La maldad del “Mal Menor"

No se puede votar bajo ningún concepto a partidos que se opongan abiertamente a las enseñanzas de Cristo.
Lo correcto es no votar o si se vota hacerlo a aquellos partidos que defienden 100 % los principios cristianos irrenunciables. No importa que estas formaciones sean minoritarías y no tengan apenas opciones de conseguir un escaño siquiera.
Nunca es lícito realizar el mal menor moral. La razón es que el pecado nunca es moralmente lícito. En ese sentido es absolutamente falso el adagio: entre dos males hay que escoger el menor. 
Cuando se trata de males físicos, en la necesaria alternativa entre ellos, se escoge razonablemente el menor. Pero entre males morales la alternativa no existe. Un mal moral no se convierte en bien porque se lo escoja en sustitución de otro mayor, que se ofrecía para una elección alternativa. El adagio no tiene aquí aplicación jamás. Antes que realizar lo que es pecado, aunque sea pecado menor y venial, ha de arrostrar el hombre la misma muerte, porque así lo reclama su dependencia de la Suma Santidad divina y su respuesta a la vocación de santidad que se le pide.

Nunca hay necesidad de ejecutar actos pecaminosos que suponen la aplicación de un medio para un fin, porque siempre hay la posibilidad de inhibirse, de no consentir interiormente y de no actuar exteriormente.