Por qué a Bergoglio-Lutero no le importan las almas

De Catholic Family News 

El Padre Herman Bernard Kramer, en El Libro del Destino explica: "Lutero, verdaderamente, abrió el pozo y dejó caer contra la Iglesia toda la furia del infierno"

Por tanto, intérpretes modernos casi universalmente ven en esta estrella que cae (según el Apocalisis) a Lutero.»[1] El padre Kramer atribuye al eminente comentarista Cornelius Lapide, como creador de esta posición[2]:
«Toda la descripción de las langostas (del relato del Apocalipsis), explica el P. Kramer, dibuja perfectamente hasta el último detalle a los reyes y príncipes que establecieron a la fuerza la herejía del siglo XVI.»
Continúa:
«Cuando Lutero propone su doctrina herética e inmoral, el cielo se obscureció como por efecto del humo. Se expandió con gran velocidad sobre algunas regiones del mundo, y atrajo a príncipes y reyes ávidos de las riquezas y posesiones de la Iglesia. Obligaron a las personas en sus dominios y en los territorios arrancados a la Iglesia a aceptar las doctrinas de Lutero. Los proponentes del protestantismo hicieron falsas traducciones de la Biblia y engañaron al pueblo con sus errores al “probar” con la Biblia (sus propias versiones) sus doctrinas. Todo fue engaño, mentira e hipocresía. Católicos malos y débiles, laxos y tibios, indiferentes y no practicantes y aquellos que habían dejado de lado su instrucción fueron engañados; y estos, viendo a la Iglesia católica ahora a través del humo del error que venia del abismo, y viendo una caricatura distorsionada de la misma, comenzaron a odiarla y temerla.»[3]
Lutero «hizo todo lo que pudo para sembrar el odio de la Iglesia [católica] en el corazón de sus seguidores.»[4] El P. Kramer explica:
«Los príncipes alemanes abrazaron el Luteranismo para convertirse en las cabezas espirituales de la iglesias en sus dominios y para hacerse de las riquezas de la Iglesia. La jurisdicción que asumieron en materia espiritual fue una usurpación… En Dinamarca, Noruega y Suecia los reyes impusieron el Luteranismo sobre el pueblo por el poder de la espada y con mentiras, engaños e hipocresía. Dejaron los altares en las iglesias y sacerdotes apóstatas usando las vestimentas y signos externos de la Iglesia católica para engañar al pueblo. Oprimieron la fe católica mediante el terror, al hacer un crimen y traición la permanencia en la fe católica. Cada monarca se erigió a sí mismo el líder espiritual de la iglesia en su reino. Usaron historiadores para falsificar la historia y atizar el odio en el corazón del pueblo contra la Iglesia. Pretendieron probar la verdad del Luteranismo con falsas traducciones de la Biblia por el mismo Lutero y otros. Estos príncipes y reyes eran las langostas de la visión de San Juan. Tenía los dientes de leones para aterrar a los católicos hasta que se doblegaran.»[5]
El comentario de Haydock, en la Biblia de Douay-Rheims, contiene explicaciones similares del capítulo 9 del Apocalipsis: «Lutero y sus seguidores propagaron y defendieron sus nuevas doctrinas con tal calor y violencia que ocasionaron en todos lados sediciones e insurrecciones en las cuales parecería se gloriaban. Lutero se jactaba abiertamente de ello. “Te quejas, decía, que por nuestro evangelio el mundo se torna más tumultuoso; a esto yo digo; agradezcamos a Dios por ello; así es como quiero que sea, y pobre de mí si no lo fueran.”»[6]
El comentario explica que, realmente, el sol fue eclipsado al ser la luz de la fe, oscurecido por la herejía  muy extendida del protestantismo.  El reverenciado Padre Recepcionista Michael Müller detalla como estas “reformas” protestantes apocaron la luz de la fe verdadera:
«…redujeron la fe católica hasta dejarle en los huesos; cortaron la realidad de la Verdadera Presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Santa Eucaristía, el divino sacrificio sagrado ofrecido en la Misa, la confesión de los pecados, la mayor parte de los sacramentos, ejercicios penitenciales, varios libros canónicos de la Escritura, la invocación de los Santos, el celibato, la mayor parte de los Concilios de la Iglesia, y todas autoridad eclesial; pervirtieron la naturaleza de la jurisdicción al afirmar que la fe sola justifica al hombre; hicieron a Dios el autor del pecado, e afirmaron que la observancia de los mandamientos era imposible.» [7]
Monseñor Joseph Clifford, eminente teólogo americano, observó que la Reforma de Martin Lutero «…consiste en un esfuerzo para hacer que el pueblo abandone la fe católica y a la Iglesia de manera que  sigan las enseñanzas de Lutero y se afilien a su organización. » [8]
Esto es lo que la revuelta luterana era, el arrancar millones de almas de la Iglesia de Cristo y, probablemente, enviarlas al fuego eterno. ¡No hay nada que celebrar en la revuelta protestante!
¿Qué celebran?
En el presente clima ecuménico, los hechos referidos anteriormente reciben poca atención, ya que a los católicos ecuménicos les parecen embarazosas estas verdades. Mucho de lo que los  santos, teólogos y la misma Iglesia enseñó acerca de los errores y peligros del protestantismo  no es mencionado, o explicado, como la ignorancia de una era ya pasada. Gracias al Vaticano II, la Iglesia ha madurado y abandonado su posición contrarreformista, que se basaba en la mentalidad “No hay salvación fuera de la Iglesia católica”. 

