Musulmán revela lo que Fco no se atreve


Un musulmán dice lo que para el Papa y los obispos es tabú


Farouq
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Con una sincronización sorprendente, la mañana del domingo de Pentecostés, pocas horas después de la masacre de Londres ocurrida esa misma noche, el diario de los obispos italianos – "Avvenire" - salió en la primera página con un editorial de un musulmán, el egipcio Fael Farouq, que dijo finalmente él, desde la primera línea, lo que los más altos exponentes de la jerarquía católica se obstinan tercamente en negar, es decir, que existe un vínculo esencial entre el terrorismo islámico y "una doctrina precisa" del mismo Islam.
Farouq había escrito este editorial antes de la masacre de Londres, de la que "Avvenire" no dio noticias entonces, por razones de tiempo. Y con una coincidencia también sorprendente, su artículo acompañaba el vistoso lanzamiento en primera página de la primera gran entrevista al nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Gualtiero Bassetti. Quien pocos días antes, recién nombrado por el Papa, había dicho justamente lo contrario:
"Se habla de terroristas islámicos, pero no son islámicos, aun cuando asesinan o mientras se hacen explotar pronunciando el nombre de Alá. No son islámicos, son pobres criaturas locas de rabia, locas de odio".
Como es archiconocido, que el Islam es una "religión de paz" y no tiene nada que ver con las acciones terroristas llevadas a cabo en su nombre es también la tesis del papa Francisco. Pero no es ciertamente la de su predecesor Benedicto XVI, explícitamente relanzada por el mismo Farouq en la vigilia del viaje de Francisco a Egipto, en el pasado más de abril:
"La clase intelectual musulmana debe encontrar su camino para salir de la crisis en la que se encuentra. Es una crisis del uso de la razón, como justamente señalaba el papa Ratzinger en Ratisbona".
Fael Farouq enseña ciencias lingüísticas en la Universidad Católica de Milán. También es docente en el Instituto de Lengua Árabe, en la Universidad Americana de El Cairo, y ha dictado y dicta cursos en numerosas universidades internacionales, en Nueva York, Washington, Madrid, Turín, Boloña, así como en la Universidad de Notre Dame, en Indiana.
Conoció de cerca, en Egipto, el giro islámico radical puesto en marcha en los años '70 por Anwar al-Sadat con el apoyo de las monarquías árabes del Golfo, que desde las mezquitas se ha propagado durante décadas en todos los estratos de la población, en el creciente sufrimiento de los cristianos coptos, cada vez más agredidos a causa del odio a su fe.
Hoy, su análisis de las acciones terroristas llevadas a cabo en todo el mundo en nombre del Estado Islámico y de otras formaciones yihadistas va precisamente a la raíz de esta oleada de violencia, de la cual tienen responsabilidad – explica – también los guías del Islam denominado "moderado" y, por otras razones, los países occidentales con su proclamado "multiculturalismo".
No queda más que leer lo que Farouq ha escrito en su editorial en "Avvenire", publicado el 4 de junio, reproducido en gran parte aquí abajo.
Queríamos un musulmán que dijera del Islam las palabras que el Papa y los obispos no se atreven a decir o no quieren hacerlo.
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"EL QUE MATA CREE EN UN DOCTRINA PRECISA"
por Wael Farouq
El que se mata a sí mismo y asesina a los otros cree en una doctrina precisa. Y las matanzas siguen sumándose a las matanzas, desde el corazón de Europa a los numerosos corazones heridos de Asia y de África. Por eso, si se quiere detener el río de sangre, esta doctrina debe purificarse de las interpretaciones que conducen a personas de fe musulmana a abrazar el terrorismo.
Alguien podría objetar diciendo que incluso el muftí saudita wahabita condena el terrorismo. Es verdad, pero ese muftí rechaza el pluralismo y los derechos humanos, lo cual es una contradicción insalvable.
Pero alguien podría replicar diciendo que [la Universidad de] al-Azhar defiende el pluralismo, ofreciendo un fundamento islámico a los derechos humanos. Esto es verdad también, pero sufre la instrumentalización de la política.
Pero otro podría contestar que el presidente egipcio invoca una reforma revolucionaria del discurso religioso. Es verdad, pero la que amenaza realizarse es una reforma al servicio del poder, útil para anular la democracia. De otro modo, ¿por qué el Estado egipcio consentiría – en una abierta violación de la Constitución – la existencia del partido religioso salafita al-Nour, el cual invita a no felicitar a los cristianos y a no dirigirles ni siquiera el saludo?
Después podría haber alguien que diga que los gobiernos occidentales hacen de todo para impedir la violencia, sin violar los derechos de los ciudadanos musulmanes. Después de todo, lo que os distingue de los bárbaros terroristas es su fe en los derechos humanos.
Es cierto, pero estos gobiernos combaten sólo los síntomas de la enfermedad, y dejan que se agrave la enfermedad misma. ¿Cuántos de estos gobiernos han recibido terroristas en fuga de los países con mayoría islámica? ¿Cuántos hospedan organizaciones del Islam político, primero ante todo a la Fraternidad Musulmana, que son las fuentes de esta ideología violenta? ¿Cuántos se abstienen de condenar a los regímenes wahabíes, más bien se vinculan estrechamente con ellos en relaciones amistosas y venden sus armas que después – tal como han reconocido los mismos gobiernos – terminan en las manos de los terroristas? ¿En verdad no sería posible aislar los regímenes que adoptan esta interpretación enferma del Islam, tal como se hizo con el gobierno sudafricano del apartheid? ¿Existe racismo más grande que verter la sangre del "diferente" y no tener en cuenta su vida para nada?
Hoy, el pluralismo de las sociedades occidentales es un pluralismo que excluye, trabajando contra la finalidad por la cual se ha concebido al Estado. No favorece a la persona, sino más bien a los estereotipos y a las ideologías. En Gran Bretaña, por ejemplo, "integración" significa el reconocimiento de los tribunales de la sharia que violan los derechos de la mujer, significa el flujo de millones de libras esterlinas y de euros de los extremistas del Golfo en las arcas de las organizaciones islámicas con impronta ideológica, sin controles ni restricciones.
Occidente se ha consagrado al pluralismo y a los derechos humanos, para que no se repitieran las dolorosas experiencias del nazismo y del fascismo, pero hay que preguntarse: ¿nazismo y fascismo no representaban quizás la supremacía del estereotipo sobre la persona? ¿No creían quizás en algo superior a la persona humana, por el cual se justificaba morir y matar? ¿Y hoy, no se corre el riesgo quizás que también el "multiculturalismo" se transforme en un estereotipo más importante que la persona y sus auténticos derechos fundamentales?