Imperdible artículo de Sandro Magister


El tal Neria es una mujer que se cambió de sexo.


(Imág de Enraizados en Cristo)




La revolución paciente de Francisco. Hay que volver a 2014 para ver las cosas con perspectiva


En el sínodo faltó el acuerdo sobre la homosexualidad y el divorcio, pero en definitiva será el Papa quien decida. Y los cambios que quiere introducir ya los tiene en mente, más aún, ya los pone en práctica. 

ROMA, 24 de octubre de 2014 – No es verdad que Francisco haya estado en silencio durante las dos semanas del sínodo. En las homilías matutinas en Santa Marta martillaba cada día contra los celosos de la tradición, los que cargan sobre los hombres pesos insoportables, los que tienen solamente certezas y ninguna duda, los mismos contra los que se ha arrojado en el discurso de conclusión con los padres sinodales.

Este Papa es cualquier cosa, menos imparcial. Quiso que el sínodo orientara a la jerarquía católica hacia una nueva visión del divorcio y de la homosexualidad, y lo logró, a pesara del número ajustado de votos favorables al giro, luego de dos semanas de debates fogosos.

En todo caso, les recordó a cardenales y obispos que todavía tuvieran alguna duda que será finalmente él quien decida. Para refrescar su memoria sobre su potestad "suprema, plena, inmediata y universal" puso en el campo no cualquier pasaje elegante de la "Lumen gentium", sino los cánones pétreos del Código de Derecho Canónico.

Sobre la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar ya se sabe cómo piensa el Papa. Como arzobispo de Buenos Aires autorizaba a los "curas villeros", los sacerdotes enviados a las periferias, a dar la comunión a todos, si bien el 80% de las parejas ni siquiera estaban casadas. Y como Papa no teme alentar por teléfono o por carta a algún fiel casado en segundos nupcias a recibir tranquilamente la comunión, rápidamente, sin siquiera esos previos "caminos penitenciales bajo la responsabilidad del obispo diocesano" enunciados por alguno en el sínodo, y sin desmentir nada cuando luego se filtra la noticia de estos gestos suyos.

Jorge Mario Bergoglio ejercita también así los poderes absolutos de jefe de la Iglesia. Y cuando pisa el acelerador para que el conjunto de la jerarquía católica lo siga por este camino sabe muy bien que la comunión a los divorciados vueltos a casar, que son numéricamente pocos, es el desfiladero para un giro mucho más generalizado y radical, hacia esa "segunda posibilidad de matrimonio", con la consiguiente disolución del primero, lo que es admitido en las Iglesias Ortodoxas de oriente y que él, Francisco, ya poco después de su elevación al papado dijo que "se debía estudiar" también en la Iglesia Católica, "en el marco de la pastoral matrimonial".

Fue en julio del 2013 que el Papa hizo pública esta voluntad suya. Pero en esa misma entrevista en el vuelo de retorno desde Brasil él abrió el sendero también en el terreno de la homosexualidad, con ese memorable "¿quién soy yo para juzgar?" interpretado universalmente como absolutorio de actos condenados desde siempre por la Iglesia, pero ahora ya no más, si los realiza alguien que "busca al Señor y tiene buena voluntad".
En el sínodo, un viraje en esta materia no tuvo una vida fácil. Fue invocada en el aula por no más de tres padres: por el cardenal Christoph Schönborn, por el jesuita Antonio Spadaro, director de "La Civiltà Cattolica", y por el arzobispo malasio John Ha Tiong Hock.

Éste último se apoyó sobre un paralelo hecho por el papa Francisco entre el juicio de la Iglesia sobre la esclavitud y el juicio sobre la concepción que el hombre de hoy tiene de sí, para decir que como el primero cambió así también puede mutar el segundo juicio.

Mientras que el padre Spadaro presentó el ejemplo ofrecido por el Papa de una niña adoptada por dos mujeres, para sostener que es necesario tratar esta situación en modo positivo y nuevo.

Por haber insertado luego en el documento de trabajo, elaborado a mitad de la discusión, tres parágrafos que alentaban el "crecimiento afectivo" entre dos hombres o dos mujeres "integrando la dimensión sexual", el arzobispo Bruno Forte, secretario especial del sínodo por voluntad del Papa, fue desautorizado en público por el cardenal relator, el húngaro Péter Erdõ. Y la posterior discusión entre los padres sinodales despedazó los tres parágrafos, que en la "Relatio" final han sido reducidos a uno solo y sin la más mínima pizca de novedad, incluso superando el quórum de la aprobación.  
Pero también aquí el papa Francisco y sus lugartenientes, desde Forte a Spadaro y al arzobispo argentino Víctor Manuel Fernández, han centrado el objetivo de hacer entrar este tema explosivo en la agenda de la Iglesia Católica, en sus niveles más altos. Esto último se verá.

Porque la revolución de Bergoglio procede de este modo, "a largo plazo, sin la obsesión de los resultados inmediatos". Porque "lo importante es iniciar los procesos más que poseer espacios". Éstas son palabras de la "Evangelii gaudium", el programa del su pontificado.

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