El milagro de Empel y la Inmaculada

Cuando la Inmaculada heló las aguas para salvar a un Tercio español


El hecho es incontrovertible. Los tercios estaban dispuestos al suicidio colectivo -así lo propuso un capitán-, asediados en un dique por la escuadra holandesa, cuando la súbita e imprevista helada congeló las aguas. Los holandeses tuvieron que marcharse a aguas libres bajo el fuego de los tercios. Los holandeses de entonces dijeron que «Dios era español», y después que fue un insólito concurso de circunstancias fortuitas. Para españoles e italianos -que los había y muchos- no cabía duda que era un milagro, asociado a la vigilia de la Inmaculada y al hallazgo de un cuadro de la Purísima esa misma noche. 
-¿Cómo definiría la actuación de Bobadilla?
-Bobadilla actuó con serenidad y esperanza, infundió en sus hombres fe en que vendría ayuda del Cielo. La Sagrada Escritura dice que el miedo no es otra cosa que la falta de confianza en el auxilio divino, y Bobadilla le supo transmitir esta convicción a sus hombres, que estaban al borde de soluciones extremas. Un gran jefe y un gran creyente -con razón-, como se vio.
En Flandes, quince años después de la batalla de Lepanto, el Maestre de Campo Francisco de Bobadilla combatía en los Países Bajos  defendiendo  los intereses de España y en contra de los rebeldes protestantes  holandeses. 
Hacía mucho frio y los 5.000 soldados del  Tercio estaba apelotonados en un pequeño montículo rodeado por las aguas del rio Mosa. Completamente bloqueados, sin víveres, ni leña, ni ropa seca. Sufrían el  durísimo castigo de la artillería de la escuadra del Almirante Holak. Sin esperanza de auxilio y refuerzos, la situación era desesperada. Se habló de suicidio antes que entregarse a las tropas enemigas. Pero esta vez iba a hacer falta un auténtico milagro para obtener una rotunda victoria y salvar sus vidas: el Milagro de Empel.



Ficha de la Batalla del Milagro de Empel 

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El milagro de Empel es una batalla, y también una obra de arte, pintada, cómo no, por Augusto Ferrer-Dalmau. 
En la noche del 7 al 8 de diciembre de 1585, durante la Guerra de Flandes, los soldados del Tercio de Zamora, al mando del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, lograron una hazaña bélica frente a la escuadra holandesa, por la intercesión de la Inmaculada Concepción.

El cerco holandés se cernía sobre ellos en la isla de Bommel  (Holanda), que se encuentra entre los ríos Waal y Mosa. Mientras excavaban una trinchera alrededor de la Iglesia de Empel, para defenderse del ataque del ejército protestante, un soldado encontró una tablilla de madera con la Virgen de la Inmaculada. 
Bobadilla vio aquel hallazgo como un signo providencial y arengó a sus tropas a seguir resistiendo: “¡Soldados!, El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen de la Inmaculada viene a salvarnos”. La imagen levantó los ánimos a los militares españoles, que hasta entonces se creían perdidos, y evitó su derrota el 8 de diciembre.
Aquella madrugada ocurrió lo impensable. Un viento huracanado heló las aguas que los cercaban. Y hacía siglos que no se helaban. Los soldados atravesaron el hielo y atacaron por sorpresa a la escuadra holandesa, derrotándola.
Sucedió el milagro de Empel, que evitó la masacre de un Tercio español. “Se diría que Dios es español”, se lamentaba el almirante enemigo. Aquel mismo día la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia. Es la patrona de la actual Infantería, y también, de España.
Según Famiano Estrada, un historiador del siglo XVI, la tabla permaneció en Empel hasta la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes bombardearon el pueblo, reduciéndolo a escombros, pero la imagen se salvó, y acabó en la parroquia de San Landelino de Bolduque (Holanda), cercana al viejo Empel.
El milagro de Empel es una batalla, y también una obra de arte, pintada, cómo no, por el eximio pintor de batallas Augusto Ferrer-Dalmau. Desde el verano de 2015 se exhibe en la Academia de Infantería, en Toledo.