Müller, Pell y las razones de Bergoglio


(J. B./Agencias).- El cardenal Gerhard Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se confesó "sorprendido", pero no "irritado" ante la decisión de Francisco de cesarle en sus funciones como guardián de la ortodoxia vaticana.
En una entrevista con el Allgemeine Zeitung, el purpurado alemán recalcó que no tenía "la intención de estar en la Curia más allá de cinco años", y que "no hubo diferencias entre el Papa y yo".
Tampoco, asegura en unas declaraciones aparentemente conciliadoras, en lo tocante a "Amoris Laetitia". Sin embargo, el purpurado reconoce que la decisión del Papa de despedir a tres oficiales de la Congregación le disgustó, pues "eran personas competentes".
Respecto a su futuro, Müller asegura que no tiene intención de regresar a Alemania, sino que permanecerá en el Vaticano. "Voy a hacer trabajos de investigación, cumpliré con mi función como cardenal, estaré activo en el cuidado de las almas... Tengo bastante que hacer en Roma", declaró.

Dice otro artículo de la web izquierdista Periodista Digital


Müller, Pell, y la contundente respuesta del Papa 

(...)A sus 76 años, Pell puede considerar acabada su carrera en el Vaticano. Sea o no culpable, el sacrificio de una pieza en esta terrible partida de ajedrez resulta fundamental para que el Papa -en el que seguramente ha sido su gran error a lo largo de estos cuatro años- prosiga con la transparencia económica y la reforma de la Curia. Y es que, aceptando la marcha de Pell, Francisco logra desactivar a los curiales que quieren que nada se mueva, que nada se sepa, que no se abran las ventanas en las finanzas vaticanas.


En el caso de Gerhard Müller, la respuesta del Papa se antoja contundente. A Bergoglio no le tiembla el pulso para desprenderse del todopoderoso prefecto para la Doctrina de la Fe, y con esta decisión, deja bien claro a los cardenales "díscolos" y a los mercaderes del templo que el estilo de Iglesia por el que apuesta no puede funcionar sobre la base de la presión, el poder y la corrupción. A nadie debería sorprender el cese de Müller, quien se había convertido en un "caballo de Troya" contra el proceso de reformas auspiciado por Francisco.
A partir de ahora, nada será igual. El Papa ha dejado claro que quiere un Colegio cardenalicio plural, abierto y con los ojos y oídos atentos ante un mundo que sufre y espera, frente a la ceguera y las obsesiones de una minoría que hace tiempo dejó de leer el Evangelio de Jesús, y se centró en los códigos opresores de la libertad de ser cristiano. El último Consistorio así lo ha demostrado.
Esta ha sido una semana decisiva para el futuro de la Iglesia, para la reforma emprendida por el Papa y para aquellos que aún confían en que los cristianos tenemos un papel para crear cultura y sociedad, una palabra que decir para cambiar la faz de la Tierra, unas manos para construir el Reino. Por primera vez en muchos años, un nuevo espíritu ha llegado, para quedarse, en la Iglesia de Roma.
Ya nada será igual en el Vaticano. Y los opositores al Papa Francisco lo saben, aunque no cejarán con sus ataques, sus maquinaciones, sus conspiraciones. Lo que ha cambiado, al fin, es que han dejado de provocar terror. Sólo causan lástima, y generan nueva ilusión en la mayoría de los fieles que cree en que, al fin, es posible una Iglesia nueva. Lo que ha ocurrido esta semana es la constatación de que la batalla está cada vez más cerca de ser ganada... no por Bergoglio, sino por el Evangelio de Jesús.