El profesor islámico Davood * trabajó durante años enseñando a niños en el Corán en una escuela religiosa adjunta a una mezquita en África. Un día, descubrió a un estudiante con un tratado del Evangelio. Enfurecido, exigió saber dónde lo había conseguido. Alguien se lo había entregado mientras caminaba hacia la escuela, explicó el niño. Arrebatando el folleto, Davood le advirtió que nunca más volviera a aceptar esas tontas escrituras de nadie.
Tuvo la intención de mostrarlo a los líderes religiosos de la mezquita. Deben descubrir quién distribuía esa literatura y, castigarlos severamente.
Como no pudo contactar a ninguno de los líderes cuando terminó la escuela, regresó a su casa. Preparándose para irse a la cama esa noche, se acordó de nuevo del tratado. Bien podría ver las tonterías que estaban escribiendo, pensó, y lo leyó.
Cuando llegó a la parte que decía que no había "salvación en nadie más, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a las personas por el cual podeamos ser salvados" algo, no supo qué, lo golpeó y golpeó su mente .
Esa noche, Jesús, a quien los musulmanes reconocen como un gran profeta y mensajero de Dios, vino a él en un sueño.
"Yo soy el camino, la verdad y la vida", anunció a Davood. "Nadie viene al Padre Celestial sino por mí".
Cuando amaneció, el musulmán volvió a mirar el tratado del evangelio y, al encontrar un número de contacto en la parte posterior, llamó. El pastor Musthafa de "Biblias para Oriente Medio" en África respondió. Pronto Davood tuvo respuesta a muchas de sus preguntas y se convirtió al cristianismo.