El católico ecuménico ha abandonado, en términos reales, al verdadero Dios del catolicismo para servir al Dios del ecumenismo y del dialogo ínterreligioso. Ofrece en holocausto las doctrinas anti-protestantes como ofrendas ante esta nueva deidad.
Por tanto, no nos ha de sorprender que se haya planeado para 2017 una celebración católico-luterana para el quinto centenario de la revuelta protestante. La Iglesia Evangélica Luterana de América  (www.ecla.org), el 16 de noviembre de 2005, presentó el siguiente reportaje desde el Vaticano:
«Tomando como referencia el movimiento hacia la reconciliación, después de 500 años,  luteranos y católicos han empezado a planear, para 2017 un renovado compromiso para continuar en esa dirección. 2017 será el año del 500 aniversario de la Reforma Protestante, que comenzó el 31 de octubre de 1517, cuando el Dr. Martin Lutero clavó las 95 tesis en la puerta del castillo-iglesia de Wittemberg, Alemania.»[9]
Este reporte siguió a una reunión de la Lutheran World Federation y el del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad Cristiana en el Vaticano (noviembre de 2005). La reunión fue llamada “Cuarta ronda” de diálogo, y una delegación luterana conformada por siete miembros, fue recibida por el Papa Benedicto XVI. Aquí, el Papa alabó el acuerdo de 1999 entre luteranos y católicos y urgió el seguimiento del diálogo ecuménico. Trágicamente, este dialogo no está orientado a la conversión de los no-católicos a la Iglesia Verdadera, sino a un tipo de unidad pan-cristiana de unidad y modelo de coexistencia pacífica.  Quien crea otra cosa ignora las declaraciones de líderes católicos pos-conciliares que han dejado claro que el objetivo del ecumenismo no es “el retorno de los disidentes a la Verdadera Iglesia de Cristo”[10]. El ecumenismo de hoy en día es, por tanto, una traición al auténtico magisterio acerca de la necesidad de pertenecer a la Iglesia católica para lograr la salvación.

Ya hemos visto lo que la revuelta protestante ha significado para los católicos: un ataque masivo sobre la fe tan severo que los más santos comentaristas católicos identifican a Lutero y su revuelta con una peste apocalíptica.
Lutero, el hombre.
Por ejemplo, tomemos lo han observado fieles católicos sobre Lutero.
David Goldstein, converso del judaísmo, que fue llamado “un San Pablo del siglo XX” afirmó:
“El padre de la primera iglesia protestante, [Lutero] cambió el versículo 28 del tercer capítulo de la Epístola de San Pablo a los Romanos, para que estuviese de acuerdo con su doctrina de que la fe en Cristo, sin obras, es suficiente para la salvación

Goldstein continúa explicando la brutalidad de la revuelta luterana: “Los soldados de los príncipes mataron a los campesinos, robaron las iglesias y evitaron el culto público. De esta manera se erigió el luteranismo como la doctrina de la primera iglesia protestante, la iglesia estatal de Alemania (1520).”[12]
Goldstein apunta que Lutero también negaba la obligatoriedad de la ley moral: “Tenemos que quitar el Decálogo fuera de nuestra vista y corazones” (De Wette, IV 188), y en otra ocasión “Si Moisés mismo quisiera intimidarte con sus estúpidos Diez Mandamientos, dile: ‘Ve con los judíos’ (Obras, Wittemberg, ed V 1573).”[13]
Lutero, sacerdote ordenado y consagrado, lascivamente rompió su voto de celibato a Dios y se casó con una monja, también bajo el voto de castidad.  De las enseñanzas de Lutero, Goldstein observó: “Los escritos de Lutero acerca del sexo son opuestos a la decencia. Sólo en escritos socialistas sobre el amor libre hemos visto quien los recomiendo recomendaciones así. Están los escritos obscenos que le hicieron ganar la distinción de ser un ‘expositor clásico’ del sensualismo (Bebel, Woman, p. 78 NY, 1910).  En muchas ocasiones, a través de los siglos, actos inmorales han traído la desgracia al ministerio cristiano, pero Lutero tiene la poco envidiable distinción de haber defendido  los pecados de índole sexual como ‘necesarios’.”[14]
Uno de las ultimas vergüenzas de Lutero es la de haber dado permiso a Felipe de Hesse de tener dos esposas al mismo tiempo. La licencia fue firmada por Lutero mismo, Melancthon, Bauer y otros cinco predicadores protestantes[15].
Es una locura que nuestros líderes planeen celebrar el 500 aniversario de un hombre que gastó su vida ensuciando la Revelación Divina. Sin embargo, no es sorprendente.  Hemos visto lo mismo en 1983, cuando un alto miembro de la Iglesia católica alabó a Lutero por su “profunda religiosidad”[16], prestando su voz para alabar públicamente a un hombre cuyo torcido pensamiento religioso, le llevó a rechazar a la Iglesia Verdadera, negar su sacerdocio y enseñar que la misa era una abominación peor que el más bajo burdel[17].
Donde no hay odio a la herejía no hay santidad
Olvidado en este torbellino ecuménico se encuentra el hecho de que, el protestantismo, es una herejía; y que la herejía es un pecado. Objetivamente, es un pecado mortal contra la fe que envía a las almas al infierno para toda la eternidad. El reverendo padre Frederick Faber explicaba que la herejía es: “…el pecado de pecados, a los ojos de Dios, la cosa más abominable en este mundo maligno… Es ensuciar la verdad de Dios, que es la peor de las impurezas.”
De esta manera, el padre Faber observa: “donde no hay odio a la herejía no hay santidad.[18]
De la misma manera, San Alfonso María de Ligorio habló del deber de luchar contra la herejía porque mata nuestra alma y las almas de los otros: “La herejía ha sido llamado una llaga gangrenosa ‘Y su palabra cundirá cual gangrena’ (2Tim. 2,17). Como la gangrena afecta el cuerpo, la herejía infecta el alma, la mente, el corazón, el intelecto y la voluntad. Se le ha llamado  también una plaga; porque no sólo infecta a los contaminados, sino también a los que se acercan a ellos. Verdaderamente la extensión de este mal ha hecho más daño a la Iglesia que la idolatría “.[19]
Pero, para los líderes católicos de hoy, la herejía del protestantismo no es un problema. ¿Es que estos líderes no aman la doctrina católica? Si lo hicieran, se opondrían públicamente a las herejías protestantes que la desfiguran. ¿No tienen amor por las almas? Si lo tuvieran, no pretenderían que un protestante puede ser salvado permaneciendo en su religión hecha por hombres, llena de errores contra las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
Nada de esto importa a los obispos, como el obispo del Vaticano Brian Farrell, que mira al 2017 con los ojos llenos de esperanza y pide un estudio profundo de “qué significa la Reforma, qué ha significado a lo largo de los siglos y qué significa hoy día…”. 

Sin embargo, no necesitaría embarcarse en este estudio profundo, ya que uno de los papas más grandes de la Historia, dejó bien claro qué significó la Reforma. San Pío IX definió correctamente el protestantismo en todas sus formas como “una revuelta contra Dios, al ser un intento de sustituir la autoridad Divina por la humana, una declaración de independencia de las criaturas de Dios”.[20]
Esta revuelta contra Dios ha tenido profundas consecuencias.
Consecuencias de la revuelta luterana
El gran historiador católico Hilaire Belloc apunta que la herejía, no afecta solamente al individuo, sino que tiene un impacto social negativo[21]. Belloc nos recuerda que el hombre tiene que vivir y ordenar su vida de acuerdo a un Credo, un sistema de creencias. Y si este credo distorsiona la Verdad revelada por Dios, deberá modelar su vida como corresponde.  Por tanto, cuando grandes masas de personas caen en la herejía y viven de acuerdo a ella, la estructura misma de la sociedad va alejándose del plan Divino de Nuestro Señor. Se creará un ambiente que no conducirá a vivir una vida de gracia santificadora, se creará una sociedad donde el mal se institucionalizará.
Por ejemplo, gracias a la herejía protestante, hemos legalizado el divorcio en la sociedad. Gracias a los Anglicanos en Lambert en los años ’30 del siglo pasado, hemos legalizado la contracepción. Gracias al protestantismo en general, como el eminente padre Denis Fahey ha señalado, tenemos un gran aumento en el poder del Estado. Esto se debe a que, el protestante, no ve a su “iglesia” como una autoridad establecida por Cristo para enseñar y gobernar al hombre. De acuerdo al protestantismo, Cristo nunca fundó una Iglesia. Por tanto, para el protestante, la autoridad más alta en la tierra es el Estado. El resultado inmediato de esto, fue el incremento del poder de los príncipes y gobernantes en los Estados protestantes, lo que provocó el Estado Absolutista e, incluso, lo que se ha llamado “el Derecho Divino de los Reyes”[22].
Mientras los reyes y gobernantes ganaron poder temporal gracias al protestantismo, el Primado Social de Cristo ha mermado.