Alerta: La sangre de san Genaro no se licúa por primera vez desde hace 30 años



Hay preocupación entre los napolitanos porque la sangre del san Genaro, el santo patrón de Nápoles, el viernes no se hizo líquida. Hace treinta años que esto no ha sucedido. El guardián de la reliquia, Mons. Vincenzo De Gregorio, pidió a los fieles en la Catedral que no entraran en pánico. Les pidió que siguieran orando.

Tres veces al año, especialmente en la fiesta de San Genaro en septiembre, miles de personas se presentan en la Catedral de Nápoles para ver si la sangre se licúa. Esto también sucede el 16 de diciembre, el día de la conmemoración de la advertencia de la erupción del Vesubio en 1631, se dice que el santo mantuvo la lava fuera de la ciudad.


La ausencia del milagro es considerada por los napolitanos como el anuncio de un trágico destino inminente. Ese fue particularmente el caso en 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. La última vez que se produjo el milagro, fue en 1980, cuando se produjo la muerte de 2.900 personas en un terremoto en Irpinia. Fue el desastre natural más devastador de la posguerra italiana.


Fuente: Radio Vaticana (Alemán)


Publicada el Domingo, 18 de diciembre de 2016 - 10:42



La historia reciente muestra varios casos de incumplimiento de la licuación. En septiembre de 1939 y 1940, por ejemplo, coincidiendo respectivamente con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la entrada de Italia en el conflicto; en septiembre de 1943, fecha de la ocupación nazi; en septiembre de 1973, año en el que se propagó el cólera en Nápoles y en septiembre de 1980, año del terremoto de  Irpinia. Todas estas fechas fueron de alguna manera dramáticas. Y también en los siglos pasados, los días en que el milagro no sucedió, coincidieron con asedios, erupciones y plagas.

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Según la tradición, la sangre del patrón de Nápoles, San Genaro, vuelve a licuarse cada año coincidiendo con la fecha en que fue decapitado hace diecisiete siglos, durante la persecución de los cristianos por el emperador Diocleciano, y en dos ocasiones más que explicaremos a continuación.

Tres retos a la ciencia
La licuefacción ocurre tres veces al año: el sábado que precede al primer domingo de mayo, porque se conmemora el traslado de las reliquias del santo a Nápoles; el 19 de septiembre, aniversario de la decapitación del mártir; y la tercera el 16 de diciembre, día en que se recuerda el aniversario de la catastrófica erupción en 1631 del Vesubio. Sobre la autenticidad de la sangre de san Genaro, un grupo de científicos de la Universidad de Turín aseguró hace años que la sustancia contenida en las dos ampollas que guarda el relicario es sangre auténtica. Los científicos reconocieron entonces que no podían explicar por qué el polvo se vuelve sangre un día determinado y luego de nuevo polvo, hasta la precisa fecha siguiente. Este es el milagro, la Iglesia permite el culto y los napolitanos no admiten dudas al respecto. 
En estas tres fechas, el milagro suele ocurrir después de que el relicario, que contiene en polvo la sangre del santo, haya sido expuesto en el altar mayor de la catedral de Nápoles. También, como manda la tradición, un pañuelo blanco agitado desde el altar mayor de la catedral anuncia el milagro a los varios miles de napolitanos que rezan en el templo y que rompen en aplausos.

Es especialmente este milagro de la licuefacción el que ha dado celebridad al nombre de Genaro y en esto ocuparemos nosotros nuestra atención. Establezcamos cuanto antes que la suposición de truco o impostura deliberada está fuera de cuestión, como ahora están dispuestos a admitir los oponentes honestos. Por más de cuatrocientos años ha ocurrido la licuefacción en intervalos frecuentes. Si fuera un truco sería necesario admitir que todos los arzobispos de Nápoles y un sinnúmero de eclesiásticos eminentes por su saber y muchas veces por su gran santidad fueron cómplices del fraude, así como un número de funcionarios seglares; porque la reliquia está tan protegida, que su exposición requiere de la presencia de tanto autoridades civiles como eclesiásticas.

Además, en todos estos cuatrocientos años, ninguno de los muchos que bajo la suposición de un fraude han estado en la secreta, ha dado alguna explicación o revelado cómo ocurre el aparente milagro. Un fuerte testimonio de esta verdad es el hecho de que incluso en estos tiempos los oponentes racionalistas a una explicación sobrenatural están totalmente en desacuerdo sobre cómo debe ser el fenómeno.

Lo que en verdad ocurre puede ser descrito así en forma breve:

En un relicario de plata que de alguna manera sugiere por su forma y tamaño una pequeña lámpara de carruaje dos redomas están unidas. La menor contiene sólo restos de sangre y no nos ocuparemos de ella aquí. La más grande, un frasquito con forma de garrafa de diez centímetros de altura y cerca de cinco y medio de diámetro, está llena en más de la mitad con una masa oscura y sólida, absolutamente opaca cuando es llevada ante la luz y mostrando ningún desplazamiento cuando el relicario es volteado hacia abajo. Ambos frascos parecen estar fijados en la cavidad del relicario por medio de algún poderoso pegamento, pues están herméticamente sellados. Es más, debido al hecho de que la masa oscura en el frasco está protegida por el grosor del cristal, presumiblemente es poco afectada por la temperatura del aire que lo rodea. Dieciocho veces cada año -1) el sábado anterior al primer domingo de mayo y los ocho días siguientes, 2) en la fiesta de San Genaro (19 de septiembre) y durante la octava, y 3) el 16 de diciembre- un busto de plata en que se cree contiene la cabeza del Santo es expuesto en el altar y el relicario ya descrito es sacado y llevado por el oficiante a la vista de la concurrencia. La gente reza, implorando que ocurra el milagro, mientras que un grupo de mujeres pobres conocidas como “zie di San Gennaro” (tías de San Genaro), que se distinguen especialmente por su fervor y a veces, cuando el milagro se demora, por la extravagancia de sus súplicas.

El oficiante usualmente toma el relicario por sus extremos, sin tocar el cristal, y de cuando en cuando lo voltea hacia abajo para advertir cualquier movimiento perceptible en la masa oscura de la redoma. Después de un intervalo de duración variable, usualmente no menos de dos minutos o más de una hora; se ve que la masa gradualmente se separa de los lados de la redoma, se torna líquida y de un color más o menos carmesí, y en algunas ocasiones comienza a derretirse y burbujear, aumentando su volumen. Entonces el oficiante anuncia: “Il miracolo é fatto”, se canta un Te Deum y el relicario conteniendo la sangre licuefacta es llevado a la balaustrada del altar donde los fieles pueden venerarlo besando el depósito. Rara vez la licuefacción ha dejado de ocurrir en las exposiciones de mayo o septiembre, pero en la del 16 de diciembre la masa permanece sólida más frecuentemente. Es por eso que muchos consideran el fenómeno de la licuefacción como producido por los efectos del calor. Sostienen que existen ciertas sustancias (p. e. una mezcla de aceite de ballena con éter) que tienen un punto de ebullición bastante bajo. El calor producido por las manos del oficiante, la apretada multitud de espectadores, las luces del altar y en particular la vela que antiguamente se ponía cerca al relicario para permitir a la gente ver que la masa estaba opaca, combinado con el aumento de la temperatura del aire hasta el punto de derretir la sustancia en la redoma –que se asume que es sangre aunque nunca nadie la ha analizado –. Es más, desde los primeros años del siglo dieciocho, científicos escépticos, usando ciertos compuestos químicos, han reconstruido el milagro con mayor o menor éxito; esto es que han sido capaces de exhibir alguna sustancia roja que a pesar de ser en un principio aparentemente sólida, acaba por derretirse después de un intervalo de tiempo sin ninguna aplicación directa de calor.

Sin embargo, puede decirse con absoluta confianza que la teoría del calor no produce ninguna explicación adecuada a los fenómenos observados.

Desde hace más de un siglo se han realizado cuidadosas observaciones de la temperatura del aire en las cercanías de la reliquia durante estas ocasiones y se ha guardado registros. Lo cierto es que acorde a las memorias científicas de los profesores Fergola, Punzo y Speindeo no hay ninguna relación directa entre la temperatura, el tiempo y la forma de la licuefacción. Muchas veces cuando el termómetro ha estado a 25 grados centígrados y hasta más, la licuefacción se ha demorado hasta por veinte minutos e inclusive por cuarenta; mientras que por otro lado el contenido de la redoma algunas veces se fundió en un tiempo considerablemente menor estando el termómetro en 18 o 15 grados. Es más, la teoría del calor no puede ser tomada en cuenta bajo ningún motivo por otro hecho remarcable, observado desde hace doscientos años. La masa que se derrite incrementa su volumen, pero no retorna necesariamente a su volumen original. A veces se ve que toda la redoma está ocupada y otras veces poco más de la mitad. Esto ha llevado a que un científico napolitano, el profesor Albini, sugiera que una nueva teoría física se deriva de observar el comportamiento de un fluido viscoso como la miel parcialmente congelada. Conjetura que la sustancia desconocida de la redoma consiste en una materia sólida altamente dividida que se mantiene suspendida por una cantidad desproporcionadamente pequeña de líquido.

Cuando finalmente el líquido se hunde en el fondo de la redoma , mientras las partículas sólidas forman una suerte de corteza que no se mueve fácilmente cuando el recipiente es puesto hacia abajo. Sin embargo se alcanza la cohesión mediante movimientos repetidos como los que experimenta el relicario mientras se espera impacientemente la licuefacción. Después ese líquido viscoso se endurece fácilmente en las paredes del recipiente y permite la aparición de grandes burbujas de aire que originan la ilusoria apariencia de un cambio de volumen. El profesor Albini sostiene haber reproducido el fenómeno con un compuesto de chocolate en polvo y suero lácteo. Por otro lado, aquellos que han estudiado de cerca el proceso de la licuefacción del contenido de la redoma declaran que tal explicación es absolutamente imposible. Además parecen existir ejemplos de licuefacción bastante probados que ocurren tanto en este caso como en similares reliquias de sangre cuando el relicario no ha sufrido el más mínimo movimiento.

Por consiguiente se ha sugerido que el fenómeno ocurre debido a cierta forma de fuerza psíquica. (ver Di Pace, “Ipotesi scientifica sulla Liquefazione”, etc., Nápoles, 1905) La concentración de pensamiento y voluntad de la multitud expectante y especialmente de las “tías de San Genaro”, tiene capacidad para producir un efecto físico. Pero a esto se debe presentar el hecho de que la licuefacción ha ocurrido muchas veces de manera inesperada y en la presencia de muy pocos espectadores.

Probablemente la dificultad más seria contra el carácter milagroso del fenómeno se deriva del hecho de la misma licuefacción ocurre en el caso de otras reliquias, casi todas conservadas en las cercanías de Nápoles o de origen napolitano. Entre estas reliquias se incluyen la sangre de San Juan Bautista, San Esteban el Protomártir, San Pantaleón, Santa Patricia, San Nicolás de Tolentino y San Luis Gonzaga, entre otros. En el caso de la supuesta licuefacción de la llamada “Sangre de Nuestra Señora” o la de la grasa de Santo Tomás de Aquino quizás nos encontremos ante pura ficción, pero en las redomas tradicionalmente asociadas con los nombres de San Juan Bautista, San Esteban y San Pantaleón indudablemente exhiben en sus respectivos días de fiesta fenómenos exactamente análogos a los ocurridos en el caso de la más famosa reliquia de San Genaro. Además ha sido comprobado por testigos oculares de crédito científico y alta respetabilidad que un bloque de basalto en Pozzuoli, que tiene fama de llevar restos de sangre de San Genaro, se torna vívidamente rojo por un corto tiempo en mayo y septiembre a la misma hora en que el milagro de la licuefacción tiene lugar en Nápoles

Tres puntos sostenidos por investigaciones recientes parecen merecer especial atención:

Parece que el primer registro seguro de la licuefacción de la sangre de San Genaro data de 1389. (ver de Blassis, “Chronicon Siculum incerti auctoris”, Nápoles, 1887, 85) y no de 1456 como se suponía antiguamente.

En 1902 se le permitió al profesor Sperindeo pasar un rayo de luz a través de la parte superior de la redoma durante la licuefacción y examinarlo espectroscópicamente. El experimento arrojó líneas distintivas del espectro de la sangre. Esto, sin embargo, solo prueba que existe alguna cantidad de muestras de sangre en el contenido de la redoma.

Lo más notable de todo es que la evidente variación en el volumen de la reliquia llevó entre 1902 y 1904 a una serie de experimentos en los cuales todo el relicario fue pesado en una balanza bastante exacta. Se encontró que el peso no era más constante que el volumen, y que el peso del relicario cuando la sangre llenaba toda la cavidad de la redoma excedía por 26 gramos el peso de la redoma cuando parecía medio llena. Esta gran diferencia hace que sea imposible creer tal variación substancial en el peso se deba a un error de observación.

Estamos obligados a aceptar el hecho de que, contrariamente a toda ley conocida, un cambio ocurre en los contenidos del recipiente herméticamente cerrado, que los hace más pesados o más ligeros en proporción aproximada a su volumen aparente. (Cavène,333-39). La realidad del milagro de San Genaro ha sido repetidamente sujeto de controversia. Ha tenido que ver con muchas conversiones al catolicismo, notablemente la del viejo Herder. Sin embargo, desafortunadamente se han hecho alegaciones de veredictos favorables expresados por hombres de ciencia de nota, que no siempre son comprobables. El supuesto testimonio del gran químico sir Humphry Davy, que aparentemente expresó su creencia en la autenticidad del milagro parecer ser uno de estos casos.
(Fuente: Radio Vaticano)


HERBERT THURSTON