El Juicio de Cristo sobre el Falso Profeta

 EL PRIMER HOMBRE: LA CABEZA DE LA IGLESIA

Jesús es muy duro con este Papa, que no sabemos quién es aunque podríamos pensar que es el Falso Profeta anunciado en el Apocalipsis.

Recuerda que esto fue escrito por el siglo XIV.
Jesús le revela a Santa Brígida:
Ahora declaro mi disgusto contigo, cabeza de mi Iglesia, tú que te sientas en mi asiento. 
Les concedí este asiento a Pedro y a sus sucesores para que se sentaran con una triple dignidad y autoridad
Primero, para que pudieran tener el poder de atar y desatar a las almas del pecado; 
Segundo, para que pudieran abrirle el Cielo a los penitentes; 
Tercero, para que cerraran el Cielo a los condenados y a aquellos que me desprecian
Pero tú, que deberías estar absolviendo almas y presentándomelas, eres realmente un asesino de almas
Designé a Pedro como el pastor y el sirviente de mis ovejas, pero tú las disipas y las hieres, eres peor que Lucifer.
Él [Lucifer] tenía envidia de mí y no persiguió matar a nadie más que a mí, de forma que pudiera él gobernar en mi lugar. 
Pero tú eres lo peor porque, no sólo me matas al apartarme de ti por tu mal trabajo sino que, también, matas a las almas debido a tu mal ejemplo
Yo redimí almas con mi sangre y te las encomendé como a un amigo fiable. Pero tú se las devuelves al enemigo del que yo las redimí. Eres más injusto que Pilatos.

Este Papa, al que Jesús le dice “peor que Lucifer, más injusto que Pilatos” posiblemente que causará la Abominación de la Desolación profetizada por Daniel.

Aclara el Señor que Pilatos sólo lo condenó a muerte:
Pero tú no sólo me condenas como si yo fuese un pobre hombre indigno, sino que también condenas a las almas de mis elegidos y dejas libres a los culpables
Mereces menos misericordia que Judas.
El juicio continúa y Jesús nos recuerda sus críticas enfrentando a los fariseos y doctores de la ley:
Judas tan solo me vendió. Pero tú, no solo me vendes a mí, sino que también vendes a las almas de mis elegidos en base a tu propio provecho y vana reputación. 
Tú eres más abominable que los judíos.
Ellos tan sólo crucificaron mi cuerpo, pero tú crucificaste y castigaste a las almas de mis elegidos para quienes tu maldad y transgresión son más afiladas que una espada.

La actitud de Jesús es la de un justiciero que, según recitamos en el Credo “vendrá a juzgar a vivos y muertos” y a “separar el trigo de la cizaña”.

Así, puesto que eres como Lucifer, más injusto que Pilatos, menos digno de misericordia que Judas y más abominable que los judíos, mi enfado contigo está justificado.

LOS TERRIBLES CASTIGOS

Después, ante los ojos sin duda asombrados de Santa Brígida, el Señor continuó,
La espada de mi severidad atravesará tu cuerpo, entrando desde lo alto de tu cabeza y penetrando tan profunda y firmemente que nunca podrá ser sacada. 
Tu asiento se hundirá como una piedra pesada y no cesará hasta que alcance la parte más baja de las profundidades. 
Tus dedos, es decir, tus consejeros, arderán en un fuego sulfuroso e inextinguible.
Tus brazos, es decir, tus vicarios, que deberían haber conseguido el beneficio de las almas, pero que en su lugar consiguieron provechos mundanos y honores, serán sentenciados al castigo del que habla David: ‘Que sus hijos queden huérfanos y su mujer viuda, que los extraños le arrebaten su propiedad’. 
Explica Jesús aquí los términos que ha pronunciado:
¿Qué significa ‘su mujer’ sino el alma que ha sido separada de la gloria del Cielo y que quedará viuda de Dios?
Sus hijos’, es decir, las virtudes que aparentaron poseer y mi gente sencilla, aquellos que se les sometieron, serán apartados de ellos. 
Su rango y propiedad caerá en manos de otros, y ellos heredarán la eterna vergüenza en lugar de su rango privilegiado.
Sus mitras se hundirán en el barro del infierno y ellos mismos nunca se levantarán de él. 
Por ello, lo mismo que el honor y el orgullo que alcanzaron sobre otros aquí en la tierra, se hundirán en el infierno tan profundamente, más que los demás, que les será imposible levantarse. 
Sus extremidades, o sea, todos los sacerdotes aduladores que les secunden, serán separados de ellos y aislados.
Igual que una pared que se derrumba, en la que no quedará piedra sobre piedra y el cemento ya no se adherirá a las piedras. 
La misericordia nunca les llegará, porque mi amor nunca les calentará ni les repondrá en la eterna Mansión Celestial. 
En su lugar, despojados de todo bien, serán eternamente atormentados junto a sus líderes.

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