Los ataques al autobús de HazteOir, un signo




No me considero una persona mejor que las demás, pero sí sé pensar, y cuando leo que el autobús de HazteOir/CitizenGo, ha sido prohibido, censurado, detenido por un juez, vandalizado, apaleado con un bate de béisbol, por llevar un mensaje obvio, tan obvio como decir que las rosas rojas son rojas, o sea, que los niños tienen genitales masculinos y las niñas, femeninos, además de haber amenazado de muerte a su promotor, Ignacio Arsuaga, caigo en la cuenta de que una tendencia peligrosamente absurda se ha instalado en occidente para no marcharse, ávida de víctimas de lo verdadero.

El discurso pro transgenerismo, amplificado por gentes a quienes ni les va ni les viene, a no ser porque reciben subvenciones de ciertos innombrables, (por cierto, ¿qué porcentaje de la población es transexual?, ¿un 0,1 %? y creo que aún soy generosa), ataca el mensaje que la naturaleza ha sentenciado sobre las células del organismo dotándolas con una carga genética sexual implícita: masculina o femenina, en cada una de ellas.

Para los reticentes: un estudio publicado en el Journal of Adolescent Health realizado en Boston en 2015 comparó los historiales clínicos de 180 jóvenes transexuales con otro grupo no transexual. Las conclusiones son abrumadoras: los transexuales tenían una probabilidad de dos a tres veces mayor de sufrir trastornos mentales, depresión, ansiedad, pensamientos suicidas, intentos de suicidio y autolesiones.
Otro estudio de PLoS One sobre 300 personas tras someterse a un cambio de sexo expone un nivel “extraordinariamente alto de comportamientos suicidas”.

Es fácil sacar las consecuencias: quien de verdad ame la causa transexual no debe alentar un comportamiento que se muestra altamente perjudicial, sino luchar por revertir esta tendencia.

El plan de fomento de la inversión sexual se fragua desde hace años en las escuelas, de ahí que la homosexualidad esté disparada entre los adolescentes de EEUU. Y, ¿quién gana con  esto? 

Las conductas en oposición a los cánones establecidos por Dios, -tan insuperables que permiten un orden asombroso en el universo por un intrincado sistema de leyes-, sólo pueden traer autodestrucción. La naturaleza reproductora del ser humano está constituida de modo que sólo cooperando los dos sexos, se puede generar. 

Sepamos discernir los planes de los globalistas que empujan la homosexualidad como modo de reducir la población, puesto que el acto homosexual es naturalmente estéril. Planes que sólo favorecen sus metas pero que hacen desgraciados a quienes son embaucados por ellos, porque contra Dios no se puede actuar sin violar las leyes que llevamos inscritas en nuestro mapa genético, y Quién nos creó tiene algo que decir.


Cristina Téllez