Visiones de Catalina Rivas

“Señor, Señor... ¿Por qué Me Has abandonado...?”


El Señor me regaló la Gracia inmensa de poder contemplar también ese momento. Sucedió así:

Estaba yo en oración con los ojos cerrados, frente al pequeño altar de mi cuarto de trabajo, donde tengo un crucifijo, una imagen de la Virgen, y una pequeña cajita con las reliquias de algunos santos. Abrí los ojos y frente a mí había otra cosa: No estaba más aquel lugar, sino que veía un cielo oscuro que relampagueaba, con truenos fuertes, y tres hombres crucificados.
La imagen se acercó hasta casi tenerla a una distancia que parecía de dos metros desde donde yo estaba y solamente tenía a Jesús agonizante frente a mí, tan cerca que estiré la mano, pero al constatar que no llegaba, comprendí que era otra visión.

Jesús jadeaba, y pude ver que hacía esfuerzos por aspirar aire. Esto bien lo conozco por haberlo vivido tantas veces... Sus ojos estaban desorbitados, la boca tan seca que cada vez se le dificultaba más el modular las palabras.
Comenzó a sollozar y las lágrimas ensangrentadas corrían por sus mejillas heridas, cuando mirando al cielo dijo: “Eli, Eli...lama sabactani...” Señor, Señor... ¿Por qué Me has abandonado?

No pude soportarlo y rompí en un sollozo, con un llanto que pocas veces había derramado en mi vida. Entonces escuché internamente Su voz:
“Hijita, hay muchas páginas escritas acerca de estas palabras, que parecieran dar a entender que únicamente sentí el abandono de Mi Padre en ese momento, como Hombre. Esto iba mucho más allá. Recuerda que desde la Cruz veía todos los tiempos venideros y a todos los hombres y mujeres que sufrirían: unos porque se fabrican cruces propias, otros porque se las imponen sus hermanos, quienes no pueden llevarlas...”

“En ese grito reclamé el abandono del Vía Crucis de toda la humanidad. Sentí en Mis propias llagas las infinitas llagas de todos los cuerpos que serían torturados por el hambre y la miseria. Millones de voces se unían a la Mía para decir: ‘Señor, Señor... ¿Por qué me has abandonado? me estoy muriendo de hambre, cuando hay personas que se enferman de gula... ¡Mi vida es un ayuno continuo y forzado, mientras hay personas que no saben en qué consiste el ayuno y se dicen cristianos...!’

“Sentía las heridas que son consecuencia de la injusticia y la crueldad que sufrirían los crucificados de todos los tiempos en el destierro, en los campos de refugiados; el dolor de las llagas de los encarcelados, rechazados y despreciados por la misma sociedad que los llevó a ese lugar con su egoísmo...Y esas voces desde el silencio se unían a la Mía diciendo: ‘Señor, Señor... ¿Por qué me has abandonado? Tú no creaste fronteras, Tú no hiciste cárceles, Tú no querías una sociedad de pocos ricos y otra con multitudes de marginados...’
“En Mis brazos y piernas sentía el dolor que siente un minusválido, y en la cabeza, las espinas Me enseñaban lo que sufrirían los deficientes o enfermos mentales, a quienes, muchas veces, hasta sus propios familiares humillan con su rechazo. El grito de estos seres se unía al Mío: ‘¿Por qué, Padre, permites que se rían de Mí, que me marginen, que me encierren, si no tengo yo la culpa de estar en este estado...? ¿No piensan que ellos podrían un día estar como yo y sentir lo mismo?’

“Sentía en Mi pecho el dolor que siente un anciano cuando es olvidado por los suyos, por los propios y extraños; cuando es abandonado en un asilo, a merced de miradas y manos ajenas, porque ya sus manos no son capaces de trabajar para dar de comer a los suyos, o porque las nuevas y elegantes amistades de sus hijos y nietos, no podrán entender las limitaciones de una persona mayor.”
“Están cansados ya de prohibirle que hable, para que no diga cosas ‘impropias’, porque la memoria ya no le funciona...

 En algunos casos, ‘piadosamente’ se compadecen de ellos y los asesinan ‘para que dejen
de sufrir’ y entonces sus voces se unían a la Mía para decir: ‘Señor, Señor, ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué permites que me tiren a la calle aquellos a quienes enseñé a caminar un día? ¿Por qué permites que los demás, quienes pasan por mi lado, sientan asco de mi pobreza, mis sucias vestimentas y me humillen, haciendo gala de su juventud y su riqueza? ¿Por qué este hijo mío quiere que me apliquen la ‘Eutanasia’ para acortar mis días y aumentar su condena en los infiernos?’

“Sentía en la piel el ardor de todos aquellos que serían marginados por pertenecer a determinada raza, y por lo mismo serían obligados a ubicarse en la misma condición de un perro al que se le limita el paso a determinados sectores de la casa. Sus voces, llenas de impotencia y de dolor clamarían junto a la Mía: ‘Señor, Señor... ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué permites que otro hombre, tal vez más pecador que yo, tal vez más infiel, quizá menos inteligente, con instintos más parecidos a los de las bestias que a los nuestros, se rebaje de su condición de Hombre y me rebaje de mi condición de ser humano porque no tengo la piel como la suya?’

“Sentía la angustia de todos aquellos hombres y mujeres que en el momento de su muerte se encontrarían con que ‘se habían equivocado’; con que su vida fue una pérdida continua en el pecado, en los placeres y en la negación de Dios y su condenación sería inminente... ¡Por una eternidad de eternidades, a cambio de haber vivido a su antojo durante ‘x’ años! ¡Oh, dolor !...”

“Pero también sentía el dolor de aquellos cristianos que en el momento de su muerte se encontrarían con que estaban en lo cierto: que habían creído, se habían alimentado y habían vivido, supuestamente ‘como buenos cristianos’, es decir, cumpliendo muchas cosas, pero omitiendo otras tantas, como el llevar ese su conocimiento a los demás, el pensar egoístamente en salvarse a sí mismo pero desentenderse de lo que pase con el vecino, que vive sin conocer nada de Dios. ¡Y la justicia es para ambos grupos: para los que no quisieron conocer a Dios y para los que no hicieron nada por llevar la fe, por ser portadores de la esperanza para los demás!”

“Sentía en cada centímetro de Mi Cuerpo el dolor de cada niño asesinado en el cuerpo de su propia madre. Y su inocencia se unía a
Mi grito de impotencia humana: ‘Señor, Señor, ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué permites que esta mujer que podría acunarme en sus brazos para calentar mi pequeño cuerpo me condene a no ver la luz terrena y se condene para no ver la Luz del Cielo?’

“Así, contemplando Mis heridas y las heridas de la humanidad pensé en Judas y en todos los traidores y también en todos los que serían traicionados por sus amigos, vendidos por 30 monedas del infierno: Por una situación económica mejor; a cambio de mayor poder, para dejar salir a flote su soberbia; por envidia que solo puede aplacarse con buscar el desprestigio de la persona envidiada; por ambición de poseer lo que no se posee...”

“Y entonces sentí el grito de aquellos que sentirían el beso del traidor en su mejilla, como una baba maloliente, como sentí el beso de aquel que un día fue Mi querido hermano. En ese momento grité con todas Mis fuerzas: ‘Señor, Señor... ¿Por qué me has abandonado...?’ ”

“El atributo más admirable en el hombre, con respecto a otro hombre, es la capacidad de sentirse ‘amigo’, al punto de poder recibir de él un consejo o una llamada de atención con amor, sabiendo que con amor también uno se lo daría; al punto de poder corregir al amigo y decirle: no por ahí, hermano, porque te vas a equivocar; al punto de entenderse ambos con una mirada, con una sonrisa, y apoyarse con un apretón de manos que quiere decir: ‘aquí estoy, puedes contar siempre conmigo’.”

“Amigo es aquel que se incomoda, que se priva de algo o de muchas cosas para ofrecértelas. Amigo es aquel que es capaz de privarse de sus horas de descanso para trabajar por ti. Amigo es aquel que puede en un momento renunciar a la comodidad de su casa para hacer que te sientas cómodo, querido y apreciado. Amigo es aquel que deja su tierra para ayudarte a salvar la tuya. Amigo es aquel que te confía sus penas y alegrías, que siempre es transparente para ti y que siempre te llevará hacia un crecimiento en la fe y en el amor a Dios. Amigo es aquel que edifica, que une, que reúne... no el que destroza, destruye, derriba para sentarse encima de los escombros. Amigo es aquel que da la vida para salvarte... como lo hice Yo.”

“Y porque Soy amigo de los hombres, cada una de las heridas que
sufren los Míos ocasiona Mi compasión y Me obliga a buscar la medicina apropiada. Quiero decir que tengo memoria muy reciente y muy viva de cada injusticia, de cada desprecio, de cada marginación, de cada ‘beso falso’, de cada humillación...”

“¡No, Yo no Me olvido de aquellos a quienes ustedes, los hombres olvidan! ¡Yo escucho a quienes ustedes no oyen, porque los ruidos de sus almas les impiden tener la paz para escuchar a los otros y lo que sus acciones quieren decirles, por irrazonables que les parezcan!”


“Yo coloco dulcemente en Mi Sagrado Corazón a aquellos que ustedes dejan tirados por el camino, a aquellos a quienes ustedes calumnian, a aquellos a quienes ustedes destrozan por alcanzar lo que ellos poseen: Bienaventuranzas!”


Catalina Rivas