El poder de una sola oración




Fue la última oración de un ladrón, quizás incluso la primera.

Llamó (a Dios) una vez, 

Le buscó una vez, Le pidió una vez, l

o desafió todo, y lo encontró todo.

Cuando incluso los discípulos dudaban, y solo uno estaba presente en la Cruz, el ladrón reconoció a Dios y lo reconoció como el Salvador.

Arzobispo Fulton J. Sheen