A nuevo año, nuevos propósitos



Con la nueva entrada de año, muchos son los que se fijan metas a conseguir. Metas que quizá repetidamente se vienen haciendo año tras año pero con la ilusión de que por fin los objetivos serán acometidos. Algunos tienen que ver con la incorporación de buenos hábitos de salud o alimentarios, otros con la consecución de algún plan en el ámbito profesional o familiar. Pero los que más se echan de menos son las proposiciones para mejorar la salud espiritual, esto es, dar a nuestra compañera de viaje, el alma, un respiro y hasta algún regalo que le demuestre nuestro aprecio.

Los que hemos sido criados en la religión católica tenemos una ventaja, ya que se nos ha explicado lo que conviene hacer para edificar una morada palaciega en el más allá y no conformarnos con la caseta del perro. Porque todo lo que aquí emprendamos en orden a dar orden a nuestra vida sobrenatural, lo obtendremos multiplicado allí en un ciento por uno. ¿Qué banco hay que dé tantos intereses y además por toda una eternidad?

Dios nos quiere suyos con un propósito; que alcancemos una plenitud de vida que nos realice ya aquí totalmente como personas. Abominar de la fe de nuestros padres únicamente nos trae desgracias. Sólo hay que ver cómo aumenta la desorientación entre los jóvenes, incluso las tasas de suicidio, porque la falta de compromiso que puede verse e ellos, tanto para formar una familia como para cumplir sus obligaciones para con un Padre amoroso y a la vez exigente que se llama Dios, les lleva a aficionarse a intereses perniciosos o ni siquiera eso, porque deambulan en la apatía más absoluta.

Los principios que proceden de la civilización judeo cristiana nos alzan desde unas metas demasiado a ras de tierra y nos proponen una mirada hacia la patria definitiva: el Cielo, al cual cada hombre es nominado para completar su llamada y alcanzar el gozo perfecto.



Isabel Planas