La Iglesia enfrenta una gran prueba


Enero 3/10  Agustín del Divino Corazón

Hijos míos: la Iglesia, mi hija predilecta, enfrenta una gran prueba. La batalla que tengo con el adversario, aún, no ha terminado.
La Iglesia está pasando por una horrorosa crisis.
La Iglesia está en el tiempo de la purificación: será acrisolada en el fuego como oro y plata para que llegue a su máximo esplendor. Por más tormentas impetuosas y vientos fuertes que soplen sobre ella: jamás la destruirán, prevalecerá siempre.


La Iglesia, mi hija predilecta, está siendo sacudida por satanás: la confusión se ha difundido en su interior; misterios que son dogmas de fe, quieren ser analizados a través de la razón humana; la propuesta de salvación planteada por Jesús en su Evangelio se ha tergiversado; el modernismo subvalora lo verdaderamente sagrado; interpretaciones equívocas de las Sagradas Escrituras llevan a los fieles y a los mismos sacerdotes al relajo espiritual y religioso; el error pulula por doquier, error que tiñe de oscuridad lo verdadero, error que ensombrece la inteligencia y el pensamiento de muchos de mis hijos, error que lleva al escepticismo e incredulidad de lo Sacro, de lo Divino.


Hijos amados: os llamo a consagraros a mi Inmaculado Corazón para que combatáis a satanás con la Palabra y el testimonio, porque el humo negro se ha entrado en la Iglesia; combatid, como soldados valerosos del Ejército Victorioso de los Corazones Triunfantes, para que la verdad siempre salga a la luz, para que la falsa iglesia sea prontamente debilitada; y combatid para que mis hijos no sean sustraídos de la verdad, para que permanezcan fieles a la sana doctrina y a la tradición.


La división que lleva al enfrentamiento de cardenales contra cardenales, obispos contra obispos, sacerdotes contra sacerdotes, y fieles contra fieles. División que lleva a la desobediencia con el Santo Padre, sucesor de Cristo en la tierra, sucesor que llama a sus pastores a cumplir con el Magisterio y con la Tradición, pero algunos de ellos hacen todo lo contrario, caminan por vías distintas a las del Papa.
Por eso os llamo a vosotros, resto fiel de la Iglesia, a ofrecer sacrificios y oración porque Jesús de nuevo es clavado en la cruz.
Trabajad silenciosamente por la unidad y por la obediencia a la autoridad infalible del Papa.
Hijos míos: consagrándoos a mi Inmaculado Corazón la Iglesia pasará de esta tremenda purificación al esplendor. Consagrándoos a mi Inmaculado Corazón sanáis las heridas del Sagrado Cuerpo de Jesús, fragmentado, dividido.

page14image21352 page14image21512

La indisciplina es un factor destructor para la Iglesia de este final de los tiempos, indisciplina que lleva a mis hijos predilectos a quererse gobernar por sí mismos; indisciplina que lleva al deterioro moral, porque algunos de sus sacerdotes no cumplen cabalmente los consejos evangélicos; indisciplina que los lleva a descuidar la oración, a dejar lo que sí es importante para el Reino de los Cielos; indisciplina que trae consigo el lastre del hedonismo y materialismo; indisciplina que hace de mis hijos predilectos ovejas perdidas, ovejas ausentes de su Pastor.

Hijos míos: consagraos a mi Inmaculado Corazón que os vestiré con el manto de la docilidad de espíritu, os arrebataré del mundo haciéndoos sensibles a los Divinos Misterios.
La persecución, es otra señal dolorosa de la purificación anunciada por mí en Fátima; Señal dolorosa que ha llevado a algunos de mis hijos predilectos a trabajar para el adversario, trabajo silencioso que está infiltrando corrientes de la masonería y de la nueva era dentro de la Iglesia porque tienen como fin máximo su destrucción.


La persecución llevará a muchos de mis hijos al Getsemaní; hijos que se sentirán abandonados, relegados; hijos, que por ser de la Iglesia remanente, tendrán que caminar por la calle de la amargura y pasar muchas horas en el monte Calvario, hasta que haya llegado el momento culmen de la purificación. Hijos míos: consagraos a mi Inmaculado Corazón; seré vuestro refugio en vuestras pruebas; alivianaré, con mi amor, el peso de vuestra cruz. Os sentiréis dichosos cuando seáis perseguidos porque vuestro es el reino de los Cielos; os mostraré trampas que el enemigo ponga en vuestro caminar para que no tropecéis en ellas, saldréis ilesos porque seréis soldados de mi Ejército Victorioso y San Miguel Arcángel os cubrirá con su capa y os defenderá con su espada.

Virtud de la Caridad

Siembro, en vuestro jardín, la Rosa de la Caridad porque donde hay caridad hay amor, porque donde hay caridad está Dios. Perfumad esta rosa de gran valor para el cielo, compadeciéndoos de los que sufren.
Cultivad esta rosa de gran valor para el cielo siendo apoyo para los más débiles.

Cultivad esta rosa de gran valor para el cielo, desprendiéndoos de vuestros bienes materiales para suplir las necesidades de los que carecen de medios; medios que vosotros, florecitas de mi vergel, podéis proporcionar en la medida de vuestra generosidad y de los bienes que Dios os haya dado aquí en la tierra.