Os abrí las puertas del Cielo: ya no tenéis excusa


Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo a Javier Viesca, México, enero 2017 


Sobre: Abrí las Puertas para todos vosotros, ya no tenéis pretexto de decir que no podéis entrar al Reino de los Cielos, lo único que os impide entrar al Reino de los Cielos, es vuestra falta de Fe y vuestra falta de amor hacia Mí.

Hijitos Míos, todos sabéis que lleváis una cruz, la cual, deberéis aceptar por amor, como Yo acepté la Mía y, también, la deberéis llevar con valentía ante todos vuestros hermanos.

O ¿acaso Yo Me quejaba de la Cruz, en la cual estaban incluidas todas las cruces, de todos los hombres, pasados, presentes y futuros? No, Mis pequeños, Mi Cruz, era tremenda. La Cruz que cargué, realmente, simbolizaba, todos vuestros pecados por los que Yo iba a padecer.

Imaginad, todos vuestros hermanos del pasado, del presente, del futuro y Yo, en ese momento, estaba cargando todos los pecados de toda vuestra vida. ¿Nunca os habías puesto a pensar en esto, Mis pequeños? ¡Todos vuestros pecados!, esto es algo tremendo. Cuando vosotros llegáis a conocer de ciertos pecados, de maldades, que el hombre comete y que dañan Mi Corazón Sacratísimo, vosotros mismos os asqueáis de ellos, sed conscientes que Yo cargué con esos y otros peores. Por un lado, Me asqueaba el tener que tomar todos ésos pecados de todos vosotros, pero Yo era la solución para la salvación de todos vosotros, al aceptar, de Mi Padre, esa Misión, de sufrir por vosotros, de darMe por vosotros, para poder abriros las Puertas del Cielo, que estaban cerradas, porque no erais merecedores de entrar al Reino de los Cielos.

El Pecado de Adán y Eva, fue muy grave, pero Mi Salvación fue inmensa y, por eso, la Salvación con la que vosotros vais a poder entrar al Reino de los Cielos, es muchísimo más grande, porque Yo Soy Dios y Yo puedo abarcar todos los tiempos.

Ciertamente, fue un dolor muy grande, vuestros pecados Me ensuciaron, pero los tomé por Amor; y eso no lo tomáis en cuenta cuando Me blasfemáis, cuando os apartáis de Mí, cuando no queréis saber nada de Mí. Por otro lado, tampoco agradecéis Mi tremenda Donación, vosotros mismos, los que Me blasfemáis, los que os apartáis de Mí con grosería, los que Me tratáis con maldad, ¿no habéis pensado nunca, que ya podéis entrar al Reino de los Cielos, gracias a Mi Donación? 

Sí, Mis pequeños, a pesar de vuestra maldad, si vosotros tenéis un arrepentimiento profundo, pedís el perdón de vuestros pecados y si obtenéis el perdón, a través, de un sacerdote Mío, podéis entrar al Reino de los Cielos. Yo abrí las Puertas, también, para vosotros, los que os sentís marginados, los que os sentís llenos de pecado y que nadie os quiere, que nadie os ama, que nadie os busca. Yo, sí os busco y Me di por vosotros, sufrí por vosotros, morí por vosotros, para que pudierais tener las Puertas abiertas al Reino de los Cielos, si volvíais vuestro rostro hacia Mí.

Estoy en la Cruz, he muerto por el bien de vosotros, que estabais muertos por la cantidad de vuestros pecados. Si Yo no hubiera venido a la Tierra a salvaros, las Puertas estarían aun cerradas y nadie, nadie, podría estar gozando, ya, de la bienaventuranza del Reino de los Cielos.

Vuestra maldad os ciega, no os deja ver una realidad y un regalo inmenso que os está esperando. Yo padecí por todos vosotros, he cargado la Cruz de los pecados de toda la humanidad, pasada, presente y futura. A partir de ese momento, abrí las Puertas para todos vosotros, ya no tenéis pretexto de decir que no podéis entrar al Reino de los Cielos, lo único que os impide entrar al Reino de los Cielos, es vuestra falta de Fe y vuestra falta de amor hacia Mí, pero las Puertas, ya están abiertas, no importa la cantidad de vuestros pecados; cómo Me hayáis afectado con vuestros pecados, no Me importan vuestras blasfemias; Me di, sabiendo todo eso y tenéis las Puertas abiertas. Yo Mismo las abrí para vosotros, los que no Me amáis, los que no queréis saber nada de Mí, los que no Me buscáis. No tendréis pretexto al llegar ante Mí, en el momento de vuestro Juicio Personal.

Me di por vosotros y vosotros no quisisteis aprovechar esa oportunidad de entrar al Reino de los Cielos.

Yo no Soy un Dios que tenga maldad en Mi Corazón, como para negaros la entrada al Reino de los Cielos, siempre y cuando, vengáis arrepentidos de todos vuestros pecados. 

Sabéis de hermanos vuestros que pecan en forma gravísima y Yo, aun sabiendo eso, también por ellos Me di. ¿Cuántos de vosotros, os dais, realmente, por un hermano vuestro, en esa forma, a pesar de que lo consideráis vuestro enemigo, que os trata con maldad? Difícilmente le regresáis o le respondéis con un bien, a tanta maldad con que os ataca.

Mi Corazón está lleno de Amor por todos vosotros, y os quiero a todos, pero vosotros no sois capaces de amar a todos vuestros hermanos. Todavía, no hay el suficiente amor en vuestro corazón, como para saber perdonar a aquellos que os hacen un mal. Les criticáis, los maldecís, les deseáis muerte, les deseáis destrucción; eso no es amor, Mis pequeños.

El que Juzga, Soy Yo, si vosotros actuáis así con vuestros hermanos, deseándoles un mal, ¿os merecéis, acaso el Reino de los Cielos? Nadie puede entrar al Reino de los Cielos, si su corazón, todavía, lleva rencor, maldad, odio, celos contra alguno de vuestros hermanos.

Vuestro corazón, todavía, tiene que ser purificado, vuestro corazón, todavía se tiene que volver a Mí porque, vuestro corazón, todavía voltea hacia el mal, le sigue y lo aprovecha, causándoMe a Mí, un gran dolor en Mi Corazón, porque estáis traicionando Mi Amor.

Mucho mal hay, todavía, en vuestro corazón. Veis a algún hermano vuestro haciendo el mal y le deseáis maldad, en lugar de orar por él, para rescatarlo. Podríais decirMe a Mí, que ese hermano vuestro es muy malo que, por sus acciones, no se merece el Reino de los Cielos, y Yo os responderé, que quiénes sois vosotros para juzgar, cuando no conocéis su intimidad, su corazón, sus pensamientos.

En las Sagradas Escrituras, tenéis escrito que muchos ladrones y prostitutas, se os van a adelantar a muchos de vosotros en el Reino de los Cielos, ya que sólo aparentabais, ante los hombres, bondad, cuando, en realidad, vuestro corazón, no Me pertenecía a Mí, sino al enemigo.

Vosotros juzgáis por lo que veis, pero no conocéis el por qué vuestros hermanos están actuando así, qué presiones tienen a su alrededor, qué los obliga a actuar así. Debéis ser más humildes, debéis orar y aprender a callar, antes de hablar mal de alguno de vuestros hermanos.

Os dejé Mis grandes secretos de Amor en las Sagradas Escrituras, pero, no os tomáis ni un tiempo corto al día, para repasar vuestra lección de vida. Os dejé toda esta Sabiduría Santa, para poder entrar, fácilmente, al Reino de los Cielos, pero, ¿qué tanto le dais de este Alimento a vuestra alma? Preferís las cosas del Mundo, preferís lo que no os sirve, para hacer crecer a vuestra alma y la de vuestros hermanos. Preferís lo superfluo a lo profundo, que es Mi Amor. Vivís añorando el poseer al Mundo, tener, tener, poseer, enriqueceros con lo que es del Mundo, y el Alimento de vuestra alma, ¿en dónde está?

Quizá tengáis la Santa Biblia en un lugar bello y especial en vuestro hogar, pero ¿acaso la abrís, para tomar de él, de este Libro Sagrado, la Sabiduría Santa que os heMos dejado? Una frase, sólo una frase, que pudierais leer a diario y que meditarais, ¡os enriquecería tanto! Una frase que meditarais, en lo profundo de vuestro corazón, todos los días, os iría limpiando de tanta maldad, de tanta suciedad que tomáis del Mundo.

Tenéis ahí, el Libro Sagrado, al alcance de vuestra mano. Lo cuidáis como un tesoro, lo presumís, quizá, a vuestros hermanos, pero no lo abrís, para que las hojas no se echen a perder.

¿Os dais cuenta, cómo el hombre actúa con tanta tontería? Cuidáis lo superfluo y no buscáis lo que verdaderamente vale. Las Palabras, Mis pequeños, las Palabras que escritas están en el Libro Sagrado, os pueden transformar, os pueden dar otra vida, os pueden santificar y, con ello, tendréis la llave y la entrada al Reino de los Cielos.

¡Desperdiciáis tanto! No buscáis lo que os va a dar alegría y contento en esta vida y un éxtasis amoroso en la otra vida.

Alimentáis vuestro cuerpo, le dais gusto a vuestro cuerpo en todo. Conocéis, perfectamente, cómo darle contento a vuestro cuerpo, en todos sus sentidos. Lo consentís demasiado y, cuando muráis, ¿qué vais a llevar de vuestro cuerpo, a dónde, realmente, pertenecéis? Nada, Mis pequeños, vuestras riquezas materiales, el bienestar de vuestro cuerpo, no os van a servir para nada para alcanzar vuestro verdadero Hogar en el Reino de los Cielos, y por toda la eternidad.

Satanás ha desviado vuestra atención, os hace añorar lo que es del Mundo y, vosotros, os habéis tragado esa mentira.

Presumís ante vuestros hermanos, porque tenéis más de lo que, la gran mayoría, en lo material, puede tener. Presumís, y eso os lleva a la soberbia, que mata la humildad de vuestra alma, ¿de qué os va a servir, haber ganado el Mundo y aún, fama, fortuna, amores, si nada de eso os vais a llevar? y, es más, os van a detener para poder subir hasta donde Yo estoy.

Todo lo del Mundo es un lastre, y sabéis que ese lastre no os va a dejar volar hacia Mí. ¿Cuándo entenderéis la Sabiduría Divina? ¿Cuándo aprenderéis a aprovecharla? ¿Cuándo venceréis vuestros errores, vuestros defectos, vuestra maldad? Vivís rodeados de mentira, como os he dicho y no permitís que alguien llegue y os enseñe la verdad, porque, en ese momento, os caéis, inmediatamente, del trono en el cual, vosotros mismos os elevasteis. 

Soñáis con ser grandes, cuando, realmente, os estáis arrastrando en el lodo. Aparentáis, con las cosas del Mundo, ante vuestros hermanos, que sois grandes, pero, ante Mis Ojos, estáis igual que satanás, sois serpientes que os arrastráis.

¿Cuántas veces, todo ese lujo desmedido, con el que presumen los grandes personajes del Mundo, ha sido obtenido a través del pecado, la maldad, la muerte, la sangre, la guerra, el desorden? Sí, el desorden de vuestros actos, actos humanos, llenos de vicio y de maldad. 

No os imagináis, Mis pequeños, el dolor que Me causan vuestros errores, vuestros pecados, vuestros desvíos. Si al menos tuvierais, en vuestro querer, buscar el ser mejores, buscar vuestra santidad de vida, buscar la perfección a la que estáis llamados todos vosotros.

Me derrito ante un alma, que tiene esos deseos, de estarMe buscando, que Me busca a Mí, vuestro Dios, que quiere Mi Ayuda para mejorar, para ser grandes, pero para Mis Ojos y no para los hombres. Me deleito ante las almas bellas, que buscan ser una estrella en Mi Cielo Eterno. Me delito deleito con esas almas (Lenguas…), que, como brillantes hermosísimos, adornan Mi Palacio. No os imagináis, Mis pequeños, cómo gozo con esas almas, llenas de Mi Luz, que están ante Mí, que Me cantan, que Me aman, que Me gozan, que Me admiran, que Me buscan para crecer. ¡Cuánto gozo Me dan esas almas! Son el opuesto a aquellas que han buscado el Mundo.

Estas almas bellas, que han sabido escoger, son la delicia de Mi Corazón. Ciertamente, son pocas y eso Me duele pero, también, Me dan tanta alegría, y al verlas tan bellas, no permiten que vea, Yo, hacia abajo, a ver todas aquellas almas que no supieron apreciar todo lo que Yo he hecho, lo que hice y lo que haré por ellas.

Estas almas bellas gozan de Mi Presencia, gozan Mis Palabras, gozan de Mi Luz, viven ese éxtasis amoroso, que solamente se puede vivir aquí, de continuo, en el Reino de los Cielos, y en algunos momentos, en la Tierra.

¡Cuánto quisiera que, todas las almas creadas, fueran la delicia de Mi Corazón y fueran esas gemas preciosas, de colores bellísimos, de corazones palpitantes, por el simple hecho de estar ante Mí! ¡Aprecian tanto, el estar ante su Dios, el estar ante Mí!, agradecen tanto lo que Yo he hecho por ellas, se conmueven con cada gesto, Palabra, Acciones, que Me ven hacer, porque todo en Mí, es Perfecto, todo en Mí, es sencillo. En Mí, no hay nada que os muestre un acto de soberbia sino, todo en Mí, es Donación, exhalo Amor y todo lo creado, que Me ama, que Me busca, que Me quiere, absorbe Mi Amor, crece, goza, ama, vive.

Cada momento, en el Reino de los Cielos, es mejor que el momento anterior; no hay dos momentos iguales. El gozo, cada vez, crece más y las almas gozan, agradecen. Viven alegrías inmensas. Mi Presencia, ante las almas, les da horizontes nuevos, inmensos que recorrer.

¡Las almas, gozan tanto, en el Reino de los Cielos!, Mi Inmensidad es tanta, que un alma no alcanza a abarcar todo lo que Yo creo para vuestro gozo! Colores, sonidos, texturas, sentimientos, todo es nuevo, momento a momento y todo eso, se lo pierden aquellas almas que no tienen deseos de estar Conmigo.

Soy el Rey de la Parábola, que invita a todos, pero ponen pretextos para no venir a Mí, a gozar de los bienes del Palacio. ¿Cómo es posible que, el hombre, que siempre busca el gozo, no le interese venir a donde todo su ser va a experimentar los más grandes gozos que nunca ha imaginado? ¡El hombre es impredecible, el hombre se pierde tantas cosas!

Os estoy regalando Tesoros inmensos por toda una eternidad y, solamente, os pido que Me améis, que cumpláis con lo que Yo os he pedido,para que seáis perfectos, y preferís el mal, preferís el pecado y no os interesa saber que sufriréis eternamente.

A ese grado os engaña satanás, a haceros creer que gozaréis eternamente, con esos gozos sensuales, los que habéis buscado, gozos de vuestros sentidos y no os dais cuenta que vuestro ser, es vuestra alma y no vuestro cuerpo. Vuestro ser vivirá, eternamente, en el gozo eterno Conmigo, o en el dolor eterno con satanás. Vuestra alma, no la habéis cuidado, no la habéis alimentado como es debido.

Os he dado muchas oportunidades, os he puesto muchas ocasiones para regresar a Mí, Me di en totalidad por vosotros, pero vuestro libre albedrío escoge; si escoge con Sabiduría, llega a Mí, al Reino de los Cielos, o, si escoge con inteligencia humana, que yerra y se equivoca, se pierde eternamente.

Venid, pues, Mis pequeños, los que sabéis apreciar las Bondades de Mi Corazón, vuestro lugar está en el Reino de los Cielos. Venid y agradadMe eternamente, siendo esas joyas preciosas que adornarán Mi Castillo, los cielos, el firmamento. Sed de esas almas bellas, que gozaréis y agradeceréis eternamente Mi Presencia y Mi Sabiduría Divina. Vosotros habéis escogido la mejor parte y nadie os la quitará.
Gracias, Mis pequeños.