El sacerdote de alba negra

El demonio no deja de tentar 
Queridos hermanos, ya no se habla del demonio. Son muchos los sacerdotes que simple y llanamente no creen en él, y por tanto, en sus acciones. Pero hay gente que lo tiene dentro de sí, ya sea en forma de posesión manifiesta, como no manifiesta. Porque existe una posesión diabólica que no tiene manifestaciones externas, porque no es tanto una posesión del diablo que ha tomado el cuerpo de la persona, como la misma vivencia del diablo en ella, en todo su ser. El demonio, padre de la mentira , pone de manifiesto, en estas almas, tal afirmación, pues nadie podría sospechar que tal persona ejemplar pudiera estar guiada por el mismo demonio.
Pero además de las posesiones diabólicas, el demonio no deja de actuar contra todas las almas de infinitas formas y maneras. Y esto requiere por parte de nosotros una muy atenta observación de cuanto pasa a nuestro alrededor. Siempre nos va a engañar, al menos lo intentará.Cambia constantemente de cara . Quien no crea en él, o no lo tome en serio, a quien no le de importancia la realidad del demonio, éste, estará zarandeado por el maligno a placer; es decir, vivirá en pecado sin salir de él; muchos ni les preocupará su pecado, otros se verán atrapados en sus debilidades sin tener fuerzas para desprenderse de los lazos del maligno.
Basta un simple mensaje recibido en el teléfono móvil, para ir a una información y ver, por ejemplo, una foto inadecuada que incita la curiosidad y de la curiosidad se pasa al pecado. Y así, de una manera aparentemente simple y cotidiana, como es la recepción de un mensaje en el teléfono móvil, uno peca, o puede pecar. Pero también, basta una simple llamada que nos ha perturbado y creado gran inquietud, que altera nuestra alma, la debilita y la dejar propensa a pecar. De las formas más inesperadas, y aparentemente inocuas e inocentes, el maligno nos lanza sus ataques.
El maligno nunca nos dejará en paz mientras nuestra alma esté en gracia de Dios; con esto quiero indicar que hemos de esforzarnos por mantener el estado de gracia, y nunca sentirnos fuertes y seguros de nosotros mismos; no hemos de bajar la guardia en nuestra confesión, ni en la oración, ni en las penitencias y sacrificios.
Especialmente los sacerdotes debemos estar muy vigilantes con la santidad de nuestra alma, pues el demonio sabe que si gana un sacerdote para sí, gana a muchas otras almas.
Oración, sacramentos, sacrificio y penitencia , este el medio para enfrentarnos a las distintas caras del demonio, a las distintas formas en que nos atacará. La oración constante y ferviente mantiene el alma en el amor a Dios, y en el temor de Dios; la confesión frecuentísima para no dejar que ni siquiera que el pecado venial dañe nuestra alma; la santa misa, vivir la Pasión del Señor, Su Calvario, unirnos a la Santísima Virgen al pie de la Cruz; sacrificios corporales, uso del cilicio, dormir en el suelo, y otras formas de controlar la concupiscencia; ayunos, abstinencias, moderación en la comida. Todo lo anterior mantiene al alma atenta a cualquier circunstancia que ocurra a su alrededor; el alma esta precavida y vigilante a las maniobras del maligno con respecto a ella. Desconfía de su propia mirada, y por tanto cuida mucho lo que mira, también de sus pensamientos, y no deja que ninguno pecaminoso se asiente en su alma. Cuando trata con otras almas, las observa y presiente su sinceridad o por el contrario su torcida intención. El alma que desprecia el camino anteriormente indicado es inevitablemente presa del demonio, en sus muchas formas de rondar al alma, atacarla e infectarla, y llevarla al pecado.
El demonio desprecia el Santo Sacrificio de la Misa
La gran victoria del demonio es que no haya Misa. Si hay un lugar donde le agrade estar al maligno, ese lugar es la iglesia. Hoy día, en la situación actual de la Iglesia, el demonio es un personaje asiduo en los bancos de las iglesias. Aunque no le veamos, está sentado muy gozoso.Espera que entre un alma en pecado mortal para incitarla a que comulgue; se pone al lado de quien comulga en la mano, y con inmenso gozo pisa el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.
El demonio sube al altar, y tienta al sacerdote, y hace que éste mire a donde no ha de mirar, que piense lo que no ha de pensar, que se distraiga cuando ha de estar más atento. Y sigue tentando al sacerdote.
Sabe el maligno que la forma más fácil de tentar es a través de la concupiscencia de la carne. Cuántos sacerdotes están atrapados en ella. En un principio se confesaban, pero poco a poco con el tiempo fueron espaciando su confesión, mientras entretanto seguían pecando con la carne; y así llegaron a normalizar su pecado con la Santa Misa.Son los sacerdotes que nunca estuvieron precavidos contra el demonio, que no hicieron de la oración su vida diaria, que despreciaron cualquier forma de penitencia y sacrificio, considerándolo como algo anticuado y no acorde con los tiempos actuales; que no valoraron su confesión suficientemente al no apreciar el valor de la Santa Misa.
El demonio se sienta al lado de estos sacerdotes y les dice lo que tienen que hacer: dejar de rezar su Oficio divino, introducirlos en la vida mundana, con su placeres y comodidades, les muestra los placeres de la carne, les dice que no pasa nada, que hay pecados más graves, que hay mucha injusticia y pobreza en el mundo, y en nuestro alrededor, como para preocuparse por las tentaciones de la carne, y así, el sacerdote impuro, carnal, mundano se reviste con su alba negra para oficiar la Santa Misa. Él, como los fieles, la ven de color blanca, pero está negra como la negritud de su alma.
Cuando el sacerdote sale al altar con su alba negra , el triunfo del demonio ya es un hecho: el ataque al Santo Sacrificio. La Misa está herida de muerte . ¿Oficiará con santidad este sacerdote? ¿Irá al Calvario? ¿Cargará con los pecados de los penitentes, quien ya no carga con los suyos? La destrucción de la Santa Misa empieza con el sacerdote en pecado mortal en el altar, y con ello la columna de la Iglesia católica se tambalea, y la fe se resquebraja, se debilita y termina por desaparecer. Y la oscuridad llena la Iglesia en todas sus estructuras.El gozo del demonio es inmenso. Se siente triunfante. La debilidad de los eclesiásticos ha propiciado la desaparición de la autoridad , haciendo que el sacerdote de alba negra suba una y otra vez altar sin que nadie se lo impida.
El salmo (49, 16) le recuerda al sacerdote de alba negra : Pero al impío le dice Dios: ¡Cómo! ¿Te atreves tú a hablar de mis mandamientos en tomar en tu boca mi alianza?
  En el Sacrificio del Calvario está la respuesta
¿Qué hacer para que nuestra alba no se vuelva negra? Solamente hay una respuesta: Unirnos a la Cruz en el Santo Sacrificio de la Misa .Hemos de tener cuidado, pues si nuestra alba está blanca, puede volverse negra. Si estamos advertidos los sacerdotes de esta realidad y tomamos las precauciones necesarias, mantendremos a distancia al tentador, que no se podrá acercar. Oración, sacrificio, penitencia y nuestro Santo Sacrificio, de esta forma nuestra alba mantendrá el puro color blanco, el color de la castidad y pureza, el color de la santidad que agrada a Dios. Sólo el sacerdote puro y casto y que ofrece el Santo Sacrificio en altar, agrada al Señor.
Queridos hermanos, en la tradición , está la respuesta a la situación de la Iglesia actual, ante la destrucción de la Santa Misa, ante la faltas de pureza de tantos sacerdotes. La santa misa tradicional, la enseñanza tradicional en los seminarios, la catequesis tradicional, la evangelización tradicional, la Iglesia tradicional , es la respuesta para quien se pregunte sobre la situación actual de la Iglesia.
Ave María Purísima.
Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa