Mensajes de el Escorial, Madrid, 1981
Jesús:
Rezad el santo Rosario con mucha devoción. El Rosario tiene mucho poder. Ofrécelo para salvar muchas almas. Hazlo con mucho amor.
Déjate guiar por tu padre espiritual. Cuando te veas afligida, pídele consejo, pídele ayuda, que él te la dará.
No te resistas, no digas que no puedes más. Date cuenta que todos estos sufrimientos, con amor y ofreciéndolos al Padre Eterno, pueden ser...(palabra ininteligible) la salvación de la Humanidad.
No temas cada vez que yo permita que sufras estas penas de dolor;
acéptalas con amor y agradecimiento. Date cuenta que, a pesar de tus faltas, te he preservado de caer eternamente en el abismo del Infierno.
Ten ardiente celo por la salvación de los hombres.
Ten ardiente celo por la salvación de los hombres.
Ofrece tus sacrificios para darnos muchas almas, pues date cuenta que es lo que más feliz me hace: la salvación de las almas
LA VIRGEN:
Sí, hija, no temas, no temas por sufrir tantos dolores, tanta ignominia.
Date cuenta que cuando mi Hijo te pide una cosa, te da la gracia para poderla llevar. Tú considera que todo lo que mi Hijo te pide, todo es por su bondad,
por su amor a las almas. Acepta con humildad todo lo que mi Hijo te manda.
No te resistas, hija mía, pues es un corazón muy grande para...(palabras que no se perciben con claridad) lo que mi Hijo te ha dado.
Adiós, hija mía. Rezad el santo Rosario todos los días con mucha devoción.
Díselo a todos, que lo recen con mucho amor y que piensen, cuando lo recen, en cada avemaría, y en cada gloria, y en cada padrenuestro...
(Palabras en tono muy bajo, que no se entienden).
Y tú, hija mía, pon gran humildad para salvar almas, hija mía, y mucho amor. Déjate que mi Hijo haga lo que quiera de ti, pero sé humilde y pide a todos que tengan mucha humildad, que sin humildad no consiguen nada.
También pide mucho por tu padre espiritual, porque también recibirá muchas pruebas.
Adiós, hija mía. Adiós.