El P Santiago Martín, entre la crítica y la alabanza a Francisco



Un ejercicio de contorsión sobre la cuerda floja. Es difícil mantener el equilibrio como lo hace el P Marín en este artículo, colocando sus argumentos entre el pro y el anti, la disculpa y la aceptación, el rechazo y la benevolencia a Francisco. Sin embargo, él es uno de los pocos que se atreven a analizar la actual hecatombe vaticana, sin pasar por alto la gravedad de la situación y lo que está en juego.


El Papa apaga fuegos

Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote


Los teóricamente amigos del Papa, siguen dando qué hablar y le siguen dando problemas al Santo Padre. Problemas que luego él tiene que afrontar y que le generan no pocos enemigos, porque es en su cuenta donde se cargan las facturas de los platos rotos por los demás.


Esta semana, por ejemplo, el cardenal de Bruselas se ha descolgado con unas declaraciones a favor de la bendición, mediante una oración de acción de gracias nada menos, de las uniones homosexuales. Como no podía ser de otro modo, muchos han protestado y no pocos han cargado contra el Papa como si éste estuviera de acuerdo con ello. 


Además, ha estado lo del desfile de moda en el Metropolitan de Nueva York, utilizando paramentos sagrados. No sé quién habrá sido el insensato que lo ha autorizado, pero es escandaloso que se hayan empleado incluso reliquias -las casullas utilizadas por San Juan Pablo II- y grandes obras de arte -la tiara regalada por la reina Isabel II de España al Papa- para un uso que no tiene nada que ver con el auténtico y original. Una vez más, el Papa -que estoy seguro que no ha tenido nada que ver- ha sido el que ha cargado con las culpas.


Ante todo esto, cada vez se alzan más voces de protesta. Por ejemplo, esta semana ha hablado con mucha claridad el cardenal holandés Eijk, lamentando que el Santo Padre no zanjase con claridad lo de la intercomunión con los protestantes, en lugar de remitir el problema a Alemania para que se encontrase una solución que contentara a todos. Voces que no son sólo internas, puesto que cada vez son más los medios de comunicación que se refieren a la Iglesia como una comunidad en abierta guerra civil y en la que el cisma es cuestión de tiempo que se produzca.


El Papa todos esto lo sabe, porque está bien informado, y esta semana parece como si se hubiera dedicado a ejercer de bombero de los incendios que prenden sus amigos. Si la semana pasada el cardenal Marx (íntimo suyo) alababa el marxismo, esta semana el Papa -que ha prologado un libro de Benedicto XVI que acaba de ser publicado- señalaba los defectos del marxismo, al menos en lo concerniente a su negación de Dios. Además, si hace tiempo dijo que todos somos hijos de Dios, con lo que se ganó el reproche de algunos y las matizaciones de otros -entre ellos, yo, que dije que el Papa hablaba así usando un lenguaje coloquial y popular, pero que propiamente dicho eso sólo se podía afirmar de los bautizados-, esta semana ha sido él el que ha recordado la doctrina oficial de la Iglesia afirmando claramente que es por el bautismo que nos hacemos hijos de Dios para siempre.


Además, consciente de que los críticos hacia su forma de gobernar la Iglesia aumentan, ha hecho un acercamiento significativo a dos grandes movimientos, los neocatecumentales y los focolarinos. Los primeros, quizá menos próximos a él, celebraban su cincuenta aniversario y el Papa ha querido sumarse al festejo e incluso enviar familias misioneras. Los segundos, más próximos a él, pero también muy cercanos a los Papas anteriores, han escuchado de su boca grandes elogios.


Hay que rezar por el Papa, para que sea él quien gobierne la Iglesia, pues es él el que ha recibido la gracia para hacerlo, y no sus amigos, que le están presionando para que apruebe cosas que él no quiere aprobar o, al menos, para que las tolere y se presenten luego como hechos consumados.