Jesús: Sombras de Mi Cuerpo Mistico

17 de Septiembre de 1975 a Ottavio Michelini, Italia



Hijo, todos los miembros de un cuerpo tienden armoniosamente a un único fin; la conservación y el crecimiento del mismo cuerpo.

Así en mi Cuerpo Místico, todos los miembros deberían tender razonablemente al supremo bien del Cuerpo Místico, que es la salvación de todos los miembros de los que esta formado.

El hecho de que estos miembros sean libres e inteligentes, capaces de discernir y de querer el bien o el mal, constituye una razón más para
que todos tiendan al bien común. Sin embargo no es así.

Seducidos y engañados muchos miembros, rompiendo la armonía del Cuerpo del que forman parte, persiguen el mal tenazmente, dañando no sólo a sí mismos,
sino a todos los otros miembros del cuerpo.

Si además, estos miembros son sacerdotes, ellos destruyen la armoniosa cohesión con un daño incalculable para sí mismos y para comunidad
cristiana entera.

En mi Iglesia todos los sacerdotes deben tender esforñadamente al bien común de todas las almas; para esto han sido llamados, sin ninguna
excepción.
No hay en Mi Iglesia distinción de fines: la finalidad es una sola para todos los miembros, de modo muy particular para mis sacerdotes: salvar almas, salvar almas, salvar almas.

El último sacerdote, (último en la forma vuestra de decir, porque podría ser el primero, como el Santo Cura de Ars, último y primero), digo el
último sacerdote que gasta su vida en el ofrecimiento de sí mismo en el
Santo Sacrificio de la Misa en comunión Conmigo delante de mi Padre, es
hasta más grande que muchos dignatarios que no siempre lo hacen.

En mi Cuerpo Místico hay muchos miembros terriblemente enfermos de presunción, de soberbia, de lujuria.

En mi Cuerpo Místico hay muchos sacerdotes obreros, más preocupados por el lucro que por la salvación de las almas.

Hay muchos sacerdotes orgullosos de su "saber hacer”, es decir de su astucia. Olvidando que a menudo, aunque no siempre, el arte del saber hacer es el arte del mentir: esta es la perfidia o la astucia de Satanás.

Vuestro lenguaje sea simple y sincero: si es sí, sí; si es no, no: la verdad es caridad.

No sus palabras

En Mi Iglesia hay sacerdotes que se predican a sí mismos. En el rebuscamiento del lenguaje, en la elegancia del decir, y con otros cien
recursos, buscan llamar la atención de los oyentes para hacerlos
converger sobre sí.

Es verdad que mi palabra es por sí misma eficaz  ¡pero mi Palabra, no su palabra!. Mi Palabra, antes de ser anunciada ha de ser leída, meditada
y absorbida; después dada con humildad y simplicidad.

En mi Cuerpo Místico hay focos de infección, hay llagas purulentas.

En los seminarios hay gente infectada que contamina a aquellos que deben ser mis ministros del mañana ¿quién puede valorar el mal?

Si en una clínica o en una comunidad se manifiesta una enfermedad contagiosa, se recurre a los remedios con gran solicitud, con
informaciones y aislamientos, con medidas enérgicas y repentinas. En mi
Cuerpo Místico se manifiestan males mucho más graves, y hay
aquiescencia como si nada estuviera pasando. Miedos y temores
injustificados, se dice.

¡No es amor, no es caridad el permitir difundirse los males que llevan a las almas a la perdición!

Hay abuso exagerado de la Misericordia de Dios como, si con la Misericordia, no coexistiese la Justicia...
Quién está investido de responsabilidad, actuando con rectitud, no debe
preocuparse por las consecuencias cuando necesita tomar medidas para
cortar el mal en curso.

Hijo, ¿qué decir luego de tantos sacerdotes míos, del modo del todo irresponsable con el que llevan a cabo una tarea delicadísima, como es
la de la enseñanza religiosa en las escuelas?

De acuerdo que no faltan sacerdotes bien formados y conscientes, que cumplen sus deberes de la mejor manera. Pero junto a los buenos,
¡cuántos superficiales, inconscientes, incluso corruptos! Han hecho y
hacen un mal inmenso, en lugar del bien, a los jóvenes, tan necesitados
de ser ayudados moral y espiritualmente.

La comprensión para estos sacerdotes míos no debe justificar licencia.