Triquiñuelas bergoglianas



Por María Ferraz

Le he dado vueltas al por qué Francisco se ha afirmado reiterada y rotundamente contra la pena de muerte (ver*)
Se me ocurre que, además de proclamarse como adalid insuperable y torticero de la misericordia sin fronterasuna vez más, que, por ejemplo,
1- lleva a los adúlteros de cabeza al infierno, con su acceso legalmente establecido a la Comunión Eucarística hecha en Amoris Laetitia e implementada en diócesis como Lyon, Sicilia, Roma, Buenos Aires, o de países enteros como Malta, Bélgica, Filipinas, Alemania, en España tácitamente, algunas de EEUU..., 
2- y a los homosexuales practicantes, porque ya lo hemos advertido, en la propaganda del Encuentro de las Familias en Dublín a la que está previsto que asista Bergoglio, se ha dado a conocer con una foto explícita (imagen) de dos lesbianas abrazadas, las verdaderas intenciones de este evento: dar carta de normalidad a las relaciones homosexuales.
...el propósito real de este infausto pontífice en este caso, es minimizar el pecado del aborto. Ya antes lo hizo reduciéndolo a un pecado mortal más, a confesar por cualquier sacerdote, poniéndolo al nivel de los otros, porque el hecho delictivo de que una madre mate al propio hijo indefenso en sus mismas entrañas, no puede ser casi superado en maldad y por esto la Iglesia siempre lo ha castigado con la excomunión.
Entonces, él monta el lío para que se enteren todos: pide abrogar la pena de muerte por considerarla inhumana, contraria al Evangelio, inadmisible, que fomenta la venganza etc.. pero en cambio no se muestra así de contundente contra el aborto. ¿Cuántos prisioneros mueren al año sentenciados a muerte? En 2016 se ejecutaron unas 1.032 personas ¿Cuántos bebés son, por el contrario abortados a diario en el mundo? En 2015 hubieron 56 millones de abortos.

Sabemos que las metas despopulacionistas han entrado en el Vaticano por la puerta grande, de manos de verdaderos asesinos que quieren diezmar a las poblaciones pobres y de paso auspiciar el asesinato de no nacidos en una Europa que se muere por falta de niños; y el aborto forma parte de las metas inconfesables del Nuevo Orden Mundial a las que se ha adherido este pontificado como medio de controlar los nacimientos, aunque mucho se guardará de declararlo abiertamente. 
Bergoglio destaca el horror de la pena capital como algo inaceptable, pero se limita a criticar el aborto, en las contadas veces en que lo ha hecho, sin ponerlo en su justo sitio, es decir, como pecado mucho más abominable que la pena de muerte por tratarse del ajusticiamiento de un inocente y no de un culpable que puede ser conveniente que muera para liberar a los ciudadanos de una levadura perversa que predeciblemente haría fermentar el mal en toda la masa social
Además quiere gritar al mundo que él es más compasivo que sus predecesores, y si él no ataca tan duramente el aborto, como lo hace con la pena capital, está diciendo implícitamente que un pecado tiene menos peso que otro. Hasta el punto que ha hecho reformar el Catecismo para borrar de la moral católica la aceptación de tales ejecuciones legales. (Nos tememos que incluso haya hecho otros cambios)
Además, Bergoglio el Misericordioso, se cree más sabio que todos aquellos santos que se han mostrado favorables a tolerar, cuando no a considerar necesaria, la pena de muerte para preservar el bien común (San Alfonso, san Agustín o santo Tomás entre otros muchos otros) 
Por ejemplo Juan Pablo II dejó escrito:
Es evidente que, precisamente para conseguir todas estas finalidades, la medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente, sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo” (Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, n. 56, 25 de marzo de 1995)
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* “Se debe afirmar con fuerza que la condena a la pena de muerte es una medida inhumana que humilla la dignidad de la persona, sea cual sea el modo en que se lleve a cabo. Es en sí misma contraria al Evangelio, porque decide voluntariamente suprimir una vida humana que siempre es sagrada a los ojos del Creador y de la cual sólo Dios es en última instancia verdadero juez y garante. Ningún hombre, ni siquiera un asesino pierde su dignidad personal, porque Dios es un Padre que siempre está a la espera de que el hijo vuelva y, sabiendo que cometió un error, pida perdón y comience una nueva vida. 
E “Incluso en los Estados Pontificios se recurrió a este remedio extremo e inhumano, dejando a un lado la primacía de la misericordia sobre la justicia. Asumimos las responsabilidades del pasado y reconocemos que estos medios fueron dictados por una mentalidad más legalista que cristiana. 
Hace dos años, declaró: ”Hoy en día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado. Es una ofensa a la inviolabilidad de la vida y a la dignidad de la persona (...) No hace justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza […] La pena de muerte es contraria al sentido de la humanitas y a la misericordia divina (...)” (Carta a la delegación de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, 20 de marzo de 2015).