Experiencias místicas de un agnóstico

La gracia de Dios manifiesta en Puerto Rico

Impactante narración de un ex agnóstico que llegó a la fe por "Vuestra Madre de la Santa Montaña"

Impactante narración de un ex agnóstico que llegó a la fe por "Vuestra Madre de la Santa Montaña"
"Mi vida pasaba ante mí y sentí un dolor que temí volverme loco. Salí corriendo al cuarto, llorando, me senté en la cama y le pedí a la Virgen…"

 
Portaluz

Irse de rumba con los amigos, ocioso, dando gusto al cuerpo -cerveza, fiesta, mujeres y mucho ron- fue algo que sedujo a José Daniel Colon desde pequeño. Así, muchas veces recibía la madrugada de un nuevo día… “ajumao” (borracho). Él era un boricua(nacido en Puerto Rico) alegre, que por décadas vivió como agnóstico comenta a Portaluz… mientras conduce por la autopista Expreso Luis A. Ferré, una de las principales de Puerto Rico, rebosante de verde en sus costados y atestada de vehículos. Tenemos poco tiempo, vamos camino de entrevistar a Monseñor Hernández uno de los protagonistas de nuestro reportaje: El misterio de la "Santa Montaña" en Puerto Rico amerita una investigación del Vaticano (pulse para leer)… y puesto que José es nuestro guía en la isla, aprovechamos el trayecto grabando su testimonio.

Hoy este hombre amante de su esposa y familia, fabricante de hamacas, se levanta y se duerme orando a Dios. “Soy un agradecido del cielo… es como cuando un hombre se enamora de una mujer. Habla de ella, habla de ella, habla de ella y no habla de más nadie”, explica.

La fe le llegó como un huracán transformando su vida cuando ya era un hombre adulto, liberándolo, sanando. Pero la experiencia sólo arrasó con la ceguera espiritual, haciendo renacer lo mejor de José: ser hijo de Dios. El huracán, que experimentó entre 1981 y 1982 en un lugar geográfico concreto de la isla, la “Santa Montaña”, tiene nombre de mujer: “Vuestra Madre”.

Un niño sin niñez
José fue criado por su abuela y tanto ella como su madre creían en Dios, pero sin comprometer nada de sus vidas. Hizo la Primera Comunión y Confirmación a instancias de un vecino preocupado por el relajo espiritual con que José iba creciendo. En ese ambiente nadie pareció muy preocupado cuando lo expulsaron de la escuela, apenas en cuarto grado, por revoltoso. “Yo quería hacer mi voluntad y no lo que los maestros querían que hiciera”, acota José y complementa… “El problema mío es que desde los seis años ya estaba en las calles. Me iba a pasar el día con los amigos. Me motivaba estar con las personas mayores, porque los veía como que tenían cierto peritaje, ¿verdad?... ya andaban en plan de enamorarse, ir al matinée a ver películas y tener relaciones sexuales con una muchacha si se podía”, confidencia José.

Fiel a sus pasiones que lo impulsaban a correr por sobre el calendario consumiendo vivencias, se casó con Ana a los 18 años de edad. Ella tenía 26, tres hijos y un matrimonio previo terminado. Pero el casarse o los hijos que asumía, no lo impulsaron a cambiar los hábitos de rumba permanente que se adueñaban de José. “Aún casado con una mujer buena, como la tengo –reconoce-, seguí la vida en ese disparate. Sin dejar de quererla, porque la amo, pero yo me iba a la calle, bebiendo con los amigotes; era un enamorado y si pasaba una cucaracha le decía: «Pst pst invítame pa’ donde vas» ¡A la cucaracha!”

Pasaron los años, se consolidó el matrimonio, Ana quedó embarazada de José y ella anhelaba poder casarse por la Iglesia. Era complejo, se requería un juicio canónico de nulidad y José no prestaba mucha atención al tema… “Yo estaba en cero en las cosas de Dios, porque no me habían interesado”. Ana, rezaba.

A Jesús por Vuestra Madre de la Santa Montaña
 
Sería Dios quien, por gracia, vendría a su encuentro irrumpiendo donde José menos lo esperaba… en medio de la fiesta. Rondaba ya los 26 años de edad y como tantas veces iba un día en el carro con los amigos, bien apertrechados de cerveza y ron, discutiendo a qué playa de San Juan irían ese día a enamorar muchachas. Hasta hoy, dice José, no sabe el por qué hizo aquello… pero un impulso interior, irresistible, le hizo decir a todo pulmón: “Nada de playas, ¡vamos a ir a la Montaña Santa!”.

José y sus amigos ignoraban que ese lugar era sitio de devoción para miles de boricuas, porque a comienzos del siglo XX había vivido allí una mujer extraordinaria a quien llamaban “Vuestra Madre” (pulse para leer). “Nada más llegar y bajarnos del carro encontramos a una señora, doña María González a quien pregunté por la historia del lugar, su particular nombre -Santa Montaña-... Ella evitó el tema diciendo que debíamos hablar con doña Obdulia Velásquez, una ex alcaldesa del pueblo de Guayama y que si ella daba la autorización, nos contaría todo”.

Algo frustrado, dice, se fue con sus amigos a otro sitio para emborracharse. Sin embargo a la mañana siguiente -curioso- José buscó a doña Obdulia quien le narró todo lo que ella sabía sobre “Vuestra Madre de la Santa Montaña de Puerto Rico”. Aún intrigado regresó donde María González, grabadora en mano, para registrar lo que ella podría decir… “Encontré a la señora María (los padres de esta mujer conocieron personalmente a Vuestra Madre) y le di el papel-autorización mandado por doña Obdulia. Me parecía que las dos habían ensayado lo que me iban a decir, porque era exactamente lo mismo. Mientras le escuchaba pensé: ¿Cómo es posible que cosas como estas no se sepan? Finalmente salí contento de allí con mi grabación, sin pensar en nada del cielo, ni en Dios, sólo en que esta historia era extraordinaria”.

Un coro de ángeles que derrumba muros

De regreso a casa en la media hora de trayecto, escuchó la grabación completa y al llegar, antes de darse una ducha, se la entregó a su esposa Ana para que la escuchara. Cuando salió del baño José quedó petrificado escuchando lo que ella le decía: «José, esto está fantástico, pero lo que no entiendo es la música…». Sin medirse, con malas palabras, pensando que ella habría hecho algo, dañando de alguna forma la grabación, José elevó la voz diciendo: «¡Quien rayos bregó con esta grabadora!»…

Al poner la grabación desde un inicio, para su calma y sorpresa comprobó que nadie la había dañado. Aunque ahora, tras algunos minutos, la voz de María González se silenciaba por unos cortos instantes en que se escuchaba algo que él sabía no había estado presente durante la entrevista ni cuando escuchó la grabación de regreso a casa… “Era como un coro angelical -dice José- que cantaba más o menos así: «La-la-la-la-la (notas en ascenso) Do-mi-nus, la-la-la-la-la» y luego continuaba doña María hablando. Cuando escuché eso, recibí el primer cantazo (golpe, llamada de atención) del cielo. Mi vida pasaba ante mí y sentí un dolor que temí volverme loco. Salí corriendo al cuarto, llorando, me senté en la cama y le pedí a la Virgen que me diera la gracia de no volverme loco: «¡Haré una mejor vida, pero no permitas que me vuelva loco, ayúdame que yo tengo familia a la cual amo!»”, decía José dando así sus primeros pasos de regreso a Dios...
Desde ese día comenzó una transformación del alma en este hombre que no deja de subir cuantas veces puede en la semana hasta lo que hoy es el “Santuario de la Virgen del Carmen” en la Santa Montaña, mismo lugar donde vivió “Vuestra Madre” desde 1899 a 1909.

Una foto que atrae multitudes
 

 
Para José la Santísima Virgen María, “Vuestra Madre”, es desde entonces presencia viva, sensible, en la “Santa Montaña”. Después de lo ocurrido con la grabación vendrían otras experiencias que han fortalecido no sólo su fe, sino que explícitamente transformaron todo en su vida…

Lo siguiente que decidió hacer fue tomarle fotos al lugar. Pidió una cámara prestada, compró un rollo de 30 fotos, se dirigió a la Santa Montaña y al apretar el obturador para tomar la última imagen a una roca -“la Peña”- donde se dice que predicaba Vuestra Madre… la cámara le explotó,  “con un sonido como de cuete, fuerte”, puntualiza. Creyendo que la había estropeado y que el rollo estaba perdido, se la devolvió a su amigo comprometiéndose a entregarle una nueva cámara. Tras unas horas el amigo le llamó informándole que la cámara funcionaba perfectamente. El rollo fue enviado a un laboratorio en Estados Unidos para ver si podían salvar alguna imagen. La sorpresa de José fue inmensa según nos cuenta:

“En la foto última sale la peña y aparece la Virgen, la Milagrosa. Al ver esa foto me emocioné tanto… y yo quería que todo el mundo supiese que la Montaña era algo de Dios. Entonces un periódico aquí en Puerto Rico, llamado El Vocero (en imagen superior), se enteró, le tiró fotos y me tomó el testimonio. La Santa Montaña empezó a llenarse, a llenarse, venían miles de personas. Entonces Monseñor Henríquez intervino”.

El signo de un zumbador

 
Unas semanas después andaba José algo triste por la advertencia que de improviso le había dado un católico muy observante de las normas… “Que estaba en pecado, porque vivía con una mujer casada (sacramentalmente), que debía separarme inmediatamente porque Vuestra Madre precisamente tomaba a quienes vivían amancebados y los llevaba a la iglesia para participar de los sacramentos”.

Desde el evento de la grabación habían decidido con su esposa rezar juntos cada noche el rosario, “guiándonos por un librito”. Esa noche tras la arenga recibida sobre separarse de su esposa José cuenta que se puso de rodillas y en silencio, al expresar su intención…  “dije a la Virgen Madre: «Yo te pido que si fuiste tú la que estuviste en la Montaña, como así lo creo, me des la gracia de que pueda tener un sueño y mañana me levante con una solución, porque esta situación a mí me tiene estresado, estoy ¡con un down!, no sé qué hacer»… Me acosté con esa confianza, pero me levanté desesperado y rabioso con la Virgen porque no soñé nada”.

Por la tarde, al llegar del trabajo salió a encontrarlo Ana, su esposa, llorando y suplicándole que a pesar de estar a una hora y media del anochecer fueran de inmediato a la Peña en la Montaña Santa, porque mientras se bañaba había escuchado una voz suave de mujer, indicándole que debían ir de inmediato a ese lugar.


“Llegamos a la montaña a las seis de la tarde y empezamos a caminar –dice José-, el día brillaba de sol.  La Peña es una piedra bien grande y en el principio, que es lo más alto, estaba la imagen de la Virgen del Carmen solita en un nichito (ahora pusieron la del Sagrado corazón al lado). Entonces, como estaba en el inicio, no te podías arrodillar ahí  y lo que hicimos  fue que nos arrodillamos al lado de la imagen. Mi esposa se fue a un lado, yo me quedé al otro y quedamos frente a frente. Cuando nos arrodillamos comenzaron… ¡unos relámpagos y unos truenos! En mi vida jamás los he visto. Me dio un miedo terrible, porque pensé que la Peña nos iba a caer encima. Unos relámpagos y truenos que salían de la nada porque el día estaba claro. Tan pronto eso pasó, nos paramos para irnos y cuando dimos la espalda a la Peña comenzó un viento impetuoso que  movió todo el bosque de árboles al frente de ella. 

Luego empezaron a caer las hojas como en cámara lenta, bailando, miles de hojas y los palos no se quedaban ‘pelaos’. En medio de ese show que nos dio el cielo, con esas hojas de la manera en que caían y el viento, se abrieron dos ramas como a unos cien pies de nosotros y  por ahí entró el zumbador. De inmediato recordé los dichos que me habían contado de Vuestra Madre, cuando ella dijo que  iba a estar en una paloma y que también la veríamos en el picaflor, el zumbador. Bueno, el picaflor acercándose a seis o siete pulgadas de mi cara y pecho empezó a hacer la señal de la cruz, en tres ocasiones. Después fue donde mi esposa e hizo lo mismo. Una vez terminó, se metió debajo de la Peña volvió y salió por detrás de nosotros. Por entre las ramas abiertas entró una nube como aproximadamente de veinte pies, larga, pasó por el frente de nosotros, dio la vuelta y volvió a salir. Yo interpreté todo esto como que el cielo estaba aprobando nuestro matrimonio. También nos motivó a gestionar la nulidad del matrimonio anterior de mi esposa ante el tribunal y comenzar a vivir como hermanos. Estuvimos cinco años separados con la esposa mía. Así podíamos comulgar. Eso era lo que nos daba fortaleza. Yo dormía en la sala y ella con nuestra nena más pequeña en el dormitorio. En medio de ese sacrificio, porque de verdad fue un sacrificio, tuve experiencias con el Señor y con el diablo que me atacaba algunas noches… También a ella pues en ocasiones venía y me decía: «Echa agua bendita en mi cuarto que siento algo malo»”.

Ana obtuvo finalmente la nulidad y con José recibieron el sacramento del matrimonio un 24 de diciembre. “El día en que celebramos el nacimiento del Niño Jesús”, remarca sonriente José.