Los católicos ante el combate de boxeo de las jerarquías



Los católicos asistimos atónitos a un combate pugilístico entre dos grupos opuestos de jerarcas: los que desafían el Evangelio, el 6º Mandamiento, el concilio de Trento y el Catecismo de la Iglesia Católica, y los que se mantienen firmes a la Tradición. Ambos equipos andan enfrentados desde que la exhortación del papa Francisco, Amoris laetitia, fue dada a luz con una ambigüedad intencionada para subjetivizar la Palabra de Dios. 

El último soldado rebelde ha sido el cardenal Coccopalmerio, Presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, cuyo apellido ya no prometía nada bueno.  En efecto, ha abierto la posibilidad, de que, no sólo los adúlteros puedan comulgar, cuestión ya aprobada por Francisco según las directrices de Buenos Aires, y repetida en Filipinas, Alemania y Malta, sino que lo hagan incluso los que se hallan en concubinato.

La preocupación en el pueblo fiel no deja de crecer viendo como semejantes disparates son publicados en medios de comunicación sancionados por la Santa Sede, como L´Osservatore Romano, La Civiltá Cattolica o La Editrice Vaticana.

Algo más que el humo de satanás ha entrado en el Vaticano. Es el mismo demonio quien corre por los pasillos de san Pedro dirigiendo sus intrigas y urdiendo estrategias para demoler la Verdad que salió de Dios, (que prohíbe el adulterio en el 6º Mandamiento, o que afirma inequívocamente que quien se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete ese pecado), pues nunca en la historia de la Iglesia se habían difundido tan frívolamente semejantes herejías que constituyen un peligro para almas, pero sobre todo, un grave sacrilegio eucarístico. 

Es un panorama poco menos que desolador, pues en este juego de estrategia, muy pocos levantan su voz para defender la doctrina que el Hijo de Dios nos legó para poder heredar la vida eterna, y así los masones-modernistas tienen las de ganar. Que siempre han habido judas en la Iglesia de Jesucristo, es sabido, pero que ahora -multiplicados exponencialmente- no tengan a nadie más que a una decena de jerarcas para pararles los pies, es cosa que clama al Cielo. Y así muchos obispos, sacerdotes y cardenales asumen el papel de los perros mudos bíblicos, ajenos a lo que señala el Levítico: reprende a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado. 

Quien sepa rezar, que rece, y quien no, que aprenda, porque se acerca un tsunami épico que arrastrará consigo a todo católico que no se haya atado a sí mismo, firmemente, a la roca de Jesucristo


AC