vaticano persigue a los tradicionalistas

La Orden de los F. Franciscanos de la Inmaculada de corte tradicionalista, aceptada y bendecida por Benedicto XVI y JP II está sufriendo una devastadora persecución desde que Bergoglio llegó al Vaticano, hasta el punto de haberles clausurado quince conventos.  Esta orden ha visto desde sus inicios, una explosión de vocaciones, precisamente por conservar el rigor de los primeros franciscanos y no plegarse a las novedades modernistas que aguaron la verdadera identidad de la entrega a la vida más sublime, extraordinaria y feliz, que hace que las almas vivan más como ángeles que como hombres: la vida religiosa.


Francisco nombró una administración provisional que está dejando un terrible rastro de destrucción. ¿La causa? El retorno al rito tradicional atrajo a numerosas vocaciones jóvenes y llamó mucho la atención por parte de otras órdenes de nuevo rito, que comenzaron a interesarse por esta "historia de éxito” y eso, la facción modernista que rige ahora en Roma, no lo podía tolerar.

Se prohibió  a los sacerdotes de la orden celebrar el rito tradicional, previamente se tenía que hacer una solicitud privada que nunca prosperaba. Se les abolió el cuarto voto mariano, irrumpiendo injustamente en su carisma. Francisco también impidió que la dirección de la orden pudiera recurrir a la Signatura Apostólica,  y así no tenía ningún recurso legal para defenderse.

El comisario Volpi nombrado por Bergoglio, acusó falsamente al fundador de la orden, Stefano Manelli María, y Volpi fue declarado culpable de difamación en una sentencia de un tribunal estatal . Además el comisario amenazó a los obispos para que no permitieran a los Frailes F. de la Inmaculada, abandonar la orden pues desde Roma se temía el establecimiento de una nueva fundación. 

Por último, Francisco firmó un Rescripto que se hizo público recientemente por el cual se revoca el derecho, que ha existido desde siempre, de los obispos diocesanos, para reconocer nuevas comunidades religiosas. Con el Rescripto, el establecimiento de una solicitud por un obispo diocesano sin el consentimiento de Roma, es nulo y sin valor.

La centralización ordenada por Francisco es exactamente la contraria a la otra "descentralización" exigida por él para la Iglesia, en relación con la nulidad del matrimonio, donde sólo el obispo diocesano puede decidir y lo mismo respecto a la admisión de los divorciados vueltos a casar a la Comunión.
Nunca en la historia del catolicismo, un papa ha tenido centralizado tanto poder en sus manos como Francisco, el amigo de los pobres, pero no de las vocaciones auténticas para Cristo.


MD Bravo