Nosotros: una masa manipulada por la élite

Decíamos ayer que el aborto, el sacrificio de seres inocentes, entendido, encima, como un derecho, está en la lógica natural de Satanás y de sus delegados, los niveles más altos de la masonería. Alberto Bárcena, autor de Iglesia y Masonería, libro de Ediciones San Román que no me cansaré de recomendar, ha dejado para la parte final de su obra lo más sabroso, incluso morboso, por aquello de que se trata de la masonería en el mundo actual. Vamos, el ‘Hola’ de los hijos de la Viuda y del culto a Lucifer… de ahora mismo.
Veamos. La etapa fin de ciclo que nos toca vivir comenzó en 1917. Ahora estamos ‘celebrando’ el centenario, con dos acontecimientos, el uno sacro y el otro antisacro. En 1917 se producen las apariciones de Nuestra Señora en Fátima, donde comienza la etapa final de la historia y, en 1917, con la Gran Guerra tocando a su fin, la masonería puso en marcha la Sociedad de Naciones, antecesor de la masónica ONU.
Atención a este nombre: Edward Mandell Housejefe de Gabinete e ideólogo y asesor de aquel presidente pintoresco, por decir algo, de EEUU, llamado Woodrow Wilson.
El masoncete Mandell fue el creador de la Sociedad de Naciones, primer intento masónico de crear un gobierno mundial con una élite mundial, naturalmente. Y también fue quien creó, atención, el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), peligrosísimo instrumento en la sombra que es el padre de tan sonoros instrumentos masónicos como la Trilateral o el famoso Bilderberg. Por ejemplo, es muy difícil que sin pertenecer al CFR, es decir, sin obedecer al CFR, llegues a la Casa Blanca. Trump no está en ese circuito, así que a los masones no les agrada. Al CFR han pertenecido presidentes masones (Truman, Johnson, Ford, Clinton, Bush padre) y otros no masones (Eisenhower, Kennedy, Nixon o Carter).
Las familias que han aportado, amamantado, y por tanto, mangoneado, el CFR son los Rothschild y los Rockefeller, qué causalidad. Mayor solera los primeros, claro está, procedentes de Centroeuropa y que han estado detrás de los excesos de la Revolución Francesa (¿hubo algo que no fuera exceso en la Ilustración?), financiaron la revolución soviética y provocaron la caída de los Habsburgo, la dinastía más católica de Europa. Los Rothschild también financiaron, en parte, la nueva República turca, muy laica, del masón y cabrito Kemal Ataturk, cuyo mayor logro consistió en culminar el ya iniciado genocidio de los cristianos armenios.
Ahora mismo, los dos personajes más siniestros del aparato masónico para una gobernanza -es decir, tiranía- mundial siguen siendo dos tatarabuelos: Henry Kissinger, que camina hacia los 100 y (el recientemente fallecido) David Rockefeller, continúan fastidiando a la humanidad.
A Kissinger debemos, recuerda Bárcena, la liquidación del Líbano cristiano, y próspero, y la quiebra de la economía mundial, al disparar las dos especulaciones típicas de la era moderna: el precio del petróleo como energía básica y la especulación financiera. Desde Kissinger, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
Ahora bien, no olvidemos que el gran objetivo de los masones del siglo XX y el gran objetivo de los satánicos del siglo XXI continúa siendo un Gobierno mundial bajo la guía de una religión igualmente mundial, dentro de la descripción de la historia que en realidad recordaba un insigne masón, el presidente de la Fundación Carnegie, Nicholas Murray Butler: “El mundo se divide en tres categorías de gente: un número muy reducido que hacen que los acontecimientos se produzcan, un grupo más numeroso que vigila su realización y que observa para que se cumplan y, finalmente, una amplia mayoría que no sabe jamás qué es lo que realmente ha sucedido. O sea, la elite, los sicarios de la élite y la masa manipulada. Es la diferencia entre Satán y Cristo. Al primero le interesa dominar a la nada ignorante, el segundo murió en la cruz por cada uno de los miembros, hasta del más ignorante, de esa masa.
Pero Butler no deja de ser un intelectual. David Rockefeller explica mucho mejor la distinción entre patricios y plebeyos cuando aseguró que el precitado y desconocido CFR representa “una soberanía supranacional de la élite intelectual y los bancos mundiales que seguramente es preferible a la autodeterminación nacional practicada en los siglos pasados”. Naturalmente, no necesito explicarles que en esa élite intelectual está don David, cuyo hobby favorito es la colección de escarabajos. Una lumbrera.
Y no pierdan de vista que el gobierno mundial es el trono del Anticristo, al menos según conclusión de los estudiosos más serios -pocos- sobre la Segunda Venida de Cristo… que no es un invento de aprendices de profeta sino eso que recitamos en el Credo cada domingo, en la Eucaristía, todos los cristianos, desde hace unos 1.500 años.
Todo esto y mucho más en el libro de Alberto Bárcena. Háganse un favor: lean Iglesia y Masonería. Merece la pena.
Eulogio López