Forte, Melloni contra los 4 cardenales (S Magister)

Forte
Sandro Magister
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Para entender cómo actúa Francisco con sus opositores, el arzobispo y teólogo Bruno Forte es un oráculo fiable, especialmente desde el momento que hizo público lo que le dijo el Papa durante el último sínodo, en el cual se desempeñó como secretario especial:
"Si hablamos explícitamente de comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, no sabemos qué lío podemos llegar a provocar. Entonces no hablemos de modo directo, hazlo de tal forma que estén presentes las premisas, después yo extraeré las conclusiones".
Las conclusiones, se sabe, Francisco las ha trazado en la exhortación post-sinodal "Amoris laetitia", pero en una forma tan ambigua que inevitablemente agravó las contraposiciones y las confusiones en toda la Iglesia, e indujo a cuatro cardenales a pedirle públicamente que clarificara las "dubia" creadas por su magisterio líquido.
Pero para Bruno Forte no, no son las palabras de "Amoris laetitia" las que han generado las dudas, sino que son éstos últimos y quienes las plantean los que "siembran inseguridades y divisiones entre los católicos, y no sólo en ellos".
Esto y otras cosas ha dicho el arzobispo y ex secretario especial de los dos sínodos sobre la familia, también hombre de confianza de Jorge Mario Bergoglio, en la conferencia que celebró el 9 de marzo, en Roma, en la iglesia de San Salvador en Lauro, presentado por el obispo auxiliar de la diócesis del Papa, Gianrico Ruzza y con un relator de refuerzo, inmediatamente después de él Alberto Melloni, el historiador de la Iglesia y líder de la célebre "escuela de Boloña".
El argumento principal que Forte ha desenvainado en apoyo de la línea del papa Francisco es la concordancia entre lo que está escrito en "Amoris laetitia" y las proposiciones votadas por el sínodo de los obispos: un "consensus fidelium" – agregó – del cual se han separado, injustificamente, lo que han planteado las "dubia".
He aquí sus exactas palabras al respecto, transcritas a partir de la grabación de audio de la conferencia:
"Los puntos finales del sínodo han sido aprobados por los representantes de los episcopados de todo el mundo, con una mayoría extraordinaria: casi todos por unanimidad y los más delicados al menos por los dos tercios. Francisco tenía las ideas claras, sabía adonde quería llegar. Cuando me llamó para desempeñarme como secretario del sínodo me dijo: 'Para mí es importante que lleguemos juntos, con todos los obispos del mundo, porque el Papa es el siervo de los siervos de Dios y yo quiero que crezcamos juntos. No le importa a nadie escribir un documento para la Iglesia sin el camino que hemos recorrido'. Éste es un aspecto que no debe ser pasado por alto. El papa Francisco se ha tomado en serio la colegialidad. Hay quien ha calculado que la exhortación post-sinodal está redactada en un 85% con textos de la relación final del sínodo. Son textos madurados colegialmente, con el episcopado del mundo que se ha comprometido en torno al sucesor de Pedro. En consecuencia, estamos realmente frente a un 'sensus', a un 'consensus fidelium' impresionante. Es por eso que las 'dubia', subterráneamente, plantean dudas sobre quienes las han suscitado, porque algunos de ellos estuvieron ausentes del sínodo y no han visto que gran tensión de comunión hubo".
Naturalmente, Forte no hizo la más mínima alusión a cómo el doble sínodo fue manipulado desde arriba, incurriendo entre otras cosas en un clamoroso incidente a mitad de la primera sesión – cuando el mismo Forte fue acusado públicamente por el cardenal relator Peter Erdo de haber escrito de su cabeza partes de la "relatio post disceptationem" – y en una todavía más clamorosa carta de protesta y de apelación al Papa de trece cardenales al comienzo de la segunda sesión.
Tampoco hizo alusión a la anomalía de una presunta "colegialidad" que produjo textos rechazados en los puntos más controvertidos por casi un tercio de los padres sinodales, y aprobados con pocos votos de margen sólo gracias a una ambigüedad y reticencia de lenguaje aún más apremiantes que las que luego fueron insertadas en "Amoris laetitia".
Más bien, entrando en el contenido de las objeciones, Forte contestó la acusación de "relativismo" dirigida al Papa y a su [famosa frase] "¿Quién soy yo para juzgar?".
Lo hizo remitiendo al "gran jesuita" Karl Rahner y a san Ignacio de Loyola, sobre cuyas huellas – dijo – Francisco va en contra del relativismo, porque "conjuga el carácter absoluto de la verdad con el carácter absoluto de la caridad, en un esfuerzo cotidiano de discernimiento, en el cual ninguno se sienta excluido".
Se puede presumir con una cierta seguridad que estas definiciones expuestas por Forte son también lo que piensa el papa Francisco contra las objeciones de los cuatro cardenales, y no sólo de ellos.
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Menos directamente atribuible al pensamiento de Francisco, pero también expresión de los sentimientos de la corte pontificia, es la expresión burlona con la cual, inmediatamente después de Forte, el profesor Melloni se la tomó con los cuatro cardenales de las "dubia".
"La especialidad que tienen ciertos miembros de la Iglesia – dijo aludiendo a ellos – es la de creer que son la mitad de la Iglesia. Es como si la cereza creyera que es la mitad del cerezo".
Y luego avanza diciendo que "las cuatro cerezas que antes cité" no han comprendido nada, ni el famoso dicho de Juan XXIII - "No es el Evangelio el que cambia, somos nosotros quienes cambiamos en el tiempo" - ni “la auténtica autoridad doctrinal” que Francisco reconoce no sólo a los sínodos sino también a las conferencias episcopales.
Lo único que los cuatro creen, según Melloni, es que "la función del magisterio es la de hacer la suma algebraica entre las afirmaciones de una encíclica a otra".
Pero desgraciadamente, lamentó el profesor Melloni, los cuatro (cardenales) se han dotado de una caja de resonancia exorbitante, que "transforma sus pequeñas cosas en una mitad de la realidad". Y contó de un encuentro suyo en China con los seminaristas de Shangai, "quienes sabían muy poco de 'Amoris laetitia' pero sabían todo sobre las 'dubia'. Para ellos las 'dubia' eran cosas serias y graves, y por el contrario, el texto de 'Amoris laetitia' era un poco extravagante".
Concluyó Melloni diciendo que:
"Lo que más golpea de las 'dubia' no es que alguno las plantee, aunque encuentro extremadamente impropio el instrumento mismo de las preguntas hechas al Papa. Los obispos y los cardenales tienen todo el derecho y también el deber de decir al Papa lo que piensan, pero tratar al Papa como imputado, como se hace en los procesos [judiciales], no está bien, no tienen el derecho de hacerlo, no ayuda en nada".