Les traigo noticias del Cielo

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6 de Julio, 2004. Santa Teresita 

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Hermanos y hermanas que están en el mundo: les traigo noticias del cielo. Estas gracias se obtuvieron a lo largo de los años para este tiempo. Deben agradecer a las almas que vivieron antes que ustedes y cuyas oraciones se están usando ahora. De verdad hay un enorme almacén de gracias para estos días; por ello asegúrense de pedir siempre al cielo, especialmente por las conversiones. 

Nuestra meta es sencilla: queremos traer al cielo tantas almas como sea posible; y para lograrlo, debemos lle- var a Jesús a tantas personas como sea posible aquí en la tierra: necesitamos conversiones. Necesitamos que las almas se alejen del pecado y sigan el Evangelio. “No hay nada nuevo,” pensarán, y están en lo correcto; lo que sí es nuevo es que la naturaleza del tiempo en el que estamos trabajando apremia. 

Hemos hablado de los cambios; hemos hablado de un incremento final en la infidelidad, la impiedad; ahora hablaremos de lo que será en sí la transición y de cómo se han de conducir. En todas las cosas mantengan la paz: ésta será siempre su primer regla. Son seguidores de Jesucristo y como tales, su eternidad está asegurada; no hay nada que deba perturbar su paz. 

Es muy importante que las almas que viven para el mundo sintiéndose cómodas en la oscuridad, perciban la actitud tranquila y
confiada que ustedes tengan, puesto que cualquier actitud que sea contraria no los atraerá a Cristo, más bien confirmará que no hay razón para seguirlo. 



En segundo lugar, su atención y preocupación han de enfocarse hacia los deberes que tienen asignados en su vida: ¿eres sacerdote? ¿religioso? ¿padre? ¿madre? ¿un hijo o una hija obediente? Deben desvivirse por cumplir esos deberes; hagan su trabajo con alegría y honestidad, poniendo amor en todo lo que hagan. 


Hermanos y hermanas: en sus ojos se debe reflejar el amor de Cristo; y si bien es cierto que ustedes no pueden tener este amor a menos que Él se los conceda, también es verdad que Jesús no lo podrá poner en sus corazones a menos que dediquen el tiempo necesario para estar en silencio y oración, por lo que nuestra próxima tarea es en realidad doble: siempre deben amar como Cristo amó, y para que puedan hacerlo, deben agendar un tiempo de oración que incluya el silencio. 

Ustedes saben que cuando dedican tiempo a la adoración y contemplación de Cristo vivo, caminan en calma, en medio de una paz confiada; se les hace más fácil llevar a cabo las tareas mundanas y el amor fluye suavemente de su interior porque le dieron a Jesús una buena oportunidad de llenar sus almas con el amor divino. Les estoy dando instrucciones específicas porque para poder mantener la calma en los momentos de cataclismos, es preciso que hayan tenido prácticas sólidas y disciplina. Si viven de una forma sencilla, observando hábitos simples, tendrán menos dificultades. 

El mundo podrá seguir su rumbo, pero mis hermanos y hermanas simple y sencillamente continuarán por el camino que hermosamente les delineó Teresa para ir al cielo. Como podrán ver, pequeños hermanos y hermanas, ahora se me ha confiado una función especial: asistirlos en su camino durante estos tiempos. Pueden con- fiar en mí. Muchas almas pedirán mi ayuda y no quedarán decepcionadas. El cielo me rinde la mayor gloria porque en la tierra fui muy pequeña. Ustedes, mis queridos amigos, habrán de seguir mi camino y nada les causará alarma porque comprenderán que todo el cielo los está observando y los habrá de socorrer.