Escucha el siguiente admirable suceso



Escucha el siguiente admirable suceso que se lee en nuestras crónicas, y que tiene una íntima conexión con el punto de doctrina que venimos explicando. 


Apareciose un religioso después de muerto a uno de sus compañeros, y le manifestó los agudísimos dolores que sufría en el purgatorio por haber descuidado la oración en favor de los otros religiosos difuntos, y añadió que hasta entonces ningún socorro había recibido, ni de las buenas obras practicadas, ni de las Misas que se le habían celebrado para su alivio; porque Dios, en justo castigo de su negligencia, había aplicado su mérito a otras almas que durante su vida habían sido muy devotas de las del purgatorio. Antes de concluir la presente instrucción, permíteme que arrodillado y con las manos juntas te suplique encarecidamente, que no cierres este pequeño libro sin haber tomado antes la firme resolución de hacer en lo sucesivo todas las diligencias posibles para oír y mandar celebrar la Santa Misa, con tanta frecuencia como tu estado y ocupaciones lo permitan. 


Te lo suplico, no solamente por el interés de las almas de los difuntos, sino también por el tuyo, y esto por dos razones: primera, a fin de que alcances la gracia de una buena y santa muerte, pues opinan constantemente los teólogos que no hay medio tan eficaz como la Santa Misa para conseguir este dichoso término. 


Nuestro Señor Jesucristo reveló a Santa Matilde, que aquél que tuviese la piadosa costumbre de asistir devotamente a la Santa Misa, sería consolado en el instante de la muerte con la presencia de los Ángeles y Santos, sus abogados, que le protegerían contra las acechanzas del infierno. ¡Ah! ¡Qué dulce será tu muerte si durante la vida has oído Misa con devoción y con la mayor frecuencia posible!


La segunda razón que debe moverte a asistir al Santo Sacrificio es la seguridad de salir más pronto del purgatorio y volar a la patria celestial. Nada hay en el mundo como las indulgencias y la Santa Misa para alcanzar el precioso favor, la gracia especial de ir derechamente al cielo sin pasar por el purgatorio, o al menos sin estar mucho tiempo en medio de sus abrasadoras llamas. En cuanto a las indulgencias, los Sumos Pontífices las concedieron pródigamente a los que asisten con devoción a la Santa Misa.

San Leonardo de Porto Mauricio