La Europa más católica, poco simpatizante con Francisco

Palacio de los obispos, Polonia
Europa oriental es una espina al costado del pontificado de Francisco y son numerosos y varios los elementos que lo prueban.
En el doble sínodo sobre la familia, los obispos de Europa del Este han sido los más resueltos defensores de la Tradición, comenzando por el relator general de la primera sesión, el cardenal húngaro Péter Erdõ, autor entre otros de una clamorosa denuncia pública de las erróneas actitudes llevadas a cabo por la facción reformista, ésta última manifiestamente apoyada por el Papa.
Concluido el sínodo, de nuevo llegaron de Europa oriental las interpretaciones más restrictivas del documento papal "Amoris laetitia". En especial los obispos de Polonia se han expresado en coro por una aplicación del documento en perfecta continuidad con la enseñanza secular de la Iglesia, desde los orígenes hasta Juan Pablo II y Benedicto XVI.
También los obispos de Ucrania – donde los católicos son el 10% de la población – están entre los más empeñados en oponerse a las rupturas respecto a la Tradición, en materia de matrimonio, de penitencia y de eucaristía. Pero además no han dejado de criticar fuertemente las posiciones filo-rusas del papa Francisco y de la Santa Sede en relación a la guerra en curso en su país, una guerra que ellos viven como una agresión por parte, justamente, de la Rusia de Vladimir Putin.
El abrazo entre el Papa y Cirilo, el patriarca de Moscú, en el aeropuerto de La Habana el 12 de febrero del 2016, con el documento anexo suscripto por ambos, ha sido también un elemento de fuerte fricción entre Jorge Mario Bergoglio y la Iglesia Católica ucraniana, la cual se ve injustamente sacrificada sobre el altar de este acercamiento entre Roma y Moscú.
La muerte acontecida el pasado 31 de mayo del cardenal Lubomyr Husar, penúltimo arzobispo mayor de la Iglesia greco-católica de Ucrania, llamó la atención sobre esta personalidad de altísimo perfil, capaz de reedificar espiritualmente una Iglesia salida de décadas de persecución, sin ceder en lo más mínimo a los cálculos diplomáticos – en eje con Moscú y su patriarcado – que por el contrario han vuelto a prevalecer durante el pontificado de Francisco.
El sucesor de Husar, el joven Sviatoslav Shevchuck, es bien conocido por Bergoglio, a causa de su anterior actividad pastoral en Argentina. Pero él es también uno de los críticos más nítidos de las derivaciones del actual pontificado, tanto en el terreno político como en los terrenos doctrinal y pastoral.
Y "no fue ciertamente una casualidad", ha escrito hace tres semanas el Papa emérito Benedicto XVI en ocasión de la muerte de su amigo, el cardenal Joachim Meisner, ex indomable arzobispo de Berlín durante el régimen comunista, "que la última visita de su vida haya sido hecha a un confesor de la fe", un obispo de Lituania de quien se celebraba la beatificación, uno de los innumerables mártires del comunismo en la Europa del Este que corren el riesgo hoy de caer en el olvido.
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En este contexto, surge entonces naturalmente la pregunta: ¿cuál es en esta región de Europa el estado de salud del catolicismo, que se sabe que está en grave declive en otras áreas del mundo y, en particular, en la contigua Europa occidental?
Esta pregunta ha sido respondida en forma exhaustiva por una profundísimo sondeo del Pew Research Center, de Washington:
El sondeo consideró precisamente los países de Europa oriental, casi todos sometidos en el pasado a regímenes ateos comunistas. Y el primer dato que golpea es el renacimiento que se produjo en ellos, casi en todas partes, de un fuerte y difundido sentido de pertenencia religiosa, que para los ortodoxos – en toda el área netamente mayoritarios – coexiste con una escasa frecuencia a las liturgias dominicales, mientras que para los católicos ese sentido de pertenencia está acompañado con una participación semanal a la Misa más bien relevante: en Polonia, por ejemplo, concurren el 45% de los bautizados y en Ucrania el 43%, mientras que en Rusia la concurrencia a la liturgia dominical para los fieles de confesión ortodoxa es sólo del 6%.
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Bosnia, donde los católicos son poquísimos, apenas el 1,8%, pero entre ellos los practicantes dominicales son directamente el 54%.
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Sobre el matrimonio, la familia, la homosexualidad y las temáticas afines, al menos la mitad de los católicos se apoyan en las posiciones tradicionales de la Iglesia. Y una gran mayoría de poblaciones enteras – con la única excepción de la República Checa – se opone al reconocimiento legal de las uniones entre personas del mismo sexo.
(...)entre los jóvenes avanza la mentalidad permisiva que en Europa occidental – incluida la Iglesia Católica – ya está difundiéndose.


Una mentalidad a la que ciertamente no le pone freno el pontificado de Francisco.