Fco: la conciencia, por delante de Dios









Recordemos estas sorprendentes declaraciones de Bergoglio en una carta abierta a las preguntas del fundador del diario "La Repubblica", acerca del perdón para los no creyentes en septiembre de 2013. Antes y ahora (Amoris Laetitia, cap 8, 301 a 303), la conciencia pasa a ser el juez supremo de la bondad o maldad de los actos morales, aunque sea culpable de ignorancia voluntaria:

VATICANO.- "Dios perdona a quien obedece a su propia conciencia". Con estas palabras, el Papa Francisco respondió hoy, en una carta abierta a Eugenio Scalfari, fundador del diario "La Repubblica", un periodista agnóstico. 

La carta, de cuatro páginas, está dirigida a los no creyentes, y es una respuesta a una serie de artículos publicados por Scalfari. "La misericordia de Dios no tiene límites si se le dirige con el corazón sincero y arrepentido. La cuestión para quien no cree en Dios es obedecer a su propia conciencia", responde Francisco a la pregunta sobre si el Dios de los cristianos perdona a quien no cree. 

"Escuchar y obedecer (a la conciencia) -explica Jorge Bergoglio- significa decidir ante lo que se percibe como el bien o como el mal. Y sobre esta decisión se juega la bondad o la maldad de como actuamos". 
También responde a otros temas presentados por Scalfari, como si es pecado o un error creer que no existe un "absoluto" y sobre ello expresa que tampoco para quien cree se puede hablar de "verdad absoluta”,(!!!) pues "la verdad, según la fe cristiana, , es el amor de Dios por nosotros en Jesucristo y por tanto la verdad es una relación". 

"Cada uno recibe la verdad y la expresa a partir de si mismo, de su historia, de su cultura y de la situación en dónde vive", añade. 

En otro pasaje de la carta, Bergoglio hace referencia a los "hermanos judíos" a quien asegura "han conservado su fe en Dios y por ello nunca se les estará lo suficientemente agradecidos como Iglesia y como humanidad". 

Francisco termina su carta asegurando que "la Iglesia, a pesar de toda su lentitud, las infidelidades, los errores y los pecados que puede haber cometido y que puede todavía cometer a través de aquellos que la componen, no tiene otro sentido que el de vivir y dar testimonio de Jesús”. (Nota: Como siempre, una barbaridad seguida de algo ortodoxo para que todos queden contentos.)



Más errores en Amoris Laetitia, cap 8, número 301-303:

(...)Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma»[339] o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa. Como bien expresaron los Padres sinodales, «puede haber factores que limitan la capacidad de decisión»[340]. Ya santo Tomás de Aquino reconocía que alguien puede tener la gracia y la caridad, pero no poder ejercitar bien alguna de las virtudes[341], de manera que aunque posea todas las virtudes morales infusas, no manifiesta con claridad la existencia de alguna de ellas, porque el obrar exterior de esa virtud está dificultado: «Se dice que algunos santos no tienen algunas virtudes, en cuanto experimentan dificultad en sus actos, aunque tengan los hábitos de todas las virtudes»[342].
302. Con respecto a estos condicionamientos, el Catecismo de la Iglesia Católica se expresa de una manera contundente: «La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales»[343]. En otro párrafo se refiere nuevamente a circunstancias que atenúan la responsabilidad moral, y menciona, con gran amplitud, «la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales»[344]. Por esta razón, un juicio negativo sobre una situación objetiva no implica un juicio sobre la imputabilidad o la culpabilidad de la persona involucrada[345]. En el contexto de estas convicciones, considero muy adecuado lo que quisieron sostener muchos Padres sinodales: «En determinadas circunstancias, las personas encuentran grandes dificultades para actuar en modo diverso [...] El discernimiento pastoral, aun teniendo en cuenta la conciencia rectamente formada de las personas, debe hacerse cargo de estas situaciones. Tampoco las consecuencias de los actos realizados son necesariamente las mismas en todos los casos»[346].
303. A partir del reconocimiento del peso de los condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio. Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo. De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena.