Sarah: la Eucaristía, transformada en una vulgar verbena



Un pasaje del último libro del card. Sarah  "La fuerza del silencio".

LA EUCARISTÍA TRANSFORMADA EN UNA BANAL VERBENA
Hoy algunos sacerdotes tratan la Eucaristía con un absoluto desprecio. Ven la Misa como un banquete locuaz en el que los cristianos fieles a la enseñanza de Jesús, los divorciados vueltos a casar, hombres y mujeres en situación de adulterio y turistas no bautizados que participan en celebraciones eucarísticas de multitudes anónimas, pueden recibir sin hacer distinciones el cuerpo y la sangre de Cristo.
La Iglesia tiene que estudiar con urgencia la oportunidad eclesial y pastoral de estas multitudinarias celebraciones eucarísticas con millares de asistentes. Existe un inmenso peligro de convertir la Eucaristía, el gran misterio de la Fe, en una vulgar verbena, y de profanar el cuerpo y la preciosa sangre de Cristo. 
Los sacerdotes que distribuyen las sagradas especies sin conocer a nadie y entregan el Cuerpo de Jesús a cualquiera, sin distinguir cristianos de no-cristianos, participan en la profanación del Santo Sacrificio eucarístico. Con cierta complicidad voluntaria, quienes ejercen la autoridad en la Iglesia se hacen culpables al permitir el sacrilegio y la profanación del cuerpo de Cristo en esas gigantescas y ridículas auto-celebraciones, donde son muy pocos los que se dan cuenta de que se anuncia "la muerte del Señor hasta que venga".
Algunos sacerdotes infieles a la memoria de Jesús insisten más en el aspecto festivo y en la dimensión fraterna de la misa que en el sacrificio cruento de Cristo en la Cruz. La importancia de las disposiciones interiores y la necesidad de reconciliarnos con Dios aceptando dejarnos purificar por el sacramento de la confesión ya no están de moda. Ocultamos cada vez más la advertencia de san Pablo a los corintios: "Cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga. Así pues, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y la sangre del Señor. Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y débiles, y mueren tantos" (1 Cor 11, 27-30).