Otro sacerdote harto de Bergoglio


Hay un párrafo en Amoris laetitia que es la madre de todos los textos. Nos vamos, cómo no, al capítulo VIII para leer, una vez más, lo siguiente: “ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa”.
Me lo voy a aplicar cada día más y desde ahora mismo. Entiendo que si el párrafo se refiere a una posible situación matrimonial irregular desde el punto de vista canónico, es decir, que estamos hablando directamente de un mandamiento obligatorio en toda circunstancia: “no cometerás adulterio, no cometerás actos impuros”, y esta situación hay que interpretarla desde el subjetivismo de que el sujeto lo asuma interiormente o no, con mucha más generosidad habrá que proceder cuando se trate no ya de mandamientos, sino de pura normativa eclesiástica.
Sigo. Dejo el apartado mandamientos y me quedo en normativa eclesiástica, quede claro. Pues nada, sin problemas. La Iglesia me pide, me sugiere una cosa, una campaña, un detalle, una reunión, un encuentro. Digo yo que también se podrá actuar en conciencia, porque, claro, si lo de la gravedad moral del adulterio queda a la comprensión subjetiva y personal del adúltero, dependiendo básicamente de la mayor o menor comprensión de los valores inherentes a la norma, o de unas condiciones determinantes, al punto de que lo hasta hoy considerado pecado mortal se convierta poco menos que en virtud y fuerte de gracia, cuánto más una pura norma o recomendación eclesiástica puede ser obviada sin mayor dificultad si uno entiende en conciencia que debe hacerlo.
Por ejemplo. En unos días, la semana de oración por la unidad de los cristianos. Tengo los materiales aquí delante, los enviados por la archidiócesis de Madrid. Página 7: “separando lo que es polémico de las cosas buenas de la Reforma, lo católicos ahora son capaces de prestar sus oídos a los desafíos de Lutero para la Iglesia de hoy, reconociéndole como un “testigo del evangelio”. Pues miren, y clarito para que no haya dudas, servidor, en aras de su conciencia y del catecismo de san Pío X, no está de acuerdo y no piensa conmemorar la Reforma. Punto. Cosa de su conciencia. Me limitaré a pedir en las misas que el Señor nos conceda vivir unidos en el seno de la Iglesia Católica.
Si se trata de conciencia, conciencia para todos. Y malo es que empecemos a salir por ahí, pero es lo que hay. Si una persona que vive una situación de pareja irregular puede comulgar dependiendo de su conciencia, un señor cura párroco hará o no hará tal campaña o acudirá a tal encuentro o a cuál jornada de formación dependiendo de la suya. Lo malo de todo esto es que, como tenemos las ideas del revés, verán como lo de la conciencia vale para el adulterio, pero no se acepta en una jornada eclesial.
Esto es el empezar. Toma lío.