Lección de Amor de la Reina del Cielo

A Agustín el Divino Corazón


Hijo querido: hacéis bien en entregarme vuestro pecado, pecado que destruiré y quemaré con la llama de mi Amor
Santo, llama que arde con vehemencia en mi Inmaculado corazón. Llama que es alimentada por las almas que buscan una conversión perfecta. Llama que destruye vuestras imperfecciones y liviandades. Escucho vuestro clamor. 

Por eso, pequeño mío, venid a Mí que os mostraré las sendas de la perfección cristiana, sendas que son desvíos de amor para que os encontréis con el Amor Primero, amor que os llamó desde que estabais en el vientre de vuestra madre. 

Amor que puso su mirada de compasión en vosotros; por eso estáis aquí, hijo mío, escuchando mis lecciones de amor; lecciones que son aceptadas y valoradas por los corazones humildes pero rechazadas y menospreciadas por los corazones arrogantes, prepotentes, almas que creen siempre poseer la verdad. Salid de vuestro encierro espiritual y presentaos ante Jesús; su Sagrado Corazón desborda en misericordia y cuando estéis junto a Él, postraos a sus Divinos pies, besadlos y ungidlos con el alabastro de vuestro arrepentimiento; sed como la mujer pecadora, derribad vuestros esquemas, reconoced vuestros yerros, llorad vuestras culpas y soltad las amarras que os esclavizan. 

ejad vuestra opresión, vuestra vida sin sentido y empezad de nuevo como lo hizo ella.

Perfumad los sagrados pies con el reconocimiento de vuestras faltas, llorad, descansad en el Señor y levantaos para que emprendáis otro camino, camino que os llevará a escribir otra historia, a cerrar el capítulo de vuestra vida pasada para comenzar de nuevo. Esta mujer salió con su corazón rebozado de paz. 

Al fin halló alguien que no la censuró, no la señaló. En Jesús descubrió una mirada de amor. Mirada que se condolía por su debilidad. Salió feliz de la casa del fariseo, casa en la que se encontraba mi

Hijo amado. Allí dejó enterrado su pasado y su pecado.
Allí fue desatada de sus cadenas. Allí recobró la libertad.