Un nuevo escándalo en la Iglesia Católica: un obispo austríaco acusado de relaciones con dos mujeres, mientras los líderes de la Iglesia callan.
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Hasta el 1 de julio, habría tiempo suficiente para que el Papa Francisco descubra la verdad y luego limpie estos rumores, ya sea mediante la expulsión de este obispo o mediante una investigación exhaustiva de estas acusaciones. O, de lo contrario, podría tener otra carga grave sobre sus hombros.
¿Por qué el Papa, y con él el cardenal Christoph Schönborn, el jefe de los obispos austríacos, efectivamente ignora tal escándalo moral, en lugar de abordarlo con franqueza y valentía? ¿Es esta la forma en que la fe católica recuperará su fortaleza?
Últimamente, el Papa Francisco ha tenido una serie de situaciones embarazosas, algunas de las cuales ni siquiera parece querer abordar (por ejemplo, el escándalo del Cardenal Maradiaga). Como Sandro Magister, el especialista en el Vaticano más respetado de Italia, acaba de señalar, tres miembros del Consejo de Nueve Cardenales del Papa parecen estar en peligro. La mayoría de estos cardenales comprometidos están involucrados, de una forma u otra, directa o indirectamente, en casos de abuso sexual. Hasta el momento, el Papa no ha dado ningún paso para sacarlos de su oficina en un acto punitivo. El cardenal Francisco Errázuriz, por ejemplo, que ha sido acusado de encubrir al abusador sacerdote chileno, el padre Fernando Karadima, acaba de asistir a la reunión de junio del Consejo de los Nueve Cardenales en Roma. Junto con el Papa Francisco.
Sigue siendo una pregunta abierta si el cardenal Schönborn -o el Vaticano- tiene algún interés en tomar medidas para minimizar tales escándalos -o la apariencia de los mismos- nombrando a hombres calificados y capaces para el episcopado.