Cómo centuplicar el poder sobre las fuerzas del Mal.

La familia de Dios (Jesús a Ottavio Michelini, sacerdote, 1975)

En cualquier familia ordenada en el amor, cada miembro que la constituye,
concurre al bien común en un intercambio de bienes dados y recibidos en
una comunión armoniosa.
En un grado con mucho superior, así es en la gran Familia de todos los hijos de Dios: militantes en la tierra, en espera en el Purgatorio y bienaventurados en el Paraíso.
Por tanto es necesario, con el fin de volver cada vez más rica de frutos divinos la fe en esta Realidad divina y humana, brotada de mi Inmolación en la Cruz, tener sobre ella ideas precisas.

Se debe:

1) Creer firmemente en el dogma de la Comunión de los Santos.

2) Cuando se habla de la familia de los hijos de Dios, los sacerdotes deben dejar bien claro que a esta familia pertenecen los peregrinos en la tierra, las almas en espera en el Purgatorio y los justos del Paraíso, esto es los santos.

3) Los sacerdotes (muchos de los cuales ponen el acento casi exclusivamente en las cuestiones sociales en favor de los hermanos
militantes, deplorando con razón las injusticias perpetradas) olvidan
casi siempre las injusticias más graves en perjuicio de los
hermanos que están en el Purgatorio.

Para tal gravísima omisión se necesita o no creer en el Purgatorio o no creer en el tremendo sufrimiento al que las almas purgantes están
sometidas.
La necesidad de ayuda de las almas en espera es bastante más grande que la de la criatura humana que más sufre en la tierra.
El deber en fin de caridad y de justicia hacia las almas en pena es mas acuciante para vosotros en cuanto que , no raras veces, hay allí almas
purgantes que su­fren por culpa de vuestros malos ejemplos, porque
habéis sido cómplices con ellas en el mal o en cualquier forma ocasión
de pecado.
Si la fe no es operante, no es fe.

La vida continúa

Hijo mío, se necesita hacer entender con claridad que la vida continúa después de la tumba.

Todos aquellos que os han precedido en el signo de la fe, sea que estén en el Pur­gatorio o ya en el Paraíso, todavía os aman con amor mas puro, más
vivo y más grande.

Están animados por un gran deseo de ayudaros a superar las duras pruebas de la vida para que alcancéis, como ellos ya han alcanñado, el gran punto de llegada, el fin de la vida misma.

Ellos conocen ya muy bien todos los peligros que acechan a vuestras almas.
Pero su ayuda con respecto a vosotros, está condicionada en buena medi­da por vuestra fe y vuestra libre voluntad para acercaros a ellos con la
oración y con la confianña en su eficacísimo patrocinio ante Dios y la
Virgen Santísima.

Si los sacerdotes y los fieles están animados de vivísima fe, conscientes de los inagotables recursos de gra­cias, de ayudas y de dones que pueden obtener de este Dog­ma de la Comunión de los Santos, verán centuplicado su poder sobre las fuerzas del Mal.

Yo he dotado a mi gran Familia de riqueña y po­tencia insondable y la robustezco con la fuerza invenci­ble de un Amor infinito y eterno.