La castidad, secuestrada por el hedonismo



Mientras la actriz Mila Kunis se resiste a la norma de Hollywood: pasar por la cama del productor a cambio de trabajo, los escándalos de redes de pederastia estallan por los aires, a los niños se les alecciona en el sexo antes de que sepan leer, y las violaciones de refugiados musulmanes a europeas se disparan imparables, en EEUU hay una verdadera epidemia de enfermedades sexuales entre los jóvenes, sobre todo homosexuales.

La lujuria siempre ha sido una pasión dominante en el hombre poco cultivado espiritualmente y aunque en épocas pasadas el sexo adulterino o la fornicación ha puesto en aprietos a más de uno, hoy está tan difundida la infidelidad matrimonial y la promiscuidad, que palidecerían de asombro los habitantes de la perversas Sodoma o Gomorra que recibieron ajusticiamiento directamente del Cielo. 

Hoy se combate la virginidad como estado desde el cual puede desarrollarse toda una personalidad no alienada por el deseo venéreo, y que es tan libre en actos y mente que da a quien la posee una altura de miras y un desprendimiento verdaderamente angélico de la torpeza lujuriosa que envicia y esclaviza hasta niveles impensables. 

Y si Internet ha favorecido el consumo de pornografía, los casi niños de nuestra sociedad que andan sin supervisión amiga, alimentándose de fango carnal virtual, jamás entenderán lo que significa el amor. Porque una pasión baja les impedirá mirar hacia lo alto, hacia una belleza inaccesible para ellos, ellos que pudieron subir al éxtasis del amor puro, se ven abocados al indescifrable mundo de la genitalidad provocadora, sin que tengan, para ello que acceder al compromiso de una amor de por vida, encerrado en el jardín matrimonial que hace de quienes se entregan el uno al otro, en un amor abierto a la fecundidad, un propósito para el Cielo, siendo ellos mismos un cielo en el que Dios descansa y procrea con ellos hijos para el reino eterno.


L. J