Francisco y una Iglesia boca abajo


Es divertido, y trágico a la vez, pensar en las paradojas de nuestro tiempo.
Estamos viviendo una época en la que toda la sociedad civil de Europa occidental está, de manera confusa pero notable, empezando a prestar atención a su herencia cristiana, incluso cuando el Papa y el Vaticano tratan de islamizar el continente europeo.

Estamos presenciando un impulso agresivo para contrarrestar el aborto en los EE. UU., y posiblemente deshacernos de él por completo, incluso cuando el Papa nos dice que no nos obsesionemos por el aborto.

Estamos presenciando a un Papa que llama anticristiano lo que cristianos de todas las edades han hecho: construir muros para defender sus fronteras y controlar la entrada (de musulmanes), incluso mientras él vive rodeado de los muros vaticanos

Vivimos en una era del absurdo, en la que la Santa Iglesia ahora está desfigurada, aunque obviamente no destruida por sesenta años de sodomía y conciliación, y reducida a una gran fuerza en pro del socialismo, incluso cuando países como Venezuela son devastados por esta misma fuerza de propagada por el Papa, a la vista de todos.

La ironía está en esto: que la Iglesia fuerte del pasado pudo cambiar el curso de la historia, iniciar Cruzadas, detener a los otomanos, dar forma a Occidente; mientras que la iglesia homo de hoy apenas logra mantener a sus cardenales sodomitas-depredadores fuera de la cárcel, logrando como resultado que la gente vaya en contra de su nueva ideología socialista y ambientalista.
Los sodomitas dentro de la Iglesia la empujan hacia una comprensión mundana y secular de la vida. Pero el mundo la rechaza. En realidad, lentamente se mueve en la dirección opuesta, hacia esos mismos valores que ella no protege o incluso condena: defensa de la vida en los EE. UU., la defensa del patrimonio cristiano en Europa.

Qué trágico y total fracaso. Pero qué glorioso y pequeño rayo de esperanza vemos venir de los EE. UU. y de algunas partes de Europa, donde han decidido firmemente marchar en la dirección opuesta a la de un Papa que pueden con razón, despreciar.

En un mundo al revés, muchos están aprendiendo a defender la decencia por su propio pie; lenta y confusamente, pero sin siquiera el apoyo de aquellos que deberían ayudarlos más.

Oremos por la recuperación de la cordura dentro de la Iglesia. Cuando se logre, seremos imparables.

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