Fuera Sotanas y Hábitos


Lo primero del Masterplan contra la Iglesia Católica es quitar de la gente las cosas externas “sin importancia”. Los primeros años se dedicarán a que las gentes no usen las medallas, ni los escapularios… que los ¡SACERDOTES Y MONJAS DEJEN DE USAR HÁBITOS!, todas estas cosas externas parecen “sin importancia”, dice el Masterplan, pero son testimonios de vida que constantemente mantienen en el ambiente de Dios, de Cristo y de la Virgen… y eso es lo primero que hay que quitar. 
Hace 2O años el Masterplan planeó quitar estos hábitos porque son testigos de vidas que se dan a Dios. Cada hábito de una monja en la calle, era un grito de vida entregada al amor de Dios, era el grito silencioso, pero constante, de que Dios y Cristo existen en el siglo XX, de millares de personas dispuestas a sacrificar su única vida por amor a Cristo.

El plan era empezar a decir que los hábitos son cosas anticuadas; en segundo lugar divulgar la idea de que vestidos de seglares, los sacerdotes y monjas, se pueden introducir e infiltrar en ambientes, mientras que el hábito era una barrera que separaban a los “hermanos” protestantes de los católicos.

El Masterplan ha tenido sin duda gran éxito. Ya no se ven monjas ni sacerdotes en las calles, ni en ninguna parte. Esta es la primera parte del plan. La parte final del plan es conseguir que no existan de verdad. El Masterplan espera que la gente se olvide de la figura del sacerdote y de la monja; al no verlos está seguro que la juventud va a ignorar su existencia y así a nadie se le va a ocurrir ni pensar en la posibilidad de hacerse sacerdote o monja.
QUERIDO SACERDOTE O MONJA: ¡POR FAVOR… POR AMOR A DIOS, PÓNGANSE OTRA VEZ SU SOTANA Y SU HÁBITO! 
Cada paseo que dé por la ciudad estará gritando el amor a Dios y al prójimo cien mil veces mejor que con mil discursos o con mil obras; será un testimonio viviente del amor de Cristo que sigue existiendo realmente en su vida. Y siéntase orgulloso de ser lo que es y demuéstreselo al mundo.
A mi hijo de seis años lo llevé a una escuela católica de monjas que visten de seglares; lo presenté a la directora y mi hijo le preguntó: ¿por qué Ud. no se viste de monja, es que le da vergüenza de que la gente sepa que usted es monja? La directora se puso más roja que un tomate, y no contestó nada… y a mi hijo… después de dos años, ya se le había olvidado eso de que existen monjas. Para él, sólo hay “maestras”… como si Dios hubiera dejado un poco de pasear por las escuelas.