Aprende a comulgar bien


P. Broom
Aquí te damos diez consejos prácticos:
1. MUCHA FE.  Que fácil es declinar en nuestra fe, que se haga débil o incluso que desaparezca. Es triste decir que el mayor grupo de religiosos de EE.UU. son católicos “no practicantes”. Oremos con fervor: “Señor, creo, pero aumenta mi fe”. La fe es como una semilla plantada en el suelo. Permitamos que nuestra fe crezca, florezca y prospere hasta llegar a los cielos.
2. VALORAR. En las relaciones, especialmente en los matrimonios, uno de los mayores peligros permanentes es dar al cónyuge por sentado, eso puede ser letal para el matrimonio. Lo mismo puede suceder en nuestra relación con el Señor en la Eucaristía: podemos acostumbrarnos a la Misa y a la Santa Comunión diaria, y empezar a dar al Señor por sentado. En el Diario de Santa Faustina, Jesús se queja de que hay almas que lo reciben sin amor como si fuera un mero objeto. Jesús declara que Él prefiere no ser recibido, a ser recibido como un mero objeto y por mera rutina, mecánicamente. Hay letreros con estas palabras en muchas sacristías, que sirven como un recordatorio a los sacerdotes para celebrar cada misa con fe y fervor: “Sacerdote, hombre de Dios, celebra esta Misa como si fuera tu primera Misa, tu última Misa y tu única Misa”. Deberíamos recibir cada Comunión como si fuera nuestra primera, nuestra última, y nuestra única Comunión en toda nuestra vida.
3. LIMPIAR LA CASA. Hacer una buena confesión sacramental. Los Santos y la Iglesia nos enseñan que mientras más limpia y pura esté el alma, más abundantes son las gracias que se reciben con la Santa Comunión. Un cristal sucio impide que el sol entre totalmente en la habitación, del mismo modo, un alma sucia o manchada bloquea la completa presencia del Señor Eucarístico inundando el alma.
4. LLEGAR TEMPRANO.  Dudo que vayamos tarde al último juego de la Serie Mundial, o nuestra ceremonia de graduación, o a una cara y exquisita cena en un costoso restaurante. ¿No deberíamos entonces llegar temprano para recibir al Rey de Reyes y Señor de Señores en nuestros corazones?, ¿Qué piensas? Llegar tarde a Misa perturba a los demás, perturba al sacerdote y disminuye nuestra propia participación en la Misa.
 5. REVERENCIAR.  A Moisés le fue ordenado quitarse sus sandalias ante el arbusto ardiente, y ese era un mero símbolo de la presencia de Eucarística. Isaías se quejaba de que él era impuro entre los impuros y que sus labios debían ser purificados con brasa ardiente. ¿Cuánta mayor reverencia debemos mostrar en frente de la Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía? ¡No es un símbolo, ES UNA PERSONA REAL! Si un rey terrenal amerita la mayor reverencia y respeto, ¿Cómo debe ser con el Rey del Universo presente en la Eucaristía?
6. INTENCIONES. El Párroco por lo general tiene sus intensiones específicas en cada misa. Esto no quiere decir que no puedas tener tus propias intenciones privadas. 
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Eso significa que lo recibes completamente, y eso incluye su corazón. Pídele a Jesús que te otorgue su Sagrado Corazón, y que las desbordantes llamas de amor que lo envuelven, consuman todo lo que esté en tu corazón que desagrade a Dios. La Comunión ferviente y frecuente es el atajo a la santidad.

7. PARTICIPAR. En la misa no estamos llamados a ser observadores pasivos, como si fuera una obra de teatro, un espectáculo o una ópera. Por el contrario, somos llamados a participar plenamente, de forma activa y consciente. (Vaticano II, Sacrosantum Concilium, Constitución dogmática sobre la Liturgia) estamos llamados a escuchar atentamente la Palabra de Dios, responder a la Palabra y cantar con todo nuestro corazón en alabanza y adoración al Señor. 
Y en los momentos que se nos invita al silencio, recordemos que es en el silencio profundo en donde nos encontramos con Dios. Como el profeta, recuerda: “Haz silencio y reconoce que yo soy el Señor”.

8. EL CORAZON DE MARIA Y EL TUYO.  Al acercarse la Sagrada Comunión debemos humildemente pedir a la Santísima Virgen María, como nos recuerda la Beata Madre Teresa de Calcuta, que nos preste su Inmaculado Corazón, para que así podamos recibir a Jesús con la máxima pureza, humildad y amor ardiente. Esa es la verdadera clave para actualizar y mejorar nuestras comuniones, recibir la Sagrada Comunión a través del corazón de María. 
San Juan Pablo II, hace un hermoso paralelo, al comparar el “Sí” o “fiat” de la Virgen María en la Anunciación, con nuestro “Amén” cuando recibimos a Jesús en la Sagrada Comunión. El resultado es el mismo: recibir a Jesús en nuestros corazones. El “Sí” de Nuestra Señora, resultó en la concepción de Jesús en su seno. Nuestro “Amén” en la Eucaristía, resulta en la presencia de Jesús echando raíces en nuestro corazón, mente y alma.
9. ACCION DE GRACIAS.  Después de la Santa Comunión debemos pasar un tiempo dando las gracias a Jesús por ese gran don: su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Sagrada Comunión. ¡No hay mayor regalo! En una visita a un hogar y a una comida agradable, el huésped que tiene algo de modales, da las gracias a sus anfitriones por invitarlo. ¿No deberíamos abundar en agradecimiento hacia Jesús por humillarse y descender a nuestra mísera casa interior que es nuestra alma? Unamos nuestros corazones, mentes y voces con el salmista, aclamando: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque para siempre es su misericordia”. De hecho, Dios se regocija en un corazón agradecido. ¡Cultivemos esa gratitud!

10. CONVIERTETE EN UN APOSTOL EUCARISTICO.  Teniendo en cuenta que has encontrado el más grande tesoro de tu vida, la perla de infinito valor ¡Debes sentirte  motivado a llevar a Jesús a los demás y traer a otros a Jesús! Toma a Nuestra Señora como un ejemplo. Después de concebir a Jesús en su seno, en la Anunciación, fue de prisa a llevar a Jesús a su prima Isabel, quien estaba embarazada en su vejez. María se apresuró a llevar a Jesús a los demás. Después de que has recibido a Jesús en la Sagrada Comunión y le has dado una digna acción de gracias, es momento de convertirte en un ferviente apóstol, y llevar al Señor Jesús a otros. Predica con tu ejemplo y también con tus palabras. Invita a otros a la Iglesia, a la confesión, a la Misa y a la Sagrada Comunión. 


¡Conviértete en un misionero! La mies es mucha y los obreros pocos. Ahora eres llamado a trabajar en la viña junto al Señor; eres llamado a pescar con Él para salvar almas. Una de las herramientas más eficaces para salvar almas es ayudar a la oveja descarriada, a los católicos apartados de la Iglesia, a regresar a ella, a hacer una buena Confesión Sacramental y luego recibir al Señor Jesús en la Sagrada Comunión. El Venerable Arzobispo Fulton Sheen lo expresó de esta manera: “¡Primero vengan y después vayan!”, primero debemos ir a recibir a Jesús con gran fervor, fe y amor; y luego debemos ir por todo el mundo, llevando esta buena noticia de salvación a todos los seres vivos.




CONCLUSION.  Debemos estar desbordantes de alegría y gratitud por el regalo más sublime, la Santa Eucaristía, que es substancialmente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Señor Jesús. No hay una acción más grande que podamos hacer en nuestra vida terrena, que recibir dignamente la Eucaristía. La promesa que Jesús nos hace al recibirlo frecuente y dignamente debe llenarnos de alegría y esperanza. Jesús nos consuela con estas palabras: “Yo soy el pan de la vida… El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tendrá vida eterna y yo lo resucitaré el último día” (Discurso del Pan de la Vida: Juan 6,22-71). ¡El cielo es nuestro si aquí en la tierra recibimos a Jesús con fe y amor!