La Virgen de la Natividad vaticana ligada al travestismo


Ya no son indicios, sino pruebas contundentes de que algunos responsables del Vaticano, homosexuales para más datos, odian a Dios (y por eso cooperan a difundir  la comunión sacrílega bergogliana en todo el mundo) y a su Madre, de tal manera que hacen alarde de su burla hacia Ella, atacando la pureza de María, a la que les gusta presentar como un transexual (ver Virgen de Guadalupe transexual: postname, del pro marica y probablemente marica jesuita James Martin). También la Virgen de la Natividad de la plaza de san Pedro es un hombre disfrazado de mujer, tal como se desprende de la siguiente información:



"Estamos en el Vaticano para ofrecer al Papa Francisco el pesebre de la misericordia que se mantendrá para todas las festividades en la Plaza de San Pedro. La región de Campania ha abrazado este proyecto con un alto valor simbólico y social ". El Presidente del Consejo Regional de Campania Rosetta D'Amelio ha comentado sobre la visita al Vaticano para la inauguración de la Natividad del Vaticano, que este año fue donada por la Abadía de Montevergine. Un evento muy prestigioso y un escaparate incomparable para la cultura de Irpinia.

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Esta abadía está ligada al TRAVESTISMO: Alrededor de la Madonna Negra, la Mamma Schiavona, el 2 de febrero, el día de la Candelaria, se reúnen los femminielli (afeminados) procedentes de distintos puntos de la Campania, sobre todo de las callejuelas del casco histórico de Nápoles, los famosos Quartieri Spagnoli (Barrios Españoles). Se los conoce como femminielli, y han hecho el viaje desde Nápoles, donde viven y trabajan. 

Femminiello significa literalmente 'pequeño hombre-mujer', pero es más preciso El femminiello no es realmente transexual. Él es reconocible por su debajo de su fachada femenina. Él se gana la vida a través de la prostitución.

Son muchos los peregrinos afeminados los que hacen esta peregrinación, pero junto a ellos llega una multitud de personas de la más variada procedencia: mujeres, niños y campesinos de la comarca, así como una multitud de fieles y turistas de regiones limítrofes. Pero, lógicamente, los femminielli son los auténticos protagonistas de la jornada.

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Por otro lado, el Belén, al estilo napolitano del siglo XVIII, ha sido ofrecido por la Abadía de Montevergine y, extendiéndose por casi 80 metros cuadrados, cuenta con una veintena de figuras de dos metros de altura en terracota y se inspira en obras de misericordia.
En la mañana de este jueves el papa Francisco recibió en audiencia a los donadores del “Misterio” y del árbol, así como a los niños encargados de su decoración.

El Belén instalado en la Plaza de San Pedro en Ciudad del Vaticano (Vaticano) hoy, 7 de diciembre de 2017. EFE/ Fabio Frustaci
Ante ellos Francisco ha señalado que “cada año el pesebre y el árbol de Navidad hablan con un lenguaje simbólico (…), como señas de la compasión del Padre celeste y de su participación y cercanía con la Humanidad”.


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La abadía de Montevergine, situada en la provincia de Avellino, es el santuario mariano más conocido de la Campania y uno de los lugares sagrados más frecuentados de Italia en cuanto a la devoción a la virgen María se refiere y en él se venera el icono de una Virgen Negra, copia de la original de San Lucas procedente de Constantinopla.
Los orígenes de este santuario se remontan a 1126, cuando el eremita Guillermo de Vercelli se retiró a este lugar en busca de la soledad. Pero pronto su fama de santidad se extendería por toda la comarca y en torno a él se fue formando una comunidad de fieles que hizo necesaria la construcción de una iglesia y un monasterio para poder albergar a todos sus discípulos.
La leyenda que caracteriza a este santuario está envuelta en un halo de misterio o, cuando menos, en una cierta morbosidad, dados los hechos que allí se produjeron en la Edad Media. Se cuenta que en 1256 dos jóvenes homosexuales del lugar, cuando fueron descubiertos amándose, fueron expulsados de la localidad y después, en medio de la ira de sus convecinos, fueron desnudados y atados a un árbol en el monte Partenio, donde está situada la abadía, con el objetivo de que fueran descuartizados por los lobos o bien murieran de hambre o frío. Pero la Virgen, conmovida por la intensidad de su amor, los liberó de las cadenas permitiendo que los dos enamorados pudiesen vivir su historia de amor a la luz del sol. Solo el milagro de la Madonna purificó a los ojos de los vecinos ese “obsceno” amor. 
La leyenda, que al parecer tiene muchos visos de ser cierta, siquiera parcialmente, sigue todavía viva y constituye un valioso antecedente de uno de los aspectos –quizás el principal- de la fiesta que anualmente se celebra en Montevergine, en la que se mezclan cultos paganos con cristianos y que encuentra su punto más representativo en el homenaje que se le rinde a la Madonna, a la “Mamma Schiavona, que todo lo acoge y todo perdona”, como reza el dicho popular por aquellos lares.
Antiguamente llegaban montados en carros tirados por caballos adornados con flores y cintas, hoy llegan en coches particulares y autobuses, pero ellos siguen siendo los mismos: vestidos unos con colores chillones y otros de negro riguroso, muchos con espléndidos abrigos de pieles, o con divertidos disfraces de novia, y algunos directamente disfrazados de travestis y locas reinonas como si acudieran a la sala nocturna de una gran ciudad. Todos forman una humanidad que canta y baila al son de típicos instrumentos napolitanos, en especial la pandereta (en napolitano tammorra).

Con ella y su inconfundible sonido forman una tammurriata que marca el momento álgido de esta procesión tan peculiar. Al rítmico son de este instrumento, las danzas y cantos se hacen cada vez más frenéticos hasta que de improviso se alza la potentísima voz de Marcello Colasurdo, el auténtico rey de la peregrinación, no en vano lleva cuarenta años sin faltar a ninguna cita. De pie, delante de la fachada del santuario, grita Mamma Schiavona, Mamma Schiavona, noi venimmo a te ca devozione” y, recordando el obstrucionismo de la Iglesia, continúa “‘na messa ‘a fanno lloro e ‘na cantata ‘a faccimme nuie: Mamma Schiavona ‘o ssape ca fede è ‘a stessa!*” (“¡Mamma Schiavona, Mamma Schiavona, venimos a ti con devoción. La misa la hacen ellos, y el canto lo hacemos nosotros. Mamma Schiavona, tú sabes que la fe es la misma”).
Al parecer, la fama de esta fiesta religiosa no ha trascendido del Mezzogiorno italiano. Se supone que en el Vaticano alguna noticia tendrán de ella…
A cura di Pedro Encuentra