Jesús a Agustín del Divino Corazón
Hijos amados: atended a mi mensaje de Amor Divino. Guardad mis palabras. Es el último de los llamamientos que hago a toda la humanidad. Sois libres en acogerlos o en desecharlos.
Sois libres en caminar tras mis huellas o en desviaros del camino. Sois libres en salvaros o en condenaros ya que vuestras buenas o malas acciones os llevan al Cielo o al infierno.
No quiero sembraros miedo, pero de algo sí debéis estar seguros y es que los dolores del alumbramiento han dado inicio.
Muchos acontecimientos están por suceder.
Creedlo por labios de mis verdaderos profetas: la humanidad entera tendrá que sufrir; habrá una depuración en toda la tierra, para así abrir las puertas de la Nueva Jerusalén.
La maldad será aniquilada, destruida; volveréis al orden primero de la creación en que podréis apreciar cielos nuevos, tierra nueva.
Se os aproxima la hora, hora en que “el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que llegue el día grande y patente del Señor.
Entonces todos los que hayan invocado el nombre del Señor serán salvos.” (Hechos 2,20-21). Hora en que el mundo entero será sacudido por un fuerte remesón, hora en que algunos continentes desaparecerán.
Hijos amados: atended a mi mensaje de Amor Divino. Guardad mis palabras. Es el último de los llamamientos que hago a toda la humanidad. Sois libres en acogerlos o en desecharlos.
Sois libres en caminar tras mis huellas o en desviaros del camino. Sois libres en salvaros o en condenaros ya que vuestras buenas o malas acciones os llevan al Cielo o al infierno.
No quiero sembraros miedo, pero de algo sí debéis estar seguros y es que los dolores del alumbramiento han dado inicio.
Muchos acontecimientos están por suceder.
Creedlo por labios de mis verdaderos profetas: la humanidad entera tendrá que sufrir; habrá una depuración en toda la tierra, para así abrir las puertas de la Nueva Jerusalén.
La maldad será aniquilada, destruida; volveréis al orden primero de la creación en que podréis apreciar cielos nuevos, tierra nueva.
Se os aproxima la hora, hora en que “el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que llegue el día grande y patente del Señor.
Entonces todos los que hayan invocado el nombre del Señor serán salvos.” (Hechos 2,20-21). Hora en que el mundo entero será sacudido por un fuerte remesón, hora en que algunos continentes desaparecerán